Adrien apareció en el mundo real esa noche. Fue visto en los callejones, susurrando letras rotas. Quienes lo miraban demasiado… olvidaban quiénes eran.
Liam y Eden regresaron a Nueva Orleans con el libro negro envuelto en fuego sagrado. Debían enfrentarlo antes de que la última nota se completara sola.
Pero Clara tenía otro plan.
—No podemos destruir la canción —dijo—. Solo podemos reescribirla con amor verdadero.
Ella los miró. A ambos. Y supo lo que debía hacer.
Esa misma noche, en el antiguo teatro, Clara colocó su partitura en el atril.
El violín negro se iluminó. Adrien apareció, lento, elegante, como un fantasma agradecido.
—¿Tú serás la última en tocarme? —preguntó.
Clara alzó la pluma. No como arma. Sino como esperanza.
—No. Yo seré la primera en no temerte.
Y tocó.
Una melodía nueva.
Sin odio. Sin olvido. Con notas del pasado y acordes del futuro.
La ciudad tembló.
Adrien gritó. Y por primera vez en siglos… lloró.
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Editado: 24.08.2025