A Love To Forget

PASO DOS DE AMOR.

La vi y me pregunté qué es el amor...

No dejaba de pensar en ella, en sus hermosos ojos, en su dulce sonrisa que no había escuchado, pero que imaginaba, lo cual aceleraba mi corazón. Quería escuchar su voz de nuevo, mirarla una vez más, sentir su respiración, compartir el mismo vaso, hablar por horas. No sabía qué me pasaba, pero me sentía bien solo con pensar en ella. —¿Es amor? —me pregunté, buscándola a mi alrededor—. ¿O me está dando un infarto? —me cuestioné al no verla.

—Tienes cara de estúpido —dijo Fumio, tocándome la cara con su dedo índice. Lo miré sin prestarle atención, ignorándolo. Me sumergí en mis pensamientos, preguntándome dónde estaba ella—. La tienes enfrente —me susurró Fumio, lo cual me puso alerta, aun sabiendo que era mentira. Sentía que el corazón se me saldría; un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, mis manos se pusieron rígidas y sentí un vacío en el estómago.

—¿Qué quieres? —le pregunté a Fumio, intentando disimular mis nervios.

—Estoy aburrido —dijo, tocándome la cara en repetidas ocasiones.

Las primeras horas de clase se habían cancelado por algún motivo desconocido. Aunque todos queríamos irnos a casa, no podíamos hacerlo por alguna razón. Fumio no soportaba quedarse sin hacer nada o se aburría rápidamente, lo cual lo volvía fastidioso, como si fuera un niño. Era raro, ya que eso solo sucedía cuando estaba conmigo. No me molestaba, pero siempre me parecía extraño.

—¿Nos vamos? —pregunté, esperando que por primera vez aceptara mi propuesta de escaparnos del colegio—. Llegaremos cuando retomen las clases —agregué, esperando su respuesta. Normalmente, se negaba por algo traumático de su infancia, pero hoy sería el día en que lo introduciría al mundo del mal.

—Sí, pero prométeme que llegaremos antes de la siguiente clase.

—Lo prometo —dije, poniéndome de pie, feliz de finalmente corromper su alma y llevarlo por malos pasos. Salimos del salón y comenzamos a dirigirnos a la salida del colegio. Fumio miraba a nuestro alrededor, alerta, como si alguien nos persiguiera. Era divertido verlo nervioso-. Tranquilo —dije, intentando calmar a Fumio—. Estamos en un colegio público; a nadie le importa si salimos de aquí.

—Eso dices —respondió, escéptico—. Si nos ven, saldré corriendo, te aviso —agregó, tranquilizándose un poco.

—Tranquilo, yo te haré caer para escapar —dije en tono de burla. Ambos sonreímos, sabiendo que cumpliríamos nuestras amenazas si llegaba el momento.

—¿Y qué haremos? —preguntó Fumio—. ¿Vamos a fumar, a beber o a robar? —añadió con entusiasmo.

—¿Qué te pasa? —le reclamé—. Eso es malo para la salud. Vamos a tocar el timbre en casas de desconocidos y salir corriendo —dije con una sonrisa orgullosa.

—¿Eso es lo que haces cuando te saltas las clases? —preguntó, decepcionado.

—También como helado —dije, bajando la cabeza. Un silencio incómodo se hizo presente, llevándose consigo el poco respeto que Fumio tenía hacia mí—. Cierto —exclamé, rompiendo el silencio—. Siempre me dices que te pasó algo traumático, y por eso no te gusta faltar a clases. ¿Qué te pasó?

—Pensé que no te interesaba —dijo.

—Realmente no, pero no hay nada más interesante, así que cuenta, cuenta —dije, zarandeándolo de un lado a otro.

—Era un día normal. El muro de Berlín había caído, se escuchaban disparos afuera de mi casa, pero todos tenían esperanza de que el mañana sería un mejor día. No fue sorpresa cuando empezó la primera guerra...

—¿Tu mamá había perdido la cita del aborto en la Primera Guerra Mundial? —pregunté, provocándolo.

—La tuya aún te quería —respondió, siguiéndome el juego.

—La tuya aún me quiere —exclamé, sabiendo que era mentira.

—Quiere que seamos pareja —dijo.

—¿Qué? —respondí, sorprendido.

—¿Qué? —repitió Fumio.

—¿Qué?

—¿Qué?

—¿Qué...? —remató Fumio, quedándose en silencio un rato. Sonriendo levemente, respiró—. Un día cualquiera me dio pereza ir a estudiar.

—¿Estás contando lo que te pasó realmente? —pregunté, interrumpiendo.

—Sí, así que calla —respondió seriamente. Tenía una expresión tranquila, pero afligida, algo que nunca había visto en él. Normalmente tenía cara de bobo y siempre llevaba una sonrisa, pero por primera vez en nuestros años de amistad, escuché atentamente lo que decía—. Un día cualquiera me dio pereza ir a estudiar, así que fingí estar enfermo. Era un niño pequeño, lleno de esperanzas y sueños; no sabía que la vida era tan difícil. Sé que mi madre se dio cuenta, pero me dejó faltar por algún motivo que desconozco hasta el día de hoy. Pero fue lo mejor que me pasó en la vida: dormí hasta tarde, comí helado, vi mi programa de televisión favorito y no me bañé en todo el día. Me jacté de todo lo que hacía mientras me reía al imaginarme a mis compañeros sentados en esa clase aburrida. Tras vivir el mejor día de mi vida, dormí muy tranquilamente. Al día siguiente, fui a clases con normalidad. Al entrar al salón, sentí todo raro; un escalofrío recorrió mi cuerpo, avisándome de aquello que iba a suceder. Al parecer, nadie se había enterado de que había faltado. Aunque parecía que no me importaba, me senté en mi asiento esperando que alguien se acercara a preguntarme por qué había faltado, qué me había pasado o cómo estaba... pero no pasó, y me puse triste. En la hora de descanso, se acercó un compañero y me preguntó qué me había pasado, lo cual me hizo feliz. Se me ocurrieron mil cosas que decirle, pero no pude. Él, con una gran sonrisa, me miró y, con una voz siniestra, comenzó a contar cómo Spider-Man y otros héroes habían estado en la clase jugando y dando dulces. Pensé que era una broma, así que empecé a preguntar; todos me decían que era verdad y agregaron que también habían dado pizza... —no podía aguantar las lágrimas; la voz comenzó a entrecortársele—. Si hubiera ido ese día, hoy sería feliz, probablemente millonario, jugador de fútbol o algo más, pero falté, y ahora estoy junto a un imbécil.



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En el texto hay: psicolgico, romance, amor

Editado: 09.02.2025

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