Terminar aquella práctica matinal es la parte sencilla del día, después de esto cada uno tienes sus obligaciones, planes, convivencia o simplemente ir de regreso a su templo a refugiarse.
Donde los demás creen que las risas y carcajadas no faltan.
Ya que siempre muestras esa faceta tuya a todos, como si nada de quebrantara, y la respuesta a todo es una sonrisa, que lograr dar ánimo y apoyo a quienes te rodean.
Pero… ¿Quién te lo da a ti?
¿Quién es la persona que te ayuda a sobrellevar ese instante en donde te sumerges en la inseguridad que llevas por dentro?
Cada quien tiene sus defectos y sus virtudes, pros y contras.
Debe ser absurdo compararse con los demás, sabiendo esto desde siempre.
Nunca compares ningún aspecto tuyo con nadie, cada quien ha vivido cosas diferentes y no reaccionan de la misma manera.
Puede que en algún momento alguien lanzara una broma inofensiva a tu persona, solo para divertirse a tus costillas.
Pensando que así se comportan los amigos, pero aquellas pequeñas burlas ocasionan que la inseguridad aparezca.
Y es allí cuando llega la maldita comparación, tu aspecto físico, puede que no sea agraciado para todos, que los demás tengan cierto grado de belleza externa.
Que tu mejor amigo te aclarar que ese no era el punto, que todos tenemos cosas buenas y malas, y si lo entiendes, lo comprendes, pero… El inconsciente es tan testarudo y cruel, la propia mente lo lleva a ser, que se repite el comentario hiriente una y otra vez, que sientes que no sales.
Aldebarán de Tauro, caballero dorado protector de la segunda casa, después de sonreír para los demás, divertirse con los jóvenes de bronce dándoles confianza para seguir.
Siempre se daba cuenta que podría ser hipócrita, pues la confianza que deseaba que los otros tuvieran, él no podía tenérsela.
El físico nunca lo es todo.
Se debe aceptar como es, se lo podría repetir pero no funcionaba.
Su rutina que nadie conoce, es después del entrenamiento, tiene que ir a su templo comer algo, darse un baño, y siempre trataba de estar rodeado de otras personas, para no pensar en esas inseguridades.
Esto no solo se basaba en lo físico, si no que… Al viajar en sus memorias, sentía que en las batallas que había librado, no fue lo suficientemente fuerte.
Los errores que cometió, las distracciones, la muerte que se lo llevo, comparado con los demás, podría ser que su nivel de cosmos no sea el necesario para estar en la fila de elite.
Obviamente no compartía esto con nadie.
¿Qué pensarían del alegre Aldebarán?
Si vieran que en realidad sufre en silencio lo minimizado que podría llegar a sentirse todo el tiempo.
Se sentaba en la orilla de su cama, mirando fijamente el piso, solo alimentando la carga de pensamientos crueles a su persona.
-No soy atractivo, no soy suficientemente fuerte, no sé qué hago aquí…- Su rostro tosco, con esa mirada triste, perdida en algún punto.
Las manos sostenidas entre ambas, suspirando.
Trataba cada día de volverse más fuerte, sin embargo sentía que por un paso que daba, algunos otros daban saltos, que lo superaban.
Además, ellos entrenaban igual o más que él, así que por más que tratara no los alcanzaría jamás.
Se alejaban de él, se volvían mejores.
Entrenar a otros te da una perspectiva más elevada de lo que has aprendido y te lo apropias para ayudar a la siguiente generación, volviéndose más consciente de lo que sabes, comprendiéndolo.
Un suspiro de cansancio por estar pensando en cosas que deseaba olvidar, no se daba ese permiso, seguía rumeando toda la inseguridad que tenía, una y otra vez, siempre la soledad no es una buena compañía, si deseas superar algo que te atormenta y te acosa.
La autoestima que uno debe manejar, puede ser muy delgada a veces, no debe ser poca para caer en depresión, ni mucha para llegar a ser soberbio.
Un punto medio es muy difícil de alcanzar y no se puede negar que a veces estaremos en un extremo, pues la vida es tan ambivalente, los cambios, el ambiente, las personas a nuestro alrededor influyen demasiado en nosotros.
Algo que le ha pasado al Toro dorado desde infante.
Siempre las críticas, de aquellas voces lo llenaban.
-“Eres muy grande”-
-“Tu cara es horrible, amigo”-
-“Si te veo de noche si me asusto, ja, ja, ja”-
-“Debes tener cuidado de no aplastar a los más pequeños”-
-“Que bueno que entrenas, si no estarías bastante gordo, por como comes”-
-“¿De qué te sirve estar así? Si no puedes perfeccionar el “Gran cuerno”-
Eran las antiguas voces de sus compañeros, cuando todo eran niños, algunos adolescentes con varios cambios y obviamente se desquitaban.
Se suponía que los había perdonado.
Que eso no influiría en su vida, todos reciben bromas e insultos de parte de todos.
Sin embargo el no entendía ¿Cómo era que aun cargaba con ello?
Ahora todos se llevaban bien, todos habían madurado de alguna forma, salvo por Death que siempre se comportaba como un tonto sin importar la ocasión, pero siempre ha sido esa su forma de ser y estaban acostumbrados.
No estaba dispuesto a decirle a nadie, se vería como un idiota que su autoestima estaba por los suelos, aparentando estar bien siempre.
Quería cambiar, ser diferente, pero no se puede a la fuerza.
No quería molestar a nadie con sus tonterías, pues pensaba que a nadie le interesaría, al final es su propia cruz y debe cargar con ella.
-Somos caballeros dorados, ¿Podemos sentirnos así?- La pregunta de cada día, cuestionarse si un guerrero de su nivel, debía tener esos pensamientos.
-En algún momento… ¿Déjame de pensar así?- Suspiro, tallándose la cara con fastidio.
-Sin importar que, aun soy un caballero dorado, debo actuar como tal- Así concluía sus pensamientos concisos, sus pequeños traumas.
Puede que el los sienta como si no fueran la gran cosa y algunos pensara que es así, pero… No, cuando has algo así atormenta tu mente una y otra, y otra vez, sin descanso, es allí que debes darte cuenta, que no es normal, y no está bien.