En la librería, Clara sintió un viento helado que no venía de ninguna parte. El espejo volvió a mostrar movimiento. Esta vez, no eran reflejos: era un hombre de cabello blanco y ojos vacíos, caminando por las calles… silbando la Décima Nota.
Lucille bajó corriendo las escaleras, sosteniendo un frasco de cristal.
—Está volviendo. Adrien Marchand. Nunca murió, Clara. Solo lo encerraron en una pausa… una nota suspendida entre tiempos.
—¿Y por qué ahora? —preguntó Clara.
—Porque ustedes casi terminan la canción. Y eso lo despierta. Quiere que se toque completa… para salir.
Clara entendió: si Liam y Eden terminaban la melodía… Adrien sería libre.
En Lafayette, Liam no dormía.
El libro negro temblaba. Eden empezó a llorar en sueños. Y desde el otro lado de la habitación, una voz cantaba.
Una canción sin letra. Hermosa y desgarradora.
—Esa voz… —dijo Liam, levantándose—. Esa voz la escuché cuando te conocí.
Eden asintió con miedo.
—Es él. Adrien. Y está más cerca de lo que creemos.
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Editado: 24.08.2025