Y bailamos, bailamos mientras la lluvia golpeaba la ventana con fuerza, pero, la música era más fuerte, mucho más fuerte todavía.
Empecé la universidad de ingeniería hace unos meses. Yo era el nuevo.
Pero, llegó Akane, morocha, ojos celestes brillantes a la luz de la luna; ella me enseñó el establecimiento. Nos hicimos amigos muy rápidamente, todos los días me llevaba a la biblioteca y me platicaba sobre sus libros favoritos. Era tan hermoso escucharla hablar, reír.
Luego de un par de semanas falleció su madre, ella faltó un par de días a la escuela, pero no más de una semana. Empezó a sufrir depresión, no tenía más familia, pero me tenía a mí.
Para acompañarla en esos momentos, en vez de ir con ella a la biblioteca iba yo solo, escogía unos libros e iba a su casa, en la que le pasaba leyendo esas historias, cuentos fantásticos, como a ella le gustaban. Luego, a eso de las 8:00 me llevaba hacia su sala y empezábamos a bailar.
Luego de unos días, una compañera nueva llegó, y empezó a hacerle bullyng a Akane. Yo, obviamente, la “defendía” por así decirlo, pero no era demasiado. Llego a un punto de dejar a Akane encerrada en el baño todo el día.
Nuestra amistad era tan fuerte que decidimos cambiarnos de universidad juntos, y así fue.
Un día cualquiera ella me invitó a cenar a su casa, ya que yo no me animaba a invitarla a ella. Fue la noche más maravillosa de mi vida, me ayudó a pararme de mi silla de ruedas, me posó en sus hombros, me agarró de la cintura y empezamos a bailar en su sala, mientras ella se desvanecía…
Viendo la luz de la luna.