A otro perro con ese hueso (#8 Serie Refranes)

CAPÍTULO 1

FLASHBACK

- No entiendo por qué te empeñas en ser tan mala con nosotras, Isidora. Si los niños no quieren jugar contigo y María Paz, es porque ni tú ni ella no son buenas niñas, no porque nosotros les prohibamos que se acerquen a ustedes. Y te advierto que mientras más te empeñes en meternos en problemas con la Madre Superiora, más te van a odiar los pequeños. Ellos saben que todo lo que les dicen son mentiras solo para poder perjudicarnos. No son tontos como ustedes como para no saber la clase de niñas que son.

- No les hagas caso, Magda. Ya déjalas, bastante deben estar sufriendo de envidia al no ser el centro de atención de los niños, que más encima al decirles que son tontas les vas a fundir el cerebro. Ser envidiosas Y tontas, es mucho para ellas.

- Tienes toda la razón Ada. Y si a eso le sumamos las 4M, “metiches, mandonas, manipuladoras y mentirosas”, termina siendo el combo perfecto para el odio de todos. Solo con los que son iguales a ellas hacen “buenas migas”. Ahí ven, la Madre Superiora, Sor Caridad, Sor Piedad y el trío de hostigadores son los únicos que las aguantan porque están cortados por la misma tijera.

- Ya basta Ema, es suficiente. No creo que logren procesar todo lo que les hemos dicho, ni mucho menos que cambien su forma de ser. Pero algún día se darán cuenta que seguir siendo así solo les traerá grandes problemas y dolor.

 

“Si tan solo me hubiera dado cuenta a tiempo que esas tres niñas tenían la razón, mi vida habría sido diferente. Tal vez debí acercarme a ellas e imitar un poco la bondad que manifestaban al resto y haberme esforzado por mejorar en todas aquellas áreas en que estaba fallando. Quizás Vicente ……” – Pensó Isidora al tiempo que un profundo suspiro se le escapaba desde el fondo de las entrañas.

Isidora estaba rememorando con tristeza su niñez en el orfanato. Era cierto que había sido toda una molestia, ella y su amiga María Paz. Vivían metiendo en problemas con las religiosas a sus némesis, Magda, Ada y Ema. Y es que en ese entonces las odiaba. Ellas eran tan lindas y simpáticas con todos, que los niños siempre iban a la siga de ellas para jugar o regalarles florecitas que cortaban del jardín, o simplemente para recibir de ellas un abrazo de cariño. Ella quería eso, pero su personalidad era tan borde que alejaba al resto, excepto a María Paz, quien llegó a ser la horma de su zapato.

Las dos muchachas se ganaron la antipatía de casi todos los niños que allí vivían. Solo tres de ellos las aguantaban, más por conveniencia que por cariño, además de las tres religiosas con más rango del orfanato, quienes tenían en ellas la vocería de cuantas cosas hacían los “endemoniados” niños que, según ellas, desordenaban el ambiente del lugar.

Fueron años difíciles en sentido emocional. Vivir sintiendo odio por los demás y sintiéndose odiada por los mismos, solo le hizo aumentar ese mal sentimiento como si fuera una bola de nieve que aumentaba cada vez más a medida que pasaba el tiempo. La separación con María Paz debido a su adopción no le hizo las cosas más fáciles. Menos mal que contaba con el “cariño” de la Madre Superiora y las otras dos religiosas. Gracias a eso, el último año en el orfanato no se sintió tan solitario.

Distinto fue al ir a parar al centro juvenil una vez que cumplió la edad para ello. A diferencia de Magda y Ada, que fueron al mismo lugar, a ella la enviaron a un centro diferente, sin nadie más del orfanato. La soledad hubiera causado estragos si María Paz no se hubiera dado el tiempo de visitarla casi todos los fines de semana. Y aunque se podría pensar que la soledad hace cambiar a las personas, Isidora seguía siendo tan odiosa como siempre, por eso con el único que se relacionó de manera amistosa, si se puede decir de esa manera, fue con un joven un par de años mayor que ella llamado Santino, de quien su amiga María Paz se enamoró perdidamente. A ella no le interesaba Santino románticamente hablando. Era guapo, lo reconocía, pero a diferencia de su amiga, ella veía todos sus defectos y no estaba dispuesta a pasarlos por alto solo por la belleza que representaba ese muchacho.

Cuando fue adoptada se sintió ……digamos que …… ¿feliz? En algún momento pensó que correría la misma suerte de Santino, que al cumplir la mayoría de edad tuvo que dejar el centro y empezar a velar por sí mismo sin la ayuda de nadie. Pero afortunadamente ese no fue el caso.

Aunque si lo pensaba bien, no sabría decir si fue realmente afortunada. No podía negar que el matrimonio la trataba con cariño y esmero, pero el sentimiento que los motivaba para hacerlo era el problema. Para ellos, Isidora era una inversión. Aburridos de tener un pasar mediocre en la vida, vieron la posibilidad de cambiar su suerte haciéndose con una hija realmente hermosa que fuera capaz de atrapar un buen partido que les brindara un futuro económico mejor.

Isidora se enteró de ello y bien poco le importó. Es más, decidió sacar partido de dicha información. Si ella era una simple inversión al menos exigiría que se le diera todo lo que ella pidiera, total, después de conseguir un matrimonio ventajoso, les daría a sus padres una buena porción de la riqueza que tendría y se desentendería para siempre de ellos.

Fue así como la personalidad de Isidora se hizo además ……caprichosa.

Los años pasaron e Isidora obtuvo cuantas cosas quiso. Ropa de última moda y buena marca, viajes, un buen auto e incluso una carrera en la universidad, lugar en donde podría conocer al prospecto de marido que ella y sus padres buscaban.




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