Me encuentro acostada en la fría camilla de la sala de ecografías, nerviosa y emocionada a la vez. A mi lado, Sebastián sostiene mi mano con ternura, sus ojos reflejando la misma mezcla de ansiedad y alegría que siento en mi interior. El suave zumbido del monitor llena la habitación mientras esperamos escuchar los latidos que confirmarán que dentro de mí, crece la vida que alguna vez pensé en discontinuar. Esto es sumamente polémico porque tenía una decisión tomada que ahora que se arreglaron algunos factores de mi existencia, cambian drásticamente su rumbo.
La habitación está inundada de una luz tenue, creando un ambiente íntimo que contrasta con la importancia del momento. Las manos del técnico de ecografía se deslizan con destreza sobre mi abdomen, guiando el transductor con delicadeza. Mis ojos están fijos en la pantalla, donde poco a poco comienzan a tomar forma las imágenes del ser que cambió mi vida rotundamente.
Sebastián me toma de la mano y siento su sudor. Está muy nervioso, nunca le había visto así y me despierta una ternura maravillosa. Nuestra relación ha tenido tantos cambios porque no sé ni de qué manera plantearme lo que hay entre nosotros. Luc se hizo a un lado en lo sentimental y le he visto que ha probado con salir con otras chicas, pero ninguna le dura más de una semana, una chica por noche podría juzgar. Seguimos siendo compañeros de trabajo, pero últimamente soy algo así como un mejor amigo al que le cuenta de sus aventuras y sorprendentemente no me despierta un ápice de celos. Tuvimos nuestros desencuentros en el pasado, también encuentros más bien pasionales, pero fue mi elección no seguir por ese camino.
Y entonces, como una sinfonía de alegría, escuchamos los primeros latidos. Un sonido que parece música celestial, una prueba tangible de la vida que se gesta en mi interior. Sebastián aprieta mi mano con fuerza y sus ojos se llenan de lágrimas. No es el padre biológico de este bebé, pero su amor es tan real como cualquier lazo de sangre.
—¿Puedo grabar esto?—pregunta Sebastián, sacando su teléfono con manos temblorosas. Asiento con una sonrisa, mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas. Este momento es tan especial para ambos.
La pantalla muestra la imagen al tiempo que el doctor nos explica la formación del niño. ¿Cómo puede ser que una cosita tan chiquita esté al mismo tiempo tan completa? Sebastián graba con reverencia, como si estuviera capturando la esencia misma de la vida. Miro su rostro y veo una promesa de amor incondicional que ha decidido ofrecer a este niño que crece en mi interior.
La vida nos ha llevado por caminos inesperados, pero aquí estamos, compartiendo la dicha de este momento. Él será el padre, el protector, el guía de este pequeño ser que se abrirá camino en el mundo, literalmente le ha salvado la vida y me la ha salvado a mí.
—¿Se puede saber el sexo?—le pregunto.
—Yo diría que es muy pronto, aguardaría a la próxima ecografía para saber.
—¿Y esa cuándo sería?
—En un mes.
—¿E…el bebé está bien?—le pregunto al doctor.
—Está perfecto.
—¿Hay manera de saber si el consumo de…alcohol o marihuana puede haberle hecho daño?
Me hace sentir una punzada de culpa el tener que reconocer esto.
El doctor me mira al escuchar esas palabras y Sebastián sale en mi defensa, cubriéndome:
—No sabíamos del embarazo hasta hace poco y tuvimos algunas salidas
Sebastián mira al técnico y luego a mí, sus ojos están llenos de emoción y nerviosismo.
— ¿Es usted el padre?—pregunta el técnico, con una mirada de complicidad.
Sebastián toma aire antes de responder, pero soy yo quien toma la palabra, sintiendo una mezcla de orgullo y amor en mi pecho.
— Sí, él es el padre—digo con firmeza, apretando su mano con cariño.
Sebastián me mira con gratitud y sus ojos se llenan de lágrimas mientras asiente conmovido. La respuesta parece resonar en la habitación, un eco de la decisión que hemos tomado de formar una familia juntos, sin importar las convenciones tradicionales.
—Los análisis y la ecografía están perfectos. Debemos llevar un control estricto y medicina con una buena alimentación que permitan al niño crecer fuerte, pero de momento, no hay nada de qué preocuparse. Solo eliminar contundentemente el consumo nocivo de café, tabaco o sustancias para fumar en cualquiera de sus formas, drogas de todo tipo, además de las indicaciones que ya tienen.
Asiento, con compromiso.
Con Sebastián cruzamos una mirada cargada de expectativa porque admito que no me dejaba dormir saber si condenaría la existencia del bebé ya que decidí seguir adelante con el embarazo.
Después de salir de la consulta médica, optamos por tomar un respiro en un café cercano. Las emociones del momento todavía flotan en el aire mientras nos acomodamos en una mesa, y el aroma del café impregna el ambiente.
—¿Qué te apetece comer, Valentina?—pregunta Sebastián, hojeando el menú.
Sonrío y miro las opciones, consciente de que hay ciertas cosas que debo evitar por el embarazo.
—Creo que me pediré un yogurt completo, suena bien—respondo, cerrando el menú y dejándolo a un lado.
Sebastián asiente y llama al camarero para hacer los pedidos. Pide un café para él y el yogurt completo que elegí. Mientras esperamos, nuestras manos se encuentran sobre la mesa, como si ese gesto sencillo pudiera transmitir toda la complicidad que compartimos en este viaje.
Sebastián me mira con ternura y suspira antes de hablar, como si estuviera a punto de revelar un secreto profundo.
—Valentina, hay algo que quiero que sepas. Yo tengo hecha una vasectomía.
Mis ojos se llenan de sorpresa al escuchar esa confesión.
—¡¿En serio?!
—Lo que pasamos con Pascal fue tan riesgoso que me dijeron que el problema estaba en mis genes y decidí que no pasaría ni haría pasar a otros por lo mismo que yo.