Semanas después, el Barrio Francés volvió a su bullicio habitual. Los turistas reían, las campanas sonaban con normalidad, y las canciones callejeras llenaban las plazas.
Pero Clara sabía que nada era normal.
Liam aún tenía la runa, y a veces, en medio de la noche, sus ojos se volvían rojos por un instante. Eden permanecía a su lado, cuidándolo, protegiéndolo.
Lucille cerró la librería. En su lugar, dejó una sola carta para Clara:
“La guardia nunca termina. El ciclo no está roto, solo dormido. Cuando la música vuelva a sonar, tu historia también deberá continuar.”
Clara guardó la carta en su cuaderno y salió a caminar. Al pasar frente a un callejón, escuchó una melodía suave. No era Adrien. No era Liam.
Era alguien más.
Un nuevo acorde. Un nuevo enemigo. Un nuevo comienzo.
Y en sus labios, Clara sonrió, sabiendo que su destino apenas comenzaba.
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Editado: 24.08.2025