A Primera Vista

28. Revolcones

¡Ufff, qué delicia!

Cuando caemos ambos rendidos en la cama presas del sudor y de nuestras respiraciones agitadas, ambos nos quedamos mirando al techo por un instante hasta que el primero en reaccionar es él.

Una parte de mí sospecha que diría algo de qué tal estuvo el momento sublime que acabamos de tener, sin embargo sus palabras toman una dirección completamente inesperada (y más aún donde estamos ahora).

—Felicitaciones, Valentina. Tu mentor ha dado un excelente informe de desempeño.

Me cuesta atar cabos porque aún estoy convocando a mis ángeles para que me auxilien en comprender cuánto suman dos y dos.

—Creo que mi cabeza aún está tratando de regresar a la realidad—le pido ampliar la información.

—Hoy almorzamos con Oscar y su pareja y me comentó que Luc dio una excelente evaluación de tu desempeño.

—¡Oh! ¿Y eso es bueno?

—¿Cómo que si “es bueno”? Tu jefe ha quedado maravillado contigo y tienes todas las de seguir. Por mi parte, me deja bien parado porque he recomendado a alguien que salió buena, eso no sucede todos los días.

—¿Ya hubo malas experiencias?

—Sí existen las malas experiencias en recomendaciones que resultan no tan buenas a final de cuentas.

—Me refería a Luc. Es decir, ¿él dijo que soy buena?

—No precisamente, los mentores tienen protocolos de evaluaciones cuantitativas de rendimiento. No importa lo que él diga, ha demostrado que tu ingreso ha significado un crecimiento exponencial en el alcance y el prestigio de la comunicación de la empresa.

Me vuelvo para mirarle de costado y él hace lo propio. Me acomodo contra su pecho y mi mejilla siendo acariciada por sus vellos deliciosos y su piel contra la mía bañados por la brisa marina que entra por la ventana es un placer al que jamás podría renunciar.

Mientras mi cabeza divaga pensando en el hombre equivocado porque estamos hablando nada menos que del idiota de Luc. Ese que hoy durante el día me estuvo sacando sonrisas, robando miradas y por más de una ocasión, llevando mi cabeza a fantasías que no conocen de la decencia.

—¿En qué piensas?—me pregunta Sebastián.

Me vuelvo a él hacia arriba y reposo un tierno beso en su mentón.

—El mérito es de él porque al llegar yo hice mis mediciones, un plan propio como propuesta que luego quedó por la borda cuando él trajo el suyo al estilo serie “The Office”...

—Lo vi, me he reído mucho. Me apareció varias veces en Para Ti de Tik Tok.

—Sí, pero le ayudé a gestionarlo, nada más. Menos que una Community Manager, él grabó, editó, planificó, todo.

—Entonces hablaré con Oscar para decirle que tu mentor no te está dejando hacer tu trabajo como quisieras.

—No, no, el mérito es suyo.

—Entonces no diré nada. Pero te he visto al pie del cañón cada vez, inclusive apareciste en dos de sus videos.

Sí, claro, es verdad. En el primer vídeo en el que no tengo idea de lo que está sucediendo y en el último que…

—...parece que hay realmente tensión sexual entre ustedes dos. Pero claro, estaban actuando.

Impactada ante el planteo que acabo de recibir me vuelvo a él con cierta suspicacia del sentido que llevan esas palabras.

—¿Me estás haciendo un planteo de celos?

—Nada más lejos que eso. Hasta hemos compartido cama y unas horitas de sueño con ese mentor. Lo bueno es que al final del día me terminaste escogiendo a mí—. Termina su frase guiñándome un ojo y me guardo lo que realmente pienso y es que lo elegí a él porque Luc decidió ceder finalmente en la batalla.

¡Es que ambos me vuelven loca!

—Valentina, desde que nació mi hijo, me propuse aportar valor a la sociedad y a ser un filántropo que colabore en hacer de este mundo un lugar mejor con los que quieren lo mismo que yo.

Parpadeo, tratando de entender a qué viene eso.

—Entonces—murmuro.

—Entonces, no haré planteos que coarten tu libertad. Mi padre me educó en una cultura de trabajo, a los doce años ya tenía mi propio negocio de venta de dulces con mis compañeritos y lo que ganaba mi padre me lo retribuía en un cincuenta por ciento y a los quince empezó a entrenarme en la compra de acciones.

“Entrenarme” me suena a perro, pero es interesante esa perspectiva.

—Tu padre es un visionario—murmuro.

—Un genio de hacer dinero. Lo fue.

—¿Ya no hace dinero?

—Murió.

—¡Oh!

—El mismo día que nació mi hijo. Cuando la madre quedó embarazada, ambos éramos muy jóvenes y nos debatíamos seriamente si seguir adelante o no con ese embarazo. Nunca podríamos haber estado más contentos con la decisión de seguir, es lo más valioso que tengo en mi vida.

Cosa que no aplica a todos los casos, pero tampoco es que quiera entrar en un debate así ahora mismo.

—Por lo tanto—procede—, saber que hago algo que puede aportar y ayudar, en tu caso inclusive, no te haces una idea lo feliz que me hace sentir. Mi motivo primero de vivir hoy en día es ayudar a los demás.

Por eso todos le quieren y le reconocen en esta ciudad.

—Gracias, Sebastián—le digo—. Gracias de corazón.

Acto seguido le doy un abrazo que provoca que él me envuelva a mí en sus fuertes músculos lo cual me llena de satisfacción, hasta que caigo en la cuenta de la hora y de que debo irme.

—Mañana debo trabajar—le advierto—. Y de nada me servirá que seas el mejor amigo de mi jefe.

—Quédate a dormir y te llevo yo. ¿Quieres?

Su propuesta me deja con un estallido de mariposas en el estómago. ¿Qué habré hecho bien para ganarme semejante semental quien además es un hombre de bien, ejemplar y caballero?

No puedo evitar morderme el labio inferior antes de aceptar su propuesta y meternos nuevamente bajo las sábanas para una nueva revolcadita. Feliz por ahora. Feliz mientras mis días no acaben porque sé que tarde o temprano, se podrán acabar y estaré perdida




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