A Mil Latidos.

5. RHYS

Laila no habla mucho, pero cada palabra suya tiene peso. Es distinta, no le importa si le sonrío o no, no intenta impresionarme y mucho menos aparenta algo que no es para agradarme. Es como si su atención fuera algo que uno debe ganarse y eso me gusta.

No entiendo por qué, pero me siento cómodo con ella. Me siento como si hablara con Caleb, pero con cerebro, con ella no tengo que fingir... que todo está bien.

De camino al salón de clases, Caleb me dice que va al baño por lo que asiento y continuo hasta llegar.

Veo a Laila parada en el marco de la puerta con sus manos cubriendo su rostro, la sonrisa se borra de mi cara cuando veo todo el desastre.

Nunca me había sentido tan impotente.

Sentí una furia silenciosa, de esas que se acumulan en el pecho y te quema por dentro porque sabes que alguien que no lo merece está sufriendo. Mucho peor saber que con toda mi influencia, estuve mirando para otro lado.

Cuando vi a Laila llorando esta mañana, me sentí una completa basura. Ella, la chica con los ojos más lindos y tranquilos del salón, la que siempre tiene respuestas correctas, la que habla bajito y se sienta en la última fila cerca de la ventana como si no quisiera molestar a nadie… rota y yo… impotente.

No podía quedarme callado, sabía quién lo había hecho,
todos lo sabíamos, pero seguramente nadie haría nada como siempre.

Los becados pasaban por este tipo de acoso y yo solo me hacía el ciego por no involucrarme en más problemas de los que ya tenía en casa, pero se acabó.

Después de clase fui directo al patio trasero, donde siempre se reúnen las víboras, las tres mosqueteras del drama: Vanessa Leclerc, Kendra Soto y Ashley Larkins.

Vanessa, por supuesto, es la arpía que encabeza el club, la líder. Es hija de dos abogados millonarios, siempre lleva el uniforme entallado, sus accesorios de la última tendencia y los labios pintados como si posara para una revista. Tiene una sonrisa perfecta y lengua venenosa.

—Rhys Hayes en persona —dijo al verme sin levantar la vista de su espejo de cartera—. ¿Vienes a invitarme al evento benéfico de tu mamá?

—Vengo a preguntarte qué clase de basura humana hace lo que hiciste esta mañana.

Eso hizo que bajara el espejo y me mirara desafiante, Kendra y Ashley se miraron entre sí, pero ninguna dijo nada. Vanessa, en cambio, arqueó una ceja y sonrió con burla.

—¿Te refieres a la escena conmovedora de la insecto becada y enferma llorando como si el mundo se acabara?

—No te hagas la estúpida, Vanessa.

—Fue una broma. Algo de humor—su sonrisa venenosa no me pasó desapercibida—. Esa chica se lo toma todo muy en serio—rodó los ojos.

—Destruirle los libros y cuadernos, escribirle cosas terribles en el pupitre… ¿eso te parece divertido?

—Oh, vamos, Rhys. No me digas que te importa la enferma.

—Me importa y no pienso quedarme callado.

Las dos chicas a los lados de Vanessa bajaron un poco la cabeza con vergüenza, pero ella no, jamás retrocede.

—De verdad que no entiendo por qué pierdes el tiempo con una chica como Laila. Tiene una enfermedad y capaz en cualquier momento se muere, además su uniforme está viejo, ahí resalta su estatus económico, muy diferente al tuyo Rhys. Ella ni siquiera pertenece a este lugar, nosotros no somos iguales a ella y tú lo sabes.

—¿Sabes que es lo que sí sé? —repliqué—. Que tú, con toda tu “perfección”, estas podrida por dentro. Necesitas destruir a alguien como Laila dejando en evidencia su enfermedad para sentirte relevante y llamar la atención. Eso sí es patético, te falta el cerebro que le sobra a esa chica.

—Te lo advierto, Rhys. Si sigues acercándote a ella, lo va a pasar peor. Yo no tengo que ensuciarme las manos para que las cosas se pongan incómodas, sabes que solo basta con que chasquee los dedos y esa chica va a lamentar haber nacido. No estarás en todos los lugares para protegerla, apenas hoy fue el inicio y no lo viste venir—los ojos de Vanessa se endurecieron—. Así que mejor aléjate, sabes que si quieres una novia aquí estoy yo disponible para cuando me necesites, solo tienes que pedírmelo.

—Jamás estaría con alguien como tú, estas vacía Vanessa y eso solo se nota en tus sucias acciones. Una cosa si te digo, tócala y me entero que fuiste tú y da por hecho… que tus lindos y agobiantes papis, te mandaran derechito al internado en Alemania del cual jamás debiste haber salido.

Si Vanessa pensó que podía amenazarme está completamente equivocada, solo bastaría con que me acercara a sus padres y decirle de todas las fechorías que hace su linda hijita para que la manden de regreso a Alemania, ellos no consentirían algo como eso, no cuando Laila es una estudiante becada y ejemplar, todo lo contrario de Vanessa que tiene media neurona y apenas sobrevive en cada examen.

—Quizás deberían empezar a acostumbrarse —dije firme—. Porque no pienso alejarme de ella.

Vanessa me miró con desprecio, como si le acabara de escupir su mundo perfecto.

—Entonces prepárate, Hayes. Porque si vas a ponerte del lado de los perdedores… vas a perder también.

Me alejé de ahí sin mirar atrás, no me importó que me vieran enfrentándome a las chicas más influyentes del colegio y mucho menos me importó que pudieran empezar rumores. Sé que en un caso grave no voy a poder contar con mi padre de respaldo, pero tenía que aparentar que sí.




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