A Primera Vista

27. Tensión textual

—¡Se hizo viral!—le doy la noticia a Luc mientras regresamos de grabar nuevos “episodios” para nuestra pseudoserie al estilo The Office.

—¿Otro?

—¡Este aún más, mira!

Antes tuvimo un vídeo con 500K y el promedio de los videos ronda las mil y las diez mil reproducciones ahora, sin embargo, este vídeo que lanzamos el viernes acaba de hacer una marca de 1,6M de reproducciones y por la tarde debo hacer el informe de cómo se han movido las métricas de nuestro alcance.

Le enseño lo que está generando y ambos celebramos con un inesperado abrazo. ¡Rayos, qué hago, mostrando un gesto de aprecio con mi enemigo!

O sea, está bien, no es mi enemigo. lo respeto en tanto mi mentor, pero luego de todo lo que ha sucedido, admito que a ambos nos hace sentir un poquitín extraños el gesto de afecto entre los dos.

De hecho, la que siente esa extrañeza en realidad soy yo porque a él parece que todo le hace parecer divertido, es condenadamente atractivo e insufrible, me fascina este señor tramposo.

—Creo que iré a hacer el check de lo que  hicimos y procederé con las métricas—le digo, mientras trato de rastrear una opción viable para apartarme de él.

—Por supuesto, está bien.

Me aparto y procedo en chequear lo que se ha hecho y lo que queda por hacer en medio de este plan estratégico que estamos abordando ahora, cuando me doy cuenta de algo que me deja con extrañeza y se lo comunico.

—Creo que nos quedó un video—le digo, repasando los guiones—. Mmm, aquí está. Es el de la pareja. ¿Podríamos pedirle a Melinda y Ulises? Se llevan bien en su oficina, no creo que tengan problema en interpretar a una pareja con tensión sexual entre cuatro paredes de trabajo—le digo a Luc y siento que acabo de describir perfectamente la situación entre él y yo.

—Creo que Melinda y Ulises no harán lo suficientemente realista.

—¿Entonces qué sugieres?

—Podemos ir donde nos inspiremos en hechos reales.

—¿De qué hablas?—me hago la boba.

De pronto Luc instala el aro de luz, el micrófono con antipop de ambiente y el celular al centro.

Me le quedo mirando con enojo.

—Ni pienses que haremos eso.

—¿Por qué no?

—¡Porque es demasiado! Nosotros no… Hay una escena que debemos estar muy cerquita.

—¿Te intimido?

—Claro que no.

—Entonces me tienes miedo.

—¿Miedo de qué?

—De la tensión sexual que hay.

—Claro que no hay anda de eso ni te tengo miedo ni me intimidas.

—Entonces quédate justo donde estás ahora, léete tus líneas y pongo esto a grabar, sino significa que no puedes con mis encantos.

—¿Me estás desafiando, Luc?

Le guiño un ojo.

Entonces sí, lo hago, muy enojada me leo las líneas y me siento en el escritorio lista para iniciar con la escena, pensando si quizá no sería mejor idea insistir con la opción de que esto lo graben Melinda y Ulises. Además, puede que tenga razón de que no se vea orgánico ni realista sino aquí sí, no obstante, es demasiado tarde para arrepentirme ya que en cuanto levanto la mirada, ya lo tengo viniendo en mi dirección y el celular está grabando.

Se desprende los primeros tres botones de la camisa y debo recordarme cerrar la boca para evitar que se me caiga la baba.

No hay nada peor para un hombre sexy que sepa que es sexy y que manipule con eso a gusto.

De hecho, lo malo no es para él ya que consigue lo que quiere, sino para sus pobres víctimas.

Como yo.

—Disculpe, jefe—le digo—, me puede decir si esto es correcto. —Acto seguido miro a cámara—. Porque siempre el jefe dice “sí, es correcto” para llenarle el ego, todos sabemos que en verdad no sabe nada y es sobrino del dueño de la empresa.

—A ver, nena. Yo te diré qué hacer.

Vuelvo a mirar a cámara en gesto de “es un idiota”.

No obstante mi mirada se queda en su pecho.

Creo que la tensión entre ambos está siendo demasiado bien actuada y hasta debo hacer un esfuerzo por recordar la línea siguiente.

—Eso me gusta. Emmm ¿no te parece que está haciendo calor aquí?—se desabotona un botón más.

—Sí…—digo con la mirada puesta en sus tetillas rosáceas adornadas por vellos ligeramente dorados entre la línea perfilada de los pectorales lo cual me deja con la baba a medio camino al descubrir además que tiene un piercing en una de las tetillas que le sienta fenomenal—. Creo que…que ahí se…se me está…

—Se te está olvidando la letra del video por mirarme los abdominales—suelta, rompiendo con el pacto de ficción y me atrapa. De hecho, le estaba mirando las tetillas.

—Tienes un piercing en la tetilla—ahora sí miro a la cámara—, ¿cómo quieres que no me distraiga si acabo de descubrir eso?

Me atrevo a tomarle un poco de tela y enseño a cámara el piercing, pero él se mueve hasta el celular y lo corta.

Acto seguido me acerco también al celular.

—Borra, vamos de nuevo—le digo.

Él se niega.

—Ni loco, tenemos una pieza maestra del cine.

—Porfa, no, no…

—Mira esto.

Me acerco demasiado a él para estar a su misma altura mirando el vídeo. En efecto ha quedado super gracioso.

—No necesita cortes, quizá una parte en blanco y negro y ajustar el plano en algunos segundos, nada más, es excelente.

Mi mejilla roza su pecho al desnudo luego de la escena que acabamos de montar, elevo un poco el mentón y lo miro a los ojos para contestar:

—Sí, me gustó…

—A mí también—asegura, afirmándose un poco contra el escritorio.

Entonces lo noto.

Básicamente tiene una enorme erección en el pantalón que se le marca de costado mientras procede.

—Sigamos trabajando sino esto no acabará bien—me dice, despertándome del sueño diurno.

—S-sí, claro—digo, presa de quedar en evidencia de que me gusta como mil demonios y que estoy faltando vilmente a todos mis preceptos.




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