A otro perro con ese hueso (#8 Serie Refranes)

CAPÍTULO 4

- No te asombres con mi familia. Ellos son muy cariñosos. En especial mi mamá. No es que mi papá no lo sea, también lo es, pero mi mamá le gana. Mi hermano tampoco se queda atrás. Juntos son la ternura y cariño personificados. Déjame que te cuente un poco acerca de ellos. Mi papá es dueño de varias hectáreas de viñedos. Él es Viticultor. Al principio, solo exportaba las uvas, pero todo cambió cuando mi mamá quiso sacar más partido de nuestras vides. Por eso, ella misma estudió para ser Vinicultor, que no es lo mismo que Viticultor. Mientras mi papá cultiva las vides, las guías, las podas, las mima, las cuida de enfermedades y plagas, mi mamá, se encarga de elaborar el vino que producimos.

- ¿Es por eso que tú estudias Enología? – Preguntó Isidora.

- Sí. Mi hermano y yo estudiamos carreras relacionadas al rubro. Mi hermano es Ingeniero Agrónomo. Él trabaja codo a codo con mi papá asesorándolo. Sabe cómo mejorar los cultivos, por ejemplo, atendiendo a las propiedades del suelo, a sus nutrientes o a la relación con las raíces. Como yo no me quería ensuciar mucho mis manitas, decidí estudiar Enología, de esa forma coordino, superviso y asesoro todo el trabajo que hacen los tres. Aunque estoy por terminar la carrera, ya estoy trabajando en las viñas. Por eso vengo todos los fines de semana, o casi todos. Es vital que me encargue de todo el proceso, desde que se planta la vid hasta que el vino se comercializa en el mercado, sin descuidar su conservación y calidad. Es mucho trabajo, pero recompensa con creces.

- Qué interesante. Hay todo un mundo detrás de una copa de vino.

Isidora había estado inquieta. Estaban por llegar a la casa de campo de Cecilia y notaba que su conversación con respecto al negocio familiar solo era para quitarle un poco los nervios. Quería mantener su mente alejada de los pensamientos dolorosos que estaba sintiendo y lo agradecía porque estaba resultando.

Cuando bajaron del auto, los padres de Cecilia estaban esperando en la puerta.

- Siempre hacen lo mismo. Me esperan afuera de la casa como si hubiese pasado una eternidad que no me ven. – Se rió Cecilia.

Ambas se bajaron del auto. Mientras Isidora se quedaba de pie al lado de la puerta del carro, Cecilia corrió a los brazos de sus padres. Isidora envidió la escena, claro, ya no de mala manera como hubiera sido antes, sino con anhelo, habiendo deseado que los sentimientos de aquellos que fueron sus padres hubieran sido sinceros y no interesados.

Cecilia presentó a Isidora con sus padres. Isidora los saludó con timidez y bajó su rostro por la vergüenza que sentía al tener su rostro aún muy mal herido. La madre de Cecilia, Doña Aurelia, la abrazó con ternura y acarició sus mejillas luego de darle un beso en cada una de ellas.

- Es un gusto conocerte, Isidora. Ven. Vamos adentro. Tengo algo que te gustará. – Doña Aurelia la tomó del brazo y se la llevó dentro. Isidora estaba asombrada por la muestra de cariño de la mujer. El padre, Don Raúl, también había sido amoroso. La había saludado con un breve abrazo y se encargó de llevarle la maleta a la habitación de huéspedes.

Llegaron los cuatro a la sala de estar de la casa. Doña Aurelia le sirvió una copa de vino, del que producían ellos mismos. A Isidora le supo divino. Estaba riquísimo. Y no es que tuviera mucha cultura etílica, pero al menos entendía y aseguraba que ese vino era delicioso.

- ¿Y Matías? – Preguntó Cecilia al no ver a su hermano venir a recibirla como siempre.

- Está “combatiendo” una plaga que apareció en una de las vides. Afortunadamente, la notamos a tiempo, así que no creo que se extienda hacia otras plantas. – Le contestó su padre.

- ¿Alguien preguntó por mí? – Dijo el aludido apareciendo en la sala de estar mientras se desdoblaba las mangas de su camisa. Se había lavado las manos antes de ir a saludar a su hermana.

_ ¡¡Mati!! – Lo saludó Cecilia con un fuerte abrazo que él devolvió con la misma intensidad.

- Hola, mi pequeña ciega. – Dijo Matías. – Le digo así porque su nombre significa eso, “pequeña ciega”, además porque de pequeña usaba lentes. – Le dijo a Isidora al ver el signo de interrogación en toda su cara.

- Mati, te presento a una de mis mejores amigas, Isidora. Yo le digo Isi. Es compañera de universidad, bueno ……era. En fin. Isidora, éste es mi hermano Matías, a quien de cariño, como te habrás dado cuenta, le digo Mati. Tú puedes decirle como quieras.

Matías se acercó a Isidora, le dio un abrazo fugaz y le besó la mejilla suavemente, presintiendo el dolor que debía sentir la chica en vista de las heridas que tenía. Isidora se quedó helada. Se sentía absolutamente cohibida. Cecilia al notar su incomodidad, le sugirió que fuese a darse un baño y descansara, que más tarde la llamarían a cenar. Isidora estuvo de acuerdo y se retiró a su habitación, en donde se durmió casi al instante luego de un baño reparador.

En la sala mientras, Cecilia explicaba la situación de Isidora. A grandes rasgos, sin detalles. No quería violar la confidencialidad de su amiga, pero sentía que debía explicarle a su familia el por qué Isidora lucía de esa manera.

- Pobre chica. – Dijo Doña Aurelia. -Qué malos padres le tocó. Yo jamás le hubiera hecho eso a una hija por muy en desacuerdo que esté con su decisión de marido.

- Y ese malnacido del exnovio. Engañarla de esa manera no tiene perdón de Dios. – Acotó el padre.




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