A Primera Vista

21. Si no es uno serán dos

Tras cepillarme los dientes, decido darme un baño para quitarme un poco el olor a humo y los restos de la noche que aún tengo impregnados en el cuerpo. Allá afuera está cerca de amanecer y entre Sebastián y Luc está a punto de desatarse una batalla que estuvo latente durante cierto tiempo y está más complicada que los licántropos enfrentando a los Cullen en la saga de Crepúsculo. Por un lado estaría el Team Luc que lo describe en tanto un chico de la noche, amable aunque ácido, sarcástico y atractivo, joven, de la noche. Mientras que de parte de Sebastián, me encuentro a un hombre un poco más adulto en edad, un tanto más serio, muy sexy a su manera y con todas las de ganar en su personalidad comparando que exhala prestigio y autoridad por los poros.

Al salir del baño envuelta en una bata de baño, me detengo en el pasillo donde escucho que Sebastián y Luc están hablando.

Sé que no está bien andar de chismosa, pero ahora que me está abandonado el efecto del alcohol y la marucha, mis sentidos están un poco más despejados mientras escucho a esos dos hablando.

—No puedes hacer eso y pretender que no haya consecuencias—le dice Sebastián. Puedo notar desde donde me encuentro que está de brazos cruzados afirmado contra la puerta de entrada mientras que Luc yace despreocupado en el sillón. Por las dudas me oculto así no me pillan, el enigma de las tensiones que hay entre ellos me resulta más jugoso aún que el final de Alas de Sangre cuando ese libro estuvo pegado en tik tok y lo leí en medio del hype con las tendencias que levantaba y vaya que estuvo suculento ese libro, más caliente que fuego de dragón.

—Vamos, hombre, estás hablando estupideces.

—La dejaste sola. Tus amigos le invitaron sustancias y la embriagaste, no paraba de tomar alcohol, ¿en qué estabas pensando, Luc?

—¿Acaso eres mi padre que vas a retarme?

—No te estoy retando, te estoy advirtiendo que podría denunciarte y meterte preso con un chasquido de dedos, Luc.

—Desde que llegué a Punta que no te caigo, ¿verdad?

—No tienes por qué caerme en gracia.

—Lo de Valentina solo es una excusa para echarme las broncas, ya dime la verdad, ¿qué hice para que me odies tanto?

—Yo tampoco te caí en gracia desde un primer momento, tampoco lo deseo. Solo me tienes que respetar como autoridad que soy de la compañía que te ha contratado.

—Formalmente no soy un empleado sino inversor. Tengo acciones y horarios, pero fui convocado para levantar el negocio, señor Autoridad.

—Respétame.

—Sí, papi.

Creo que se me escapa una risita de la garganta al escuchar la manera en que Luc trata con su característico sarcasmo a Sebastián. Pero esa risa involuntaria decanta en un mal plan porque me obliga a salir y evidenciar que estoy aquí.

—Valentina—dice Sebastián, volviéndose a mí.

—¿Cómo te sientes?—me pregunta Luc.

Me llevo una mano a la cabeza.

—Aún un poco mareada.

—No será bueno que duermas sola si aún estás borracha—comenta Sebastián, a lo que Luc reacciona con una risotada y contraataca:

—¡Ja! ¿Entonces dormirá acompañada? ¿Contigo?

—Si ella lo permite…

—Tú lo dijiste: está borracha. No debería acostarse contigo que estás sugiriendo algo así, pervertido depredador.

¿Qué? Oh, claro. Luc nuevamente siendo Luc.

—Eres un imbécil—añade Sebastián—. Realmente no entiendo cómo eres tan bueno en lo que haces, evidentemente tus capacidades intelectuales no tuvieron otras oportunidades en tu raciocinio.

—¿Siempre usas palabras tan difíciles, papi?

—Deja de llamarme así, carajo. —Sebastián camina para incorporarse frente a Luc, mientras que este no se queda sentado en el sillón sino que le hace frente.

—¿En serio van a hacer esto?—intercedo—. Sé que esta batalla que tienen entre los dos no tiene que ver conmigo, probablemente nunca se hayan caído bien el uno al otro, pero les ruego que se vayan y me dejen sola si van a estar así.

—Por mucho que me pese, el idiota tiene razón—intercede Luc—: No puedes estar así, en ese estado, sola. Puedes vomitarte encima.

—O convulsionar—añade Sebastián a lo que su contrincante retruca:

—¿Por qué convulsionaría?

—Porque tus amigos la drogaron.

—Solo fumó unas flores, no veo por qué eso la haría convulsionar.

Sebastián me mira y es directo:

—¿Eres epiléptica o tienes efectos reactivos a las drogas? Especialmente cuando se trata de marihuana combinada con alcohol.

—Hasta donde yo sé, no lo creo.

—Ya ves—se vuelve a Luc—. No lo sabe.

—Entonces lo único probable es que pueda vomitar o ahogarse, no veo mayor mal y mis amigos no tienen nada que ver, jamás haría algo que ponga en riesgo a Valentina ni a ninguna mujer, carajo, de qué hablas.

—Eres un patán, no sé de qué eres capaz.

—Te molesta que yo sea mejor que tú en el rubro.

—Claro, por eso tienes la misma fortuna que yo he sabido hacer.

—Tienes casi diez años más que yo.

—Y más dinero.

—Espérame a que te alcance, será antes de lo que puedas apostar y lo sabes, por eso me tienes miedo, Sebitas.

—¡Ya basta los dos!—esta vez no los aguanto y suelto el grito consiguiendo que aflojen con ese tire y afloje de niños competitivos; aún así hay algo que me queda dando vueltas y es la edad de Sebastián y es que jamás hubiese juzgado que al final tenía casi cuarenta si es que las palabras de Luc llevan razón—. Ninguno de los dos se puede quedar porque la dueña del apartamento no está y no tengo permitido ingresar visitas, así que los dos deberían irse. Ahora.

—Valentina, es cierto que es peligroso que duermas sola, sobre todo si no has fumado ni te has emborrachado antes—debe reconocer Luc.

—Déjame ayudarte—insiste Sebastián—. No me perdonaría jamás si te pasa algo.

—Vuelve con tus amigos viejitos como tú y déjanos en paz—le pica Luc.




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