Cuando llego a mi trabajo tengo la vista fija en la oficina de Oscar, sin embargo Sebastián me detiene. Me está esperando en mi propio despacho y Luc no está aquí, pero sí sus cosas.
—Valentina, ¿puedes acercarte un momento, por favor?
Su voz me llega con cierta reticencia y el corazón se me viene a la garganta. No puede ser.
Mis planes ya entran en visión de túnel, pero se rompen en cuanto veo que Sebastián trae un ramo de flores en manos. ¿Y esto?
—Ho-¿hola?
—Valentina, buen día.
Me entrega el ramo.
—¿Y esto?—pregunto.
—Yo… No he dormido en toda la noche—. Juzgaría que es completamente cierto porque tiene los ojos con profundas medialunas amoratadas debajo, el cabello despeinado y un poco de barba. Tiene su atractivo dentro de los márgenes que podrían catalogarse como desaliñado, pero aún así se sigue viendo atractivo—. Realmente lo siento, Valentina. No sé en qué estaba pensando, no tendría que haberme metido y haberte presionado, rayos, lo siento tanto.
—Sebastián, yo…
Le recibo las flores y lo abrazo.
Su boca me atrae a él y ahora un beso termina por sellar el momento de redención para ambos.
—También estuve pensando en lo que me dijiste y creo que podemos pensarlo. Realmente quiero hacer lo mejor y es cierto que puede que me haya comportado de manera incorrecta, pero hice lo que pude en medio de la desesperante situación por la que estuve pasando.
Y sigo, de hecho.
—Tendrás mi apoyo en todo, eso por hecho—sentencia—. Me dejé llevar por las emociones de mi propia historia.
—Descuida. No tienes que preocuparte por eso. Lo he entendido y te agradezco por cada cosa que haces por mí, tiene un valor enorme—. Me vuelvo a las cosas de Luc y Sebastián entiende mi preocupación.
—Ha salido, me encargué de que Oscar le mande a otra parte desde que llegó hace unos minutos.
—Vaya. Gracias—le digo—, pero hoy es un día de mucho trabajo.
—Sí, pero tienes que hablar con él, supongo.
—Con mi jefe. ¿Sabe algo?
—De mi parte no.
Es probable que de parte de Luc, sí.
Suspiro, tensa.
—Tranquila, te está esperando—dice, recibiendo el ramo de flores para darme libertad y así moverme.
—Gracias, Sebastián—le digo, esperanzada.
—Todo estará bien, te lo garantizo.
Cuando llegué a esta ciudad imaginé cientos de escenarios posible con muchísimas opciones tanto positivas como negativas a cumplirse en caso de que algo sucediera de modo inesperado, pero jamás las que me pasaron. Me encontré con personas maravillosas, con otras que no tanto, me encontré con situaciones desde el primer momento inesperadas, pero cada una de ellas endureció mi carácter y me enseñó desde lo personal hasta lo profesional.
A primera vista, Luc y Sebastián fueron un demonio y un ángel respectivamente que me sedujo, pero a segunda vista pude analizar todo con detenimiento y desde otro lugar de madurez.
A primera vista, tuve miedo por mi condición, pero a segunda vista aprendí que más allá de mis decisiones, también podría dejar que otras personas tiendan sus brazos para ayudarme.
A primera vista, carecí del apoyo de mi familia, pero a segunda vista tuve que salir a encontrarme con las personas que sí me dieron su apoyo.
Como Oscar, mi jefe.
Lo que creí que podría ser motivo para que hoy resulte en mi último día de trabajo, sentada frente a él en su despacho tras contarle toda mi historia, su voz me llega con encanto y asegura:
—No te faltará nada, Valentina. Trabajo, al menos. Decidas seguir o no, la pasantía la terminas y tendrás el empleo. Eres eficiente, has lidiado con Luc y estoy seguro de que podrás seguir trabajando con él. Ambos generan buenos resultados y creo que pueden ser buen equipo trabajando en conjunto pese a que en otros términos puedan querer clavarse cuchillos.
Sonrío, asombrada por lo que escucho.
—¿Entonces, puedo terminar mi pasantía?
—Toma la decisión que creas conveniente. Más allá de esta pasantía, te garantizo que ese lugar en la oficina seguirá siendo tuyo.
—¿Me está ofreciendo una…contratación…al terminar la pasantía?
—Así es. Te contactaré con un abogado de migraciones quien te tramitará los permisos necesarios para que te podamos emplear. Bienvenida, Valentina. Quiero que estés tranquila y sigas siendo la misma persona creativa que llegó acá desde su primer día.
Con lágrimas en los ojos me atrevo a agradecerle de muchas maneras, hasta lo abrazo antes de salir de su oficina y al volver a la mía, Sebastián me está esperando con sus ojos puestos en su portátil; claro que le estoy ocupando horario de trabajo.
—¿Y? ¿En qué quedaron?—me pregunta con cierta tensión.
—¡Te quiero, Sebastián!—le confieso y me cuelgo sus brazos para besarlo y celebrar.
A primera vista, mi “condición” parecía ser un estigma.
El fin de las oportunidades.
El fin de mi carrera sin empezar.
Pero no.
Decidí darle una segunda manera de ver esto y me encontré con que podría ser una puerta que abra otras opciones.
Que signifique el comienzo de mi carrera.
Y la decisión de seguir adelante hasta analizar las alternativas con el apoyo económico y emocional de Sebastián.
A segunda vista no estás sola.
Si miras otras vez las cosas, no son tan malas.
Si miras a las personas correctas en vez de estar mirando a las incorrectas, tienes ayuda y compañía.
¿Te estás rodeando de las personas incorrectas?
Busca a las que sí lo son y deja de escuchar a quienes no valen la pena.
Porque a primera vista nunca, nunca estás sola.
Siempre hay alguien dispuesto a tenderte una mano y ahí solo me queda una opción por delante: agradecer.