Mi papá y mi mamá nunca se habían interesado al 100% de mí, siempre fue mi abuela la que me cuidaba mientras mis papás trabajaban, ella me decía que trabajaban todo el día para que yo creciera con todo lo que necesito ¿Por qué será que siempre dicen lo mismo? Está muy claro, no tenían ningún interés en que yo fuera su hija. Después aprendieron a quererme de una manera rara.
Mi abuela fue mi fuente de luz, mi camino y mi apoyo, hasta que se murió, un día la fui a despertar la para ir a nuestro paseo de todos los sábados, pero no reaccionaba, me asusté mucho y solo llore.
Al final mis papás llegaron y llamaron a una ambulancia, mi mamá lloraba junto a mí, abrazándome, yo estaba entre feliz y triste, mi mamá me estaba abrazando de una manera que pocas veces lo hizo, pero mi abuela me había dejado.
Me sentí culpable por sentirme feliz, pero a la final mi abuela iba a estar en un lugar mejor, ella siempre me hablo de este momento, de que aun así no me iba a dejar sola, siempre iba a estar para mí. Me hubiera gustado preocuparme mucho más por su salud, ella se veía totalmente sana, pero la vida me hizo una jugado de muy mal gusto.
Algo que mis padres nunca supieron fue que mi abuela me dejo toda su herencia, ella era una mujer que siempre conseguía las cosas con el sudor de su frente, pero era la mejor ahorrando.
Me enseñó que el dinero solo esa una hoja o un metal, pero que la vida nunca podía ser fácil, que había que conseguir todo honradamente, que aún teniendo todo el dinero del mundo, nunca dejará de ser humilde, que nunca olvidará mis principios.
Mi abuela fue la mejor persona que conocí en mi corta vida, mi abuela fue mi vida, mi motivación a seguir adelante, a no perder el control y no dejar mi camino.
Lo único que no supo enseñar me, es a ser fuerte. Después de año aún sigo llorando su muerte, siempre Margaret me consuela, pero solo logra calmar un poco mi llanto.
Margaret también a sido una madre para mi, tengo dos maravillosas madres, una en el cielo y la otra conmigo, tratando de apoyarme.
Remuevo mi cabeza para poder estar cómoda en el regazo de Margaret, quién paso sus dedos entre mi cabello. Estábamos aún en la cafetería, pero ya habíamos cerrado, después de terminar de hablar con Josh limpié todo y dí por terminado el día.
Después de la confesión de Josh hubo un silencio silenciador, el peor de los silencios, no sabía que decir, entonces evadí el tema, preguntando sobre su vida y después de un rato se despido. Terminé de limpiar y cerré el local.
Me pregunto si es verdad lo que decía, una parte de mi dice que esta siendo sincero conmigo y la otra me dice que quiere jugar conmigo, en realidad ya no sé ni que pensar.
–Elisa ¿Quién era el chico de hace un rato?– Pregunta Margaret, con tanta curiosidad.
Me levanto de su regazo y la mire a los ojos, si yo fuera ella tuviera mucha curiosidad.
–Es un chico que se supone quiere ser mi amigo y eso es muy raro –ella asinte dando me la razón y yo proseguí– Ademas, la primera vez que me hablo, me juego una broma de muy mal gusto, le dije que no se me acercará y demás, pero el chico ha sido muy insistente pidiendo que lo perdonará y que le viera una oportunidad para que nos pudiéramos conocer, era tan fastidioso que lo perdone y le di la oportunidad. No lo hubiera hecho.
Margaret se mordía los labios para aguantarse la risa, claramente yo la miraba confundida, no le veía nada de gracioso con lo ocurrido, pero ella no aguanto más y estallo en carcajadas, su risa era hermosa, antes no la había visto tan alegre, aun seguía confundida, pero, alegre.
–No entiendo –dije con el ceño fruncido y una sonrisa.
Ella se tomo su tiempo para poder hablar sin reírse, los ojos se le veían llorosos, de seguro era por tanta alegría.
–¿Sabes como se conocieron tus abuelos? –negué con la cabeza y ella me sonrió nostálgica, tomo un poco de aire, ya me había dado cuenta que esto iba a ser una historia interesante– Tu abuela y yo eramos un dúo, nunca nos separábamos, pero un día me enferme y tu abuela tuvo que ir a la escuela sola. Yo sabía que un chico, llamado Peter, gustaba de ella, pero Peter no se había acercado a ella, por miedo, hasta el día que yo me enferme, se digno a acercarse a tu abuela. Ella era antisocial, solo hablaba conmigo, pero lo peor que pudo haber hecho el chico, fue hacer le una pequeña broma. Antonella me reprendió ese día, me dijo que nunca en nuestras vida yo me iba a enfermar, que si lo hacia ella iba a ser mi enfermera. Fue muy gracioso cuando ella me contó lo que había echo el chico y ella me fulmino con la mirada para luego reírse conmigo.
–¿Que quieres decir con eso? –pregunto con el ceño más fruncido.
–Que tu historia esta comenzando como la de tu abuela –unas gotas de lágrimas amenazan por salir de sus ojos color ámbar.