—¿Te vas a tomar todo eso?
—¿Quieres?
—Si quisiera almorzar café con crema, puede ser. Te lo dejo para ti sola, descuida.
Esta semana se cumple mi primera quincena y me ha entrado el pago por ese tiempo. La situación me ha generado un ansia tan bella que al despertar he ido a comprarme un desayuno delicioso en una de mis cafeterías favoritas, más allá de que acá tenemos cocina con opciones de desayuno que no desestimo en absoluto. Luc se sorprende, pero lo dejo estar. Por su parte, trae un avocado con palta y huevos revueltos mientras graba que me sienta con cierto apetito también. Admito que nunca he comido tan bien como en este sitio, pero hoy me siento con ganas de celebrar que lo tengo cerca.
Luc es un hombre que me fascina, pero eso no significa que deba dejarme engatusar fácilmente por él, he decidido que luego de mis acercamientos certeros con Sebastián, tengo la capacidad de poner un STOP a la tentación que me implica este hombre condenadamente sensual.
Pero su desayuno es otra cosa, me tienta.
Y él lo capta.
Cielos.
—Ejem, ¿tu quieres?—pregunta.
—No, no, descuida, tengo más que suficiente con esto, pero gracias. Puedo ir por mi propio avocado.
—Creo que no había más.
—Lo pido a la oficina, pero ahora no sino cuando se acerque el horario del almuerzo y necesite algo para cortar la mañana.
—Con comida vas a cortarla.
—Así es.
—Bien, no te voy a juzgar. ¿Nos ponemos a trabajar?
En efecto, es en cuestión de menos de dos horas que termino pidiéndome un avocado a la oficina. Estúpido y sensual Luc que provocó que me tiente, en serio que esos huevos revueltos tenían una pinta que me dejaron con serias ganas de comer más. Aún así, para evitar el prejuicio, lo hago una vez que él tiene que salir y me quedo con la pizarra, sacando cuentas del alcance de las últimas piezas de comunicación. No hemos vuelto a tener otro vídeo viral, pero la norma de nuestros productos ha llegado a un público muy bueno.
—¿Permiso?
Me vuelvo a la puerta y ahí veo a Oscar quien acaba de golpear, trae unos papeles en sus manos. Miro a mi jefe con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Sí! Claro.
—Valentina, buenas. Te dejo las autorizaciones del presupuesto para ADS que dejó Luc en un pedido.
—Claro, yo se lo entrego, ha salido a una reunión.
—Sí, lo sé. Gracias. ¿Qué tal viene todo? ¿Desayunando tan tarde?
Miro mi avocado esta vez sí con un poquito de pena.
—No es nada, solo una colación porque más temprano…apenas desayuné algo. Pero si no crees que deba estar comiendo en la oficina a esta hora, puedo deshacerme de esto. —Me siento mal porque la primera parte fue una mentira injusta. ¿Apenas desayuné? Claro que no fue así.
—¿Estás de broma? Claro que no. ¡Por cierto! ¿Te gustan los chocolates?
—Claro, sí, me gustan.
—En la alacena principal he dejado algunas cajas que traje de la patagonia en el viaje que hice el fin de semana. Puedes tomar una caja para ti.
—Gracias, Oscar—le digo, segura de que prefiere su nombre de pila antes que la palabra “jefe”.
—Sigue como vas, Valentina. Excelente tu trabajo.
Y se va dejándome con el corazón lleno como si no pudiera caber en mí la emoción de saber que mi jefe me valora, que estoy haciendo bien mi trabajo. Mi cabeza da vueltas acerca de lo que era mi vida tiempo atrás.
De hecho, toda mi vida intentando e intentando e intentando. Estaba cansada de perder en el juego de la vida, pero seguía arriesgando todo para conseguir mi cometido de encontrar un lugar donde laboralmente me sienta bien, en una ciudad magnífica cerca del mar, con un lugar lindo donde vivir (aunque pronto espero mudarme a un apartamento para mí sola) y con buena remuneración.
Las palabras de Oscar me sonaron a “sigue así y quedarás efectiva al concluir tu pasantía remunerada”, aunque ya habrá tiempo para pensar en eso o incluso plantearlo como se tenga que hablar.
Antes creía que estaba todo perdido, elaboré un plan desesperado que incluyó el rechazo familiar.
Es terrible tener que lidiar con la falta de apoyo de tu familia cuando todo lo que quieres es salir adelante.
Termino de comer, le tomo una foto al plan de la pizarra, se lo mando a Luc y borro. Antes de ponerme a trabajar en una nueva escaleta, tomo mis cosas para llevarlas a la cocina donde lavo todo, lo seco y lo guardo.
En la alacena, en efecto, encuentro las cajas de chocolates que son para los empleados. Saco una y no puedo evitar sentir un fortísimo aroma a cacao que debería ser delicioso.
Pero a mí me sabe nauseabundo.
Intento detener la bilis que aparece en mi garganta sugiriendo que he comido demasiada mezcla en la mañana de hoy, pero el aroma del chocolate es tan fuerte que en otra ocasión podría hacerme sentir bien, ahora me sienta pésimo.
Lo dejo donde está y salgo huyendo.
Quiero vomitar.
Llego al baño y largo mi doble desayuno de hoy, abandonado en la cocina la caja de chocolates. Una chica me golpea la puerta para saber si estoy bien y le digo que sí.
Es la segunda vez que vomito desde que llegué aquí, aunque las mezclas en ambos casos fueron muy distintas.
Limpio el baño, me enjuago la boca para luego cepillarme los dientes y decido devolver la caja de chocolates a la alacena para que luego los saque alguien más.