Alguna vez te preguntaste, ¿Por qué tenemos miedo? ¿De dónde viene esa horrible sensación?
Que nos deja completamente estático, alteran nuestros sentidos, haciendo que huyamos o nos petrificamos.
Explotando todo lo que deseamos mantener dentro, que nadie lo vea.
Por qué tenemos que poner nuestra mascara que todo está bien, que nada nos puede perturbar.
¿En qué momento de la vida, olvidamos ser humanos?
El sonido que hacia la lluvia, hacía que el ambiente se sintiera frio, incluso bastante oscuro, ya que no había luna, ni estrellas en el firmamento, solo las nubes negras dominaban.
Ya entrada la noche, era obvio que todos en el santuario estarían durmiendo, cada uno en sus respectivos templos.
Descansando del duro entrenamiento que viven a diario, pero ya están acostumbrados.
Pero en general no se hablara, cada quien tendrá un turno, de demostrar quienes son en realidad.
Ahora debemos pasar al primer templo, donde el descanso de su guardián, estaba siendo un sufrimiento, pues en esos sueños, algo sucedía.
Moviéndose de un lado a otro, sudando un poco aun con el clima, parecía que una pesadilla estuviera instalada en su mente.
¿Qué podría ser?
---Sueños de Mu---
El Lemuriano estando en un ambiente oscuro, como si al caminar pudieras caer en un abismo que no contemplaras su fondo nunca.
Estando alterado, por una voz tan familiar que le reconfortaba en más de una ocasión, pero en esta le causa un tremendo dolor en su corazón.
Sus cabellos lilas desordenados, la respiración agitada, tratando de mostrar su mejor cara, pero es difícil cuando te están lanzando insultos y creyéndolos que son de verdad.
-Creí que te había entrenado mejor- Esa voz sonaba de decepción absoluta –Pero veo que me equivoque-
-No… Por favor… Patriarca… No…- Llevaba un rato con esas palabras retumbando en su mente, que ya se había cansado de hablar, pero duelen.
-Te enseñe como ser un caballero dorado, pero olvidaste todo, no pudiste hacer nada para ayudar a que no me asesinaran- Resonaba en todo el lugar, con un profundo eco, que estremecía cada fibra de ese corazón.
-Maestro, si pudiera haber previsto lo que Saga haría, claro que…- Fue interrumpido.
-No, Mu… No hubieras hecho nada, tu bondad y buen corazón es un estorbo en todo momento-
Esta vez varias imágenes del pontífice siendo atacado por el caballero de Géminis vinieron a incrementar la pesadilla del carnero dorado.
Cerraba sus ojos, verse envuelto en esa cruda realidad de sueños, estaba siendo demasiado, algunas lágrimas cayeron, mientras apretaba su mandíbula.
¿Por qué no era capaz de lanzar algún ataque?
Su cosmos, su cuerpo, nada le respondía como quería.
Solo podía quedarse de rodillas contemplando el desastre de hace años, como una maldita película que se repetía una y otra vez.
La voz que siempre había sido amable, pero exigente, estaba solo para recriminarle constantemente que no podría hacer nada.
-Has preferido siempre evitar el conflicto- Cada palabra podría ser una daga que lo atravesaba -¿Qué hiciste? En vez de quedarte a enfrenarlo, huiste- Sonaba a un reclamo.
-¡¡¡NO!!! Usted me dijo… Que… Si…- Estaba mudo, no podía seguir.
Algo le impedía defenderse.
Lloraba desesperadamente, sentía esa culpa en su interior, deseaba cambiar las cosas, pero no podía hacer eso jamás.
Él no fue quien lo mato, pero… Creyó que al convertirse en dorado protegería a todos y no poder hacerlo con la única persona que le importaba, quien fue su maestro, aquel que lo cuido con tanto esmero y al final se convirtió en una decepción.
La voz se hizo una imagen, y pronto fue una persona parada delante de él, mirándolo como si fuera la peor escoria de todas.
Esos ojos rosas, que antes demostraban cariño y amor, ahora solo eran de furia, de un desprecio tal.
-Maestro…- Le llamo con suavidad… Su voz estaba quebrada por aquellas lágrimas surcando su rostro.
-¿Que dirás?- Estaba enojado, portaba la armadura de Aries, pero esta era la Sapuri -¿Qué no fue tu intención? ¿Qué te disculpe?-
Todo era demasiado confuso, pero lo único que sabía es que le fallo a su maestro, eso es lo que atormenta a su mente, produjo en una pesadilla tan vivida.
Bajo su cabeza ante él, no era ni siquiera digno de verlo, Aries no estaba en su cuerpo, no recordaba donde estaba.
-Per…Do…Neme… Por… No salvarlo…- Se quebraba su voz, las lágrimas solo salían como mares, incluso golpeo el piso con furia, pero no hacia ningún efecto.
-Ja- Cruzados sus brazos, mirando hacia el frente con una sonrisa algo despiadada –No es a mí a quien le debes una disculpa ahora-
-¿Qué?- No entendía a que se refiera, alzo su vista y al ver que estaba mirando algo a su espalda, decidió girarse.
Lo que alcanzo a ver con sus preciosos ojos cristalizados, fue algo que lo dejo helado, llenándolo de un completó terror que recorría su cuerpo.
-¡¡¡NO!!! ¡¡¡POR FAVOR NO!!!- Ese grito ahogado que lanzo, estaba desgarrando su garganta.
Quería levantarse ir corriendo hacia la escena bañada en sangre, pero no podía, una fuerza externase lo impedía, sus piernas estaban débiles.
-¿Lo ves ahora Mu?- Parecía divertirse con lo que miraba, pero de nuevo la mirada se endureció –Si fueras mejor maestro, tu alumno habría sobrevivido- Negó con su cabeza –Pero, ni para eso fuiste suficiente- Dio la media vuelta, dándole la espalda comenzó a alejarse por el lado contrario.
Era una locura, toda esa sangre derramada de su pequeño aprendiz, que era quien estaba portando la armadura de Aries en un futuro, perdiendo la vida de esa manera, le estaba enloqueciendo, las lágrimas estaban escurriendo sin permiso alguno.
Sentía el dolor más grande en su pecho, tomaba su cabeza con fuerza, pidiendo que parara.
-¡¡¡MAESTRO, POR FAVOR PARE ESTO!!!- Le estaba rogando al único que podría ayudar a Kiki.