A Mi Corta Edad

Tercer Capítulo

–¿En serio funcionó eso? –preguntó Jeffrey, sorprendido.

–Si, no es como que mis papás prestaran atención a lo que hago –respondí susurrando, mientras adelanto una tarea en la biblioteca– Ahora baja el volumen de tu voz o vete, recuerda que estamos en la biblioteca.

Levanto la visto, lo miro a los ojos y se va finalmente. Suspireo y me concentro para seguir con mi tarea de química, muevo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos.

Los abro y lo veo de nuevo.

–¿Y se supone que en este momento te tapo los ojos con mis manos o te beso? –pregunta burlón.

Vuelvo a una posición normal, me levanto de la silla, recojo mis cuadernos y los libros que estaba utilizando. Camino hasta la salida, pero soy detenida por ese chico.

–¿Cual es tu problema...? –fui interrumpida por él, al poner su dedo índice en mis labios.

–Hola, soy Josh O'conner, es un gusto conocerte Elisa Moore –quita su dedo de mis labios y toma mi mano para besar la.

Lo miro detenidamente y fijo mi vista en sus ojos grises, trato de descifrar que es lo que trama, pero lo único que puedo ver en sus ojos es arrepentimiento y tristeza, ruedo los ojos, ya me rendí, lleva días así, pidiéndome disculpas, diciendo que le de una oportunidad, diciendo que esta vez se va a esforzar por no ser un idiota, diciendo que no me iba a arrepentir de haberle dado la oportunidad. No me gusta que me anden suplicando, así que tendré que perdonarlo.

–Te perdono, ahora déjame caminar ¿Si?

Abre los ojos lo más que puede, ahora en ellos se veía la felicidad y la adrenalina, me abraza levantándome del piso hasta dejarme sin aire, me besa la mejilla, dejando sus labios ahí mas tiempo de lo que debía, me solta y me mira atento a mi reacción.

–Solo no vuelvas a hacer esto –él asintió frenéticamente– Tienes una oportunidad para volver a empezar, eso no significa que me agrades, pero puedes cambiar eso.

–Te prometo que no te arrepentirás –dijo volviendo a besarme en la mejilla.

Se fue corriendo por el pasillo gritando y diciendo locuras. Sin embargo, yo salí de la biblioteca, lista para seguir dando mi segunda clase de química en el día y entregar la tarea que el profesor había asignado para mañana, sin duda alguna yo era la alumna más dedica a los estudios en todo el instituto.

 

 

La vida en sí me encanta, la brisa entre mis dedos, el olor de la naturaleza y ver cada detalle del paisaje.

Creer que si se puede vivir feliz e intentar vivir feliz no es lo mismo, así que yo no hago ninguna de las dos, yo vivo mis momentos de felicidad, cuando escucho las melodías de Beethoven, cuando dibujo el viejo roble del instituto, cuando miro por la ventana del salón, cuando tomo una taza de café en mi cafetería favorita, cuando los rayos del sol entran por mi ventana y ilumina mi habitación oscura, cuando soy yo. Cosas tan simples como esas me encantan y me hacen feliz.

Así que ahora estoy pensando en ir a mi mundo, mi habitación. Le digo mi mundo a la habitación, porque yo la cree solo para mi, me explico mejor y es mejor que empiece por el principio.

De pequeña mi cuarto no me gustaba, era un horror y casi todo el tiempo mis padres me encerraban ahí, poco a poco, mediante el tiempo, la fui modificando, construyendo la prácticamente. Mi habitación ahora es simplemente hermosa, hermosa a mi estilo, un estilo antiguo sin iluminación.

Mi habitación, expresa cada sentimiento común en mi, la ira, la felicidad y la tristeza, también expresa un toque de soledad, dándole el estilo Elisa Moore.

Tomo la taza de café entre mis manos, la acerco a mis labios y sorbo un poco. Una buena taza de café, en un buen día lluvioso, es todo es más que maravilloso.

Estoy en el sempiterno deseo de siempre estar en paz como en estos momentos, tan silenciosos, tan cálidos, tan espontáneos y tan desgraciadamente cortos.

Fugazmente, viene a mi mente lo sucedido con Josh en la biblioteca. Nunca había visto a un chico tan insistente como él y tan descarado. Nunca había visto unos ojos tan hermosos como los de él, eso sería lo único que me gusta de él.

Escucho como abren la puerta del local y por curiosidad volteo a mirar al nuevo cliente, al nuevo y único cliente. Me encuentro con un hombre, que con una capucha tapa su cabeza y parte de su rostro, haciendo imposible que pueda saber quién es o que pueda mirar su rostro.

Me levanto de la silla, tomó mi delantal y me dirijo a la cocina, para dejar ahí lo que había ensuciado. Mientras vuelvo a mi posición de trabajo, le sonrió a Margaret, la cual está junto a la caja registradora.

Cuando vuelvo a mi posición de trabajo, que es justo al frente del mostrador, me fijo en el nuevo cliente, quien me mira fijamente, con sus hermosos ojos azules grisáceos.

Me acerco a él, mientras que en su rostro se formaba una sonrisa de oreja a oreja; literal. Ruedo los ojos, ya no puedo ignorarlo.

–Buenas tardes, señorita –se levanta de la silla, toma mi mano y la besa.

–Tienes que dejar de hacer eso, te ves muy ridículo haciéndolo tan seguido –aparto mi mano de la suya– ¿Puedo saber que vas a pedir?

–Pues, quiero dos muffins –señala del menú, la oferta del día (pide un muffins y el segundo la casa lo invita) una buena oferta– Y también quiero que te sientes conmigo a comerte uno de los muffins.

Miro a Margaret, que está atenta a la conversación y ella asiente con la cabeza, mientras que yo me niego, me muestra una bandeja con dos muffins y yo desisto.

Camino hasta el mostrador, agarró la bandeja, Margaret me sonríe y vuelvo donde Josh. Dejó la bandeja en la mesa, me siento y lo miro.

–Sé que eres la alumna más sobresaliente de todo el instituto y que te subieron de nivel dos veces, entonces ahora tienes 16 años, ¿no?

Deja de mirar su muffins y me mira, le da un mordisco a su bocadillo, comienza a saborear su postre y luego mira a Margaret, la cual le sonríe y él le muestra el pulgar.




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