A principios de Julio

Capitulo I El Pez Que Dejó De Nadar

Me empecé a dar cuenta de que mi vida se había estancado cuando desperté en un hospital con una sola persona acompañándome después de lo que, una mente anticuada definiría como “una noche de descontrol” que en realidad se trató de una fiesta de graduación, una fiesta y solo eso; madre estaba mirando el suelo, quizás pensando en cómo fue tan tonta para dejarme salir cuando todo, absolutamente todo, indicaba que sería una noche horrorosa para las personas que comparten mi apellido. Ella naturalmente estaba decepcionada, su tercer hijo y el segundo más joven le había fallado a su palabra, al trato implícito que se había establecido en la discusión anterior a la partida de este hacia el lugar de la fiesta.

Las palabras melosas y seductoras de los escasos cinco miembros de mi círculo social, habían provocado un deseo absurdo de simplemente “arrepentirme” de lo que sea que ocurriera esa noche y... Vaya que lo hice.

Se suponía que pasarían por nosotros a las 7:30 de la tarde, pero ya había pasado casi una hora y no habían mostrado señal de vida, ese tiempo de retraso, era suficiente para que yo empezará a tener un poco de temor, únicamente por la situación en la que nos encontrábamos, parados a un costado de una de las carreteras más concurridas de la zona, además ya era época de lluvias y la noche estaba tan oscura que, si no fuese por las luces de los autos pasando al lado de nosotros, habríamos quedado en la absoluta penumbra.

Noah mostraba cara de arrepentimiento y de enojo al momento en que yo me desesperaba y descendía en la locura, su rostro empapado y su mirada perdida me indicaban que no tenía ganas de asistir al evento, pero al parecer, aún había algo que lo impulsaba a seguir, quizás se trataba del mismo deseo carnal de siempre, tener sexo con alguna chica esa noche. Nunca comprendí esas ganas absurdas de conseguir aquello que él definía como “la más grande gloria adolescente” y no es porque yo fuese una excepción a esos deseos, sino porque hasta ese punto había pensado que ello era algo de lo que estar avergonzado si rogabas por ello.

Habíamos planeado Noah y yo, que esperaríamos a que estuvieran borrachos nuestros acompañantes y por quienes asistimos, para recordarles a sus anteriores parejas, por quienes era evidente aún guardaban sentimientos profundos, sin embargo, aquella noche se resume en tomar, reír, gritar, golpear, llorar y finalmente desfallecer.

Desperté, como ya dije, únicamente acompañado por mi madre. Ella miraba ansiosamente el suelo, el techo y ocasionalmente, la camilla de hospital donde me encontraba postrado, con una mano hormigueando y unas ganas enormes de orinar.

Su mirada decía todo lo que debía saber, lucía decepcionada, no, de hecho, puedo asegurar que se encontraba triste por verme en esa situación tan patética, esa era la primera vez en la historia familiar que le ocurría algo así a algún miembro de mi familia, fui el primero en varias cosas de hecho, la mayoría de ellas, cosas de las que se supone “deberían estar orgullosos” porque se trataba de concursos académicos o culturales, sin embargo, jamás demostraron -Mamá y papá- estar realmente impresionados por ello, no los juzgo, mis participaciones siempre fueron solamente eso, participaciones.

Cuando me subieron al auto, me negué a ver los rostros de mis hermanos, rostros que seguramente serían los mismos que los de madre, por ello, me limité a esperar ansioso la llegada a casa, para poder dormir y descansar, la resaca por ese litro y medio de bebidas alcohólicas hicieron estragos mi cuerpo, especialmente en mi cabeza.

Como es de esperarse, al llegar me dieron un sermón que duró casi 3 horas, en las que me cuestionaron todo, sin dejarme descansar un solo minuto, aunque fue graciosa la forma en que admiraron la forma en como regresé con casi tres veces el dinero con el que salí de casa.

Después de ese regaño, pensé demasiado en ello, incluso hoy día sigo haciéndolo, pero sin tantas connotaciones negativas, sino como una expresión de lo que la adolescencia debería de ser, pero sin la parte de amanecer en el hospital, aunque... Tardé en pensar de esa forma.

No salí de casa los tres días siguientes y ni siquiera me digné a enviarle mensaje a mi pareja de turno, tenía vergüenza de hacerlo, ya que al igual que a mi madre, le había prometido no tomar, pero más que nada, porque estando con 1.8 de alcohol en la sangre, había gritado a los cuatro vientos que estaba enamorado de mi mejor amiga, la única persona que había durado más de 3 años en mi vida, exceptuando familiares.

La relación no duró más de una semana después de ese incidente, no tengo idea de lo que pasaba por mi mente o lo que me haya impulsado a confesarme, a mi mejor amiga, evidentemente me rechazó, dejándome un poco más en la desgracia.

Fue así que analice toda mi vida, desde el momento en que, desde pequeño, siempre me juntaba con personas que calificarías como “bullís” a pesar de que dirigiesen sus maldades y travesuras hacia el pequeño en su grupo, o sea yo; a pesar de ello, me mantenía pegado a ellos, porque alguna parte de mí indicaba que, si lo hacía, podría llegar a ser igual de “genial” que ellos.

Cuestioné mis sentimientos, ideas y comportamientos, dándome cuenta de que lo ocurrido a finales de julio, solamente era una cosa más ocurriendo en mi vida y si llegué a lucir patético en esos días, no era más que un día normal para quien era yo.

Salí de mi habitación y empecé a buscar libros por toda la casa, si había algo que podía hacer era leer y esforzarme por mi futuro, un futuro lleno de experiencias que en mis ojos lucían como lienzos en blanco, lienzos que esperaban a ser pintados de colores puros y hermosos, colores que mi alma no había sido capaz de mostrar.




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