Clara supo que debía regresar al teatro subterráneo.
Pero esta vez no era una puerta abierta: el acceso estaba sellado. La ciudad misma parecía resistirse. Las farolas parpadeaban. Las campanas sonaban solas.
Y entonces, desde las sombras, surgió una niña con vestido negro.
—¿Quién eres tú? —preguntó Clara.
—Soy tu decisión —respondió la niña—. ¿Guardarás la historia… o te convertirás en ella?
Clara no entendía. Hasta que vio su reflejo en una vidriera rota:
Era ella misma, pero con los ojos de Adrien.
La niña sonrió.
—Hay un precio para cada verdad. Y el tuyo… es elegir a quién olvidar.
De vuelta en la librería, Lucille entregó a Clara una caja que había mantenido oculta por años.
—Esta es tu partitura —dijo—. La que nunca tocaste.
Dentro había una hoja en blanco… y una pluma.
Clara comprendió: su prueba no era destruir a Adrien. Era escribir una nueva melodía. Una que rompiera el ciclo de raíz.
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Editado: 24.08.2025