Eden abrió el libro con manos temblorosas. Las páginas eran gruesas, oscuras como carbón, pero en cuanto la tinta roja tocó la luz, las palabras comenzaron a moverse.
—Esto no es un libro —murmuró Liam—. Es un hechizo vivo.
En la primera página, una sola frase:
“Toda melodía guarda un nombre. Y todo nombre es poder.”
Siguieron leyendo. Fragmentos incompletos, antiguos idiomas. La historia de un músico maldito: Adrien Marchand, quien siglos atrás escribió la primera versión de La Décima Nota. Fue él quien creó el ciclo, intentando alterar el destino para salvar a su amado.
Pero al hacerlo, desgarró el tejido entre el recuerdo y el olvido.
—Fue él quien inició esto —dijo Eden—. Y nosotros… somos los últimos acordes de su error.
En la última página, una advertencia:
“Si su nombre es dicho en voz alta, regresará… con hambre de eternidad.”
Liam cerró el libro de golpe.
—¿Y si ya lo hemos dicho?
Esa noche, la luna se volvió roja.
Y en el Barrio Francés, un violín comenzó a sonar… solo.
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Editado: 24.08.2025