A Primera Vista

22. Extasiada

Me hicieron caso y me cuesta creer que haya podido ser así.

Al llegar al hotel, somos recibidos por un personal que parece haber salido de una película de alta sociedad. Las luces suaves del vestíbulo y el aire impregnado de elegancia nos guían hacia la suite, donde la extravagancia alcanza su punto máximo.

La habitación es un derroche de lujo, con detalles dorados y una cama que parece tener dimensiones propias. Entre risas, decidimos que la única manera de finalizar esta noche tan singular es acomodándonos todos juntos en esa cama majestuosa.

—Esto de acabar la noche en una cama que no es la mía me hace pensar que estoy con malas juntas—bromea Luc, lanzándose sobre la cama con una risa contagiosa.

Sebastián y yo seguimos el ejemplo, acomodándonos en la cama de manera tan absurda que cualquier fotógrafo de comedias románticas poligámicas se sentiría tentado a capturar el momento.

Me incorporo al medio, sintiendo a flor de piel la necesidad de dormirme. Ni siquiera me quito la ropa, pero Luc procede a quitarse la camiseta.

—¿Te molesta, Valentina, si…?—dice mientras la luz tenue del cuarto se cierne sobre su cuerpo bien trabajado.

Si estuviera sola accedería a manosearme, pero tampoco es que sea la primera vez que lo veo en cueros. Imagino que la gente que vive en la playa, en algún momento, tarde o temprano termina conociendo a todos los que tiene alrededor en traje de baño o al menos sin camiseta.

—No, no me molesta—digo, cayendo en la cuenta de que me estoy relamiendo los labios.

—A mí sí, Luc. ¿Puedes dejar de hacer el ridículo y vestirse?—suelta con acidez el amigo de mi jefe.

—Déjalo, no hace daño a nadie—le digo con la voz queda y mis ojos se posan directo en el cuello abierto de su camisa que tiene varios botones desprendidos—. De hecho, si quieres tú también puedes quitarte la camiseta.

Creo que me mira con gesto de “¿te volviste completamente loca?”, pero accede arrastrando los dedos hasta los botones de su camisa y se deshace de ellos.

Yo me he vestido para llegar hasta acá, me he puesto ropa cómoda porque no iba a salir en toalla del apartamento compartido que estoy rentando, sin embargo, ahora sí que quiero estar a la par de ellos.

Así que me siento en la cama, me quito la blusa que llevo encima y la arrojo a una esquina de la habitación.

Cuando me vuelvo a ambos, descubro que están cada uno en un extremo de la cama, observándome con ojos atentos.

—¿Todo va bien?—digo, quedando en corpiño delante de los dos.

—De maravilla—Luc.

—Sí. Bien—Sebastián.

Y les dedico una sonrisa antes de meterme finalmente en cama con estos dos. Primero girada de un lado, abrazando a uno y sintiendo al otro haciendo cucharita conmigo por detrás, luego del otro lado, no consigo decidirme, me siento vilmente excitada, pero sé que mañana la Valentina que llegó a este lugar completamente lúcida y sobria se va a arrepentir por haber hecho esto o aún peor, por haber provocado que ellos hagan esto.

Espero que no me castiguen en mi trabajo.

Aún así, decido deslizar las preocupaciones por mi conciencia como resbaladizas y con el amanecer marcándose en el horizonte a través del ventanal con el blackout semiabierto, me dejo caer en un sueño profundo que mi cuerpo clama con fuerza por descansar.

Ha sido una maravillosa primera semana laboral.

Pero el descanso se me va en un santiamén, ya que pasan unas cuantas horas en un chasquido de dedos cuando vuelvo a abrir los ojos y descubro que las cortinas están bajas, pero la cama yace demasiado grande sin nadie más que yo misma alrededor y el ruido de una ducha andando en el baño.

¿Luc? ¿Sebastián?

Mi cabeza desvaría mientras arrastro mis pies fuera de la cama y me encamino hasta el baño, que tiene la puerta entreabierta y la empujo con la fantasía y la pasión ardiendo como fuego incinerando todo en mi interior.

—¿Sebas…?—murmuro y el vapor del agua caliente me acaricia con suavidad—. ¿Luc? ¿Qué hacen…acá…?

Termino de empujar la puerta y me clavo al suelo, de frente al vidrio empañado de la mampara de la ducha andando.

Definitivamente el calor que ardía dentro de mí termina por estallar con intensa adrenalina y delicioso éxtasis en mis venas.

 




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