La noche era clara, con una luna llena que parecía observarlos. Eden y Liam partieron en tren hacia Lafayette, guiados por un viejo mapa hallado en el cuaderno de Andrew. Clara no los acompañó. Sabía que había llegado el momento de separarse... aunque cada latido la hiciera dudar.
—¿Estás segura? —preguntó Eden, antes de subir al vagón.
—Alguien tiene que quedarse a proteger lo que ya sabemos —respondió Clara con una media sonrisa.
Liam la miró largo, como si quisiera recordar cada detalle de su rostro.
Y por un segundo, solo uno, pareció recordarla de verdad.
—No te olvides de mí esta vez —susurró Clara.
Él asintió. No prometió nada.
Lafayette tenía un aire más antiguo, menos musical y más oculto. Allí, buscaron a un tal Silvain Durette, el último músico vivo que conocía el final prohibido de La Décima Nota.
Pero Silvain los esperaba.
—Han despertado al Coro de Sombras —dijo sin preámbulos—. La ciudad aún recuerda el incendio… pero no lo que dejó encerrado.
Liam sacó su guitarra.
—Queremos terminar la canción.
—No basta con tocarla —dijo el viejo, mostrándoles una campana de cristal—. Deben vivirla.
Eden frunció el ceño.
—¿Qué significa eso?
—Significa que deberán amar… y perder. Que solo el dolor verdadero puede abrir la última puerta.
Y luego les entregó un fragmento de partitura que no existía en el cuaderno de Clara.
Una nota escrita con sangre seca.
La nota 13.
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Editado: 24.08.2025