A pesar de las diferencias

Capítulo 2

Si despertar de mal humor fuera un concurso, yo siempre sería la ganadora.
Despertarme por los gritos de Dylan y Adrian, no era de mis despertares favoritos, sin embargo, era el que me tocaba vivir todos los días.

Me tapo la cara con una almohada irritada por tener que vivir cada mañana lo mismo. Desde mi habitación se podía oír como Adrian se quejaba a mama por el hecho de que Dylan se haya comido un donut más que él. Suspiro frustrada y me quedo en la misma posición durante unos segundos hasta que las neuronas en mi cabeza se conectan.

¡Aquellos donuts eran míos!

Salto de la cama, y con él pelo despeinado, el pijama arrugado y algunas legañas en mis ojos, salgo corriendo de mi habitación en dirección a la cocina.

— ¡¿Que se supone que estáis haciendo?! —grito al llegar.

Adrian y Dylan me miran confundidos, Dylan seguía masticando mi donut, era importante resaltar que era mío, pero una vez más, aquellos niños malcriados, hicieron lo que quisieron.

— ¿Comer? —dice Dylan con la boca llena.

—Os habéis comido mis donuts —digo haciendo énfasis en la palabra "mis".

— ¿Sabes lo que es el comunismo? —habla Adrian mientras se cruza de brazos. Yo alzo una ceja sin entender lo que intentaba decir.

—Evelyn, hay que aspirar a la igualdad de clases sociales, tenemos que ser personas anti-individualistas, ser colectivistas. Hay que eliminar la propiedad privada de los medios de producción, hay que tener una sociedad autónoma —miro a Dylan sin entender ni una sola palabra, luego paso mi mirada a Adrian el cual estaba haciendo que si con la cabeza, dándole la total razón al otro.

—Oye, dejaros de tonterías —era típico en ellos empezar a hablar de un tema que no tenía nada que ver, aunque no pensaran de esa forma, ellos simplemente lo decían para conseguir cambiar de tema y salirse como siempre con la suya. Con mi madre esa técnica aún funcionaba, incluso se podría decir que también funcionaba con mi padre, pero conmigo ya no, había funcionado muchas otras veces, pero me acabé acostumbrando y aquella táctica ya no funcionaba conmigo —me vais a devolver los tres euros que me ha costado la caja de donuts.

Dylan y Adrian se miran y luego me miran a mí, en una milésima de segundo empiezan a correr obligándome a mí ir tras ellos.

— ¡Dejar ya de comportaros como idiotas! —Ellos no se detienen, de hecho les estaba haciendo gracia a aquella escena, incluso yo misma si hubiera visto algo así también me hubiera hecho gracia, pero en el momento que eres tú la que tiene que soportar a aquellos dos todos los días, hace menos gracia.

Era de esperar que al final los atrapara, cada uno me dio un euro con cincuenta céntimos, verles la cara de enfadados por no haberse salido con la suya, era simplemente satisfactorio. De hecho podría decir que, haberles mandado todo su plan abajo y haber conseguido lo que quería, compensaba completamente mi horrible despertar, que, como no, también había sido por su culpa.

El resto del día fue bastante aburrido, me había quedado en casa leyendo un libro de fantasía que me empecé hace un par de días atrás. 

Esperaba emocionada a que llegaran las siete de la tarde. Catalina y Valeria, mis dos mejores amigas, habían planeado venir a mi casa para hacer una fiesta de pijamas. Había comprado palomitas, golosinas, helado de vainilla, el favorito de las tres, y donuts, pero obviamente donuts ya no habían por culpa de mis hermanos. También compre distintas mascarillas, estaba realmente emocionada.

Llegaron las siete de la tarde, mis mejores amigas no tardaron en llegar. Rápidamente nos pusimos a organizarlo todo para nuestra fiesta de pijamas.

—Metete esto debajo de la camiseta —le digo a Valeria, ella me mira confusa.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Porque Catalina ya lleva bajo la camiseta las golosinas, y yo llevo el chocolate —le recuerdo —además, ya sabes que como mis hermanos vean toda esta comida, nos la quitarán, no dudarán ni un segundo en hacerlo.

—Ahg, está bien.

Con mucho cuidado, vigilando que aquellos dos malcriados no aparezcan, fuimos a la cocina. Mientras metía las palomitas en el microondas, Catalina y Valeria hacían la mezcla rara, que según ellas, era una gran idea. Mezclaban golosinas con trozos de chocolate, para finalmente meter allí también las palomitas.

— ¿Cojo el helado? —pregunto antes de salir de la cocina. Ellas se paran y me miran.

— ¿En serio lo preguntas? –habla Valeria.

Mientras volvíamos a mi habitación, intentamos esconder el bol con palomitas y el resto de cosas que le habían echado. Por un momento pensábamos que uno de los dos mellizos venía, pero el sonido de los pasos cesó y nosotras pudimos seguir yendo a mi habitación con total normalidad. Al entrar dejaron el bol en mi escritorio y yo fui en busca de mi portátil, de mientras ellas se estaban cambiando la ropa a su pijama para estar más cómodas.

— ¿Que serie o película queréis ver? —pregunto cuando por fin encuentro mi portátil.

—Está claro que Shrek.

—No vamos a ver Shrek, Valeria —le responde Catalina.

— ¿Vemos alguna de comedia? —pregunto, Valeria se queda callada, en cambio Catalina contesta enseguida.

— ¿Desde cuándo en las fiestas de pijamas se miran películas de comedia? Hay que ver alguna de romance, o que nos haga llorar, ya sabes, tipo el Titanic.

—Violet y Finch —respondo enseguida— si no lloras con esa peli, literalmente no tienes sentimientos.

Ella aceptó mi propuesta, Valeria aún seguía pensando que era mejor ver Shrek, pero Catalina no cambiaba su respuesta.  

Las tres nos sentamos en mi cama, en mis piernas estaba el bol, del cual Catalina comía felizmente, y Valeria tenía el bote de helado de vainilla. La película empezó, pero no duramos ni cinco minutos viéndola pues Caty (el apodo que utilizamos de vez en cuando para llamar a Catalina) nos empezó a explicar qué tal le iba con su novio.



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En el texto hay: romance, humor amistad amor

Editado: 04.09.2021

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