La puerta solo podía abrirse con una nota específica. Una que no existía en el pentagrama tradicional.
—Una nota que no se escribe. Se siente —dijo Eden, tocándose el pecho.
Recordó lo que dijo Silvain: deben vivirla.
Clara, por su parte, empezó a tener visiones constantes. Ecos del pasado. En una de ellas, vio a Liam llorando en una iglesia.
—Te fallé —decía—. Te olvidé cuando más te amé.
Y supo que no eran palabras dirigidas a ella… sino a Eden.
Todo se estaba entrelazando.
Esa noche, Clara escribió en su cuaderno:
“Hay amores que no son para quedarse… sino para liberar.”
Y con eso, una nota brotó de su pluma. Una sin clave. Sin tempo.
Clara la llamó: “Reverie.”
La nota del sueño.
En Lafayette, Eden tocó esa nota.
La puerta se abrió.
Detrás, una sala circular con espejos rotos y un pedestal. Sobre él… un libro negro.
En su tapa: “Nombre Verdadero de La Décima Nota.”
Y dentro, una frase en tinta roja:
“Aquello que se nombra… puede cambiarlo todo.”
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Editado: 24.08.2025