A nuestro final

En las alturas

El nido de los wyvernos se encontraba en la parte más alta del cañón. En esta zona, a solo unos metros de uno de los nidos más cercanos al barranco, se encontraban Francis y Gil, cubiertos totalmente de piedra, hojas y heces, difícilmente podría una persona verlos al caminar cerca de ellos, incluso si encontrarlos fuera su tare. claro está que para que una persona pudiera pasar a una distancia suficiente para distinguirlos tendría que eliminarse la amenaza de los wyvernos en las cercanías.

 

En el momento sonó un fuerte estruendo y la tierra tembló mientras ocurría un deslizamiento de rocas y tierra hacia la parte más baja del cañón.

 

Por el repentino suceso los wyvernos alzaron vuelo, buscando proteger sus vidas, cual ave asustada que abandona su nido cuando el árbol está siendo talado, claro está que comparar un wyverno con un ave es como comparar un gusano con una pantera, pero ante los movimientos de la naturaleza pocas criaturas serían más que un mero gusano, aunque este no fue un movimiento de la naturaleza, pero eso es algo desconocido para los wyvernos.

 

“Este es el momento” dijo Gil apurando a Francis a moverse

 

Actuando con prontitud, los dos intrusos se movieron rápidamente, o al menos tan rápido como el terreno movedizo y los nervios les permiten, afortunadamente los wyvernos, que habían alzado vuelo, no parecen notar su presencia; quizás era por el repentino temblor o porque al ser tantos en el aire necesitaban organizarse para evitar chocar entre ellos en el vuelo.

 

la perspectiva de los wyvernos vista desde el suelo parecía una bandada de aves intentando organizarse, poco se alegraría el espectador casual si al ver estas criaturas en detalle notara que son wyvernos, criaturas con la fuerza suficiente para destruir a un devorador cómo si de un pollo cualquiera se tratase, afortunadamente los wyvernos tienen una dieta que no incluye nada relacionado con la sociedad humana, aunque es bien sabido que son omnívoros, debido a los jinetes de wyvernos que se encuentran en la capital, es desconocida la dieta en estado salvaje.

 

Francis y Gil aprovecharon el desconcierto, bebiendo cada uno una botella de líquido naranjado y sabor horripilante, se apresuraron a agarrar un huevo cada uno y empezaron su huida cómo pudieron hacia el barranco, incluso si con el riesgo que esto suponía. 

 

Cada paso dado era impulsado por el temor avasallante que inundaba sus corazones, no podían tropezar con nada, pues la caída podría romper el huevo del tamaño de una cabeza humana, y entonces sus planes se verían arruinados.

 

<no puedo creer que me alegraba de haber sido seleccionado para esta tarea, de haber sabido esto habría rogado permanecer en el fuerte o algo> pensó Francis mientras se esforzaba por dar cada pasó entre temblores propios, del suelo y la carga pesada del huevo.

 

Aunque al principio eran casi imposibles de discernir, ahora mismo era muy notorio ver que algunas hojas y tierra se movían desde el nido hacia el barranco, aunque esto sería algo en extremo sospechoso para una persona, para los wyvernos era cómo si el desprendimiento estuviese moviendo las plantas hacia el barranco, por lo que en realidad no consideraban la idea de atacarles, aunque esto era algo que ninguno de los dos sabía.

 

Finalmente, a medida que el temblor se apaciguó, Francis y Gil se encontraban ya a unos solos metros del barranco, y los wyvernos ya se estaban organizando y volviendo a sus nidos, en cuanto se dieran cuenta de la ausencia de los dos huevos, sería su fin si aun los tenían en mano.

 

“rápido, arrójalo ahora” dijo Gil, intentando mantenerse lo más silencioso posible, mientras él también arrojaba con todas sus fuerzas, incrementadas por la bebida amarga, el huevo bastante pesado hacia el barranco.

 

por su parte, Francis no pudo escucharlo y se acercó aún más al barranco, no fue sino cuando vio un huevo volando a su lado que se dio cuenta de la orden y arrojó el suyo, para inmediatamente tirarse al suelo y rogar a los dioses que no lo vieran al hacerlo.

 

Al hacerlo, Francis pudo diferenciar una tercera figura al otro lado del cañón, un tercer hombre estaba también arrojando un huevo, solo era necesario que uno de los 4 voluntarios cumpliera la misión, sin embargo 3 lograron cumplirla, Francis pensó en cómo su mérito se vio disminuido al haber tenido un éxito tan grande y que si otro pudo hacerlo bien pudo él haberse evitado tantas molestias, pero eso ya era un tema diferente al que no importaba cuanto lo pensara no podría cambiarlo.

 

Por su parte, los wyvernos notaron prontamente la ausencia de los huevos en sus nidos y de inmediato se alarmaron todos, alzando vuelo y empezando la búsqueda, inconscientes por su parte que estos huevos se encontraban en una caída precipitada hacia lo más bajo del cañón, concretamente hacia dónde se encontraban las hordas de no muertos. Solo el sonido de un ligero crack se escuchó cuando cayeron los huevos, si bien aplastaron cada uno a uno o dos no muertos que estaban en su camino al suelo, la perdida es insignificante con el tamaño de sus tropas.

 

Los wyvernos estaban todos en vuelo, buscando los huevos, en el suelo se encontraban Francis y Gil, separados por una distancia de unos pocos metros, incapaces de decir palabra alguna por si eran escuchados o de moverse pues ahora las criaturas estaban en alerta total, rezando mentalmente a los dioses para que les protejan.

 



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En el texto hay: zombis, dioses, guerra

Editado: 16.04.2024

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