A Love To Forget

PASO CUATRO DE AMOR.

Sentí algo en el mismo instante en que la vi.

Habíamos estado caminando un buen rato, con la promesa de Yukiko de llevarnos al mejor restaurante de la ciudad. Todos aceptamos sin saber que estaba lejos, aunque ninguno parecía enojado o afligido por caminar tanto, excepto yo. Fumio caminaba al lado de Yukiko con una gran sonrisa; ambos reían de estupideces que alcanzaba a escuchar y de otras cosas a las que no prestaba atención. Era raro verlo tan feliz; normalmente pasaba estresado por todo lo que le tocaba hacer.

Izumi reía a la par de aquel sujeto, mientras yo me deleitaba con su hermosa sonrisa. Era diferente a la que me había mostrado antes: más hermosa, más genuina. Sus ojos brillaban al verlo, y yo solo sentía envidia. Quería volver a mi casa; no soportaba verla de la mano con él. Me molestaba que ella tuviera tanto poder sobre mí. Comencé a cuestionarme y, al mismo tiempo, a odiarme por sentir.

—Se ven felices —dijo aquella mujer sin apartar la vista de su teléfono. Me sorprendió, ya que era lo primero que me decía en toda la noche.

—Sí —respondí, mirándola sin poder ocultar mi sorpresa.

—¿Te gusto o qué? —preguntó de mala manera.

—Un poco —respondí sin nada que perder.

Tras hacer un gesto de disgusto, siguió escribiendo en su teléfono. Me cuestioné con quién hablaba tanto y si era normal responder tan rápido, ya que para mí lo cotidiano era enviar un mensaje y recibir respuesta en cinco o diez días.

—Qué asco me dan los hombres —dijo con enojo, lo que me hizo alejarme un poco al sentir una fuerte aura asesina—. ¿Te gusta alguien? —preguntó de repente.

—¿Por qué te interesa? —le cuestioné.

—Solo quería saber si eras honesto, aunque es muy evidente que te gusta ella —dijo mirando a Izumi. Era la primera vez que despegaba la mirada de su teléfono, lo que me hizo fijarme en sus ojos azules.

—Ja, le atiné —dijo tras recibir un par de mensajes. Al leerlos, su expresión cambió. Cada que respondía, llegaba un nuevo mensaje que parecía enfurecerla más. De pronto, quedó inmóvil durante unos minutos; parecía afligida por algo. Me detuve a su lado.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Ella nunca te hará caso —dijo, dejando de mirar su teléfono.

—¿Por qué lo dices? —le cuestioné, con miedo.

—No eres su tipo de hombre —respondió—. Todos conocen a esa puta y el tipo de persona que le gusta, y tú no lo eres.

Aquel dolor en mi pecho volvió, mucho más fuerte, haciéndome marear por un par de segundos. —¿Cuál es su tipo de hombre? —pregunté.

—Sí que te gusta —dijo acercándose a mí—. Te lo diré si me prometes algo —añadió.

—¿Cómo sé que lo que me dirás será verdad? —le cuestioné.

—Mira aquel tipo: es alto, tiene buen físico, su corte de cabello es algo común, pero le queda bien, y se viste a la moda. Ahora te tenemos a ti: no eres muy alto, vistes como niño regañado, solo te dejas crecer el cabello y no tienes un físico destacable. En resumen, eres basura y ella no está en tu rango. —Por más que su forma de hablar me molestaba, sabía que tenía razón. Sentía que todo saldría mal, pero cualquier idea era buena para mí.

—¿Qué tengo que hacer para gustarle? —le pregunté, queriendo hacer un pacto con el diablo.

Ella esbozó una sonrisa grotesca que me provocó escalofríos, los cuales desaparecieron al ver lo hermosa que era. Me quedé sin pensamientos, sintiendo calma en medio de una tormenta de celos. Ella se acercaba, y yo la observaba sin poder resistirme. Mirándome fijamente a los ojos, me dio un beso leve en los labios, mordiéndolos con fuerza. Una moto pasó a gran velocidad, haciendo zumbar mis oídos. El sabor de la sangre llenó mi boca. Ella seguía con aquella sonrisa perversa. Al darme cuenta, todos nos estaban mirando. Fumio me sonrió levantando el pulgar, mientras los demás eran indiferentes a lo sucedido. Ella se acercó a mi oído y me susurró: —Por ahora, solo hazme caso.

Seguimos nuestro camino mientras me cuestionaba lo sucedido. Aquel sabor no se iba de mi boca, ni aquella sensación de sus labios sobre los míos. —¿Por qué me ignoras? Sabes que no estás a mi nivel, ¿cierto? —dijo, generándome una repulsión inmediata. Era raro: desde el momento en que la vi, sentí algo que había estado ignorando toda la noche. Un sentimiento que había guardado exclusivamente para alguien. —Te ayudaré con ella si ganas —añadió, sin borrar aquella sonrisa que me generaba asco. La ignoré, perdiéndome de nuevo en mis pensamientos. Me pregunté si Izumi había sentido aquel dolor punzante en el pecho o, al menos, un poco de celos al ver aquel beso.

Por fin llegamos al restaurante. Todos parecían normales, tras caminar media ciudad, pero yo estaba al borde del colapso y no podía dar un paso más. Al ver la fachada del lugar, supe que no pertenecía allí, que no debía entrar. Era una zona muy elegante; podía sentir cómo las personas que pasaban nos juzgaban con la mirada. Sin embargo, a los demás no parecía importarles.

El teléfono de ella sonó con aquel horrible tono que anunciaba un nuevo mensaje. Al verlo, sonrió, dandome escalofríos. Mis oídos zumbaron, haciéndome doler la cabeza por un breve momento. El sabor a sangre se hizo más fuerte, provocándome ganas de vomitar. No podía respirar. Sentí que la cabeza me iba a estallar. De repente, una moto con dos pasajeros se detuvo bruscamente a nuestro lado. Todos miramos perplejos, excepto ella, que no dejaba de sonreír. —Así te quería ver, hija de puta —gritó un hombre al bajar de la moto—. ¿En serio me engañas con ese tipo? —preguntó, señalándome. Se acercó a ella y me empujó con el hombro—. Por eso tardas tanto en responderme —añadió, agarrándola de la muñeca.

Fumio me miró e hizo una seña para que actuara. Yo solo suspiré, cuestionándome lo que hacía. —Suéltala —dije, cambiando mi tono de voz para parecer más imponente.

—¿Y tú quién eres? —gritó el hombre, acercándose a mí.

—Tu peor pesadilla —respondí.

—Qué pena —intervino Fumio.



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En el texto hay: psicolgico, romance, amor

Editado: 09.02.2025

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