A Primera Vista

17. Todos tienen secretos

¡¿En qué me he convertido?!

O mejor dicho, ¿en qué momento me convertí en esto?

Me levanto de la cama dispuesta a iniciar un nuevo día laboral, ya estamos cerca de cerrar la semana, ayer estuve todo el día sola y comencé a armar el plan de comunicación en base a las métricas e información que me facilitó Luc, pero este es un día diferente porque lo estoy iniciando con una sensación extraña y es que tengo una sensación en el cuerpo un tanto intrusiva.

Tengo una punzada de culpa atravesando mi sentido de la razón, mirando el reflejo que me devuelve el cristal que tengo delante.

El espejo me tiene medio frustrada, pero lo termino por ignorar y acciono con el día de hoy aún sosteniendo a Sebastián en mi cuerpo, en mi cabeza, en las sensaciones que me recorren a flor de piel con cierta fascinación con la cual me cuesta llegar a cierta concentración.

Sebastián me devolvió temprano, pero no me he levantado a un horario demasiado útil considerando la cantidad de mis obligaciones. 

Incluyendo al vil idiota que tengo por mentor y me recibe en cuanto atravieso las puertas vidriadas de la oficina.

—¿Ejem…hola?

Luc, con su aire despreocupado y una camisa blanca ajustada a la cintura de su pantalón que resalta su cuerpo musculoso y su totó redondo y duro como manzana, parece salido de las páginas de una revista de moda. Sus ojos, intensos y profundos, centellean con un toque de misterio puestos en una cámara puesta en un trípode en alto. Es imposible ignorar su atractivo, que parece haberse multiplicado desde el día anterior.

Me levanta la palma de una mano en gesto de que me mantenga en silencio o quieta. Entra el sol de lleno por los cristales y no entiendo qué estará haciendo.

—Ponte aquí.

Hay una banqueta en alto donde está apuntando la cámara.

—¿Aquí?—le pregunto, acercándome a la banqueta. 

Un ligero nerviosismo se apodera de mí al darme cuenta de que la escena podría estar siendo registrada.

—Un poquito más a la derecha.

—¿Estás estudiando cine?

—Estamos grabando nuestro documental.

—¿Q-qué? ¿Documental de qué?—pregunto, riendo, llevándole la corriente a la locura que se acarrea este loco.

—Sobre nuestro trabajo.

—¿Lo que hacemos en la empresa?

—Ajá.

—Un momento, ¿me estás grabando?

Suelta una risita y deja de grabar. Acto seguido hace algo como si se enviara a sí mismo el vídeo al móvil y lo editara.

—No he cedido los derechos de imagen sobre mi persona—le digo en cierto modo con seriedad—, de hecho, no soy muy de grabarme para las redes, menos aún un documental.

—Cuando te haga viral me lo agradecerás.

—Jamás pedí un autógrafo a nadie—le contesto, obviando la vez que le pedí una foto enloquecidamente a los doce años a mi artista pop favorita haciéndole guardia en el hotel donde estaba quedando para un show.

—Te lo pedirán a ti.

Suelto una risita y me enseña el video que acaba de editar hace un momento. Es vertical, como si estuviese listo para lanzarlo como un reel y capto de inmediato la esencia.

—Es casi un vídeo de The Office adaptado a redes sociales—le digo, asombrada por la idea.

—Es bueno, ¿no?

—Mmm, ¿no te reclamarán derechos de autor desde la productora de The Office?

—Dónde está escrito que son los dueños de esta manera de grabar, eh.

—No sé mucho al respecto.

—Yo sí, ya hemos averiguado con la abogada de la empresa ayer, está todo en orden para empezar. Tengo otras ideas, ayúdame a grabarlas.

—¿Esto es lo que estaban grabando ayer?

—No, de hecho, tú acabas de grabar el vídeo que abrirá todo con el “¿lo que hacemos en la empresa?” y ya la gente picará por querer saber si somos realmente una empresa y ahí bum, sale el rubro.

O es una locura muy bestial o puede que en verdad esté buena la idea. Creo yo que sí picaría de la curiosidad si viera algo así.

—Ayúdame a grabar, tengo algunas piezas de contenidos guionadas—. Me señala la impresora con unos papeles que acaban de salir.

—¿Dónde vamos?

—Por las oficinas.

Le sigo la corriente.

—Entonces, ¿no seguiremos el plan de comunicación?

—Probaremos con este modelo también.

—Tendré que darle otras vueltas.

—Se pueden combinar.

—Sí, eso sí.

—¿Y qué grabaron ayer?

—Publicitarios para TV y otros para YouTube, horizontales.

—Modelo PESO. Payed.

—Veo que alguien estuvo revisando los planes de trabajo.

—Completos, sí.

—Me alegra verte activa.

—Seguiremos por acá, en Gestión de Ventas, serán los que mejor adhieran a la propuesta.

—Saben de marketing.

—Son divertidos.

Antes de entrar para interrumpir a los chicos y dar marcha al plan un poco desquiciado de Luc, una parte de mí intenta buscarle fisuras a su discurso para poder hacerlo caer, no sé cómo confiar ni cómo seguirle a una persona así si es que Sebastián estuvo en lo correcto todo este tiempo.

—Luc, aguarda.

Se detiene y me mira.

—Quería decirte que empecé a leer el libro que me regalaste. Gracias, no tenías que hacerlo, no quiero seguir desvalijando tus locales.

—Descuida, es un regalo. Y me alegra saber que lo estás leyendo.

—No está bueno cuando leen cosas que regalas, ¿verdad? Más cuando viene del local que es de uno mismo, ¿no?

Insisto y me mira con rareza.

—Sí, claro. Supongo. 

—Luc, ¿es verdad todo lo que dices?—se lo digo sin más y caigo en la cuenta de lo violento que ha podido parecer.

—¿Eh?

—Digo… Que vas en serio con este plan—doy marcha atrás con el plan.

—¿Tiene pinta de que no va en serio?

—No quise decir eso…

—Vamos, a la salida te llevo a otro lugar. A la noche.

Parpadeo, asombrada con la idea. ¿Sigue terriblemente loco y no es buena idea llevarle la contraria por lo que las otras personas también le llevan con eso de “jefe” o Sebastián me estuvo mintiendo y no fue Luc en verdad?




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