El viejo maestro, bajito, alegre, a veces bastante inmaduro por su forma de actuar que lo hace apropósito, pues su sabiduría no está peleada con bajar al nivel niño de vez en cuando.
Usualmente Dohko trata de estar al tanto de todo lo necesario en el santuario junto a su viejo amigo de armas y puede que un poco más.
Queriendo ayudarlo en todo lo que pudiera, sabemos que Shion no es capaz de soltar fácilmente responsabilidades, pero el castaño lograba algunos milagros en este tema
Desde temprano levantándose temprano, con una sonrisa, haciendo algunas pequeñas bromas que si tiene el sentido de divertirse.
Jugueteando con los más jóvenes, a veces les daba concejos.
Siempre estando para los demás.
Llegar a su templo ya al anochecer, no muy tarde, suficiente para hacer lo simple y dormir.
Pero es allí cuando llega los recuerdos del día, todo lo que has hecho como una mini película, que puedes decir.
“Oh, qué gran tontería hice”
“Eso fue gracioso”
“Tengo que preguntar sobre eso”
Así es un recuento de todo, dependiendo de tu día puede estar el último momento de conciencia antes de dormir feliz o triste.
Usualmente ese castaño tenía una sonrisa antes de dormir y planeando el día siguiente, que siempre resultaba ser tan espontaneo como su personalidad.
¿Entonces?
¿Qué podría estar mal con él?
¿Cuál es su miedo?
-Ja, ja, ja, se va a enojar por que no hice lo que me encargo pero…- Acostado en su cama mirando hacia el techo –No podía negarme a esa invitación con Alde a tomar un poco- Sonrió entusiasmado.
Paso un poco la tarde bebiendo con Aldebarán, aunque este realmente le invito a comer, pero el Chino aprovecho para tomar alcohol, aunque fue solo una.
Miro a s u reloj de pared, con los brazos cruzados –Son las nueve y veinte…- Cerro sus ojos suspirando –No creí que regresara tan temprano-
Se acomodaba de un lado a otro, había cenado, tomado un baño y listo para descansar, pero no lo lograba.
-¿Por qué no me quede mejor con alguno de los muchachos antes de venir?- Cuestiono su decisión de llegar a Libra a esa hora.
Esos pequeños momento en los que te encuentras solo, sin ningún pendiente importante en mente, después de un día lleno de la compañía de otros, disfrutando tanto como puedas y sacando de sus casillas a tu mejor amigo, solo para hacerlo recordar que un descansó es esencial.
-Mmmh, me hubiera quedado un rato con Mu, lo vi raro este día…- Se sentó en la orilla de su cama, cruzado de piernas sobre esta y de igual los brazos delante del pecho, pensando en la circunstancias que aclaraba.
-Note que Aioria está muy enojado últimamente- Rasco su cabeza –Tendré mañana que hablar con ellos, debe pasarle algo- Y de nuevo esa sonrisa se posó en sus labios –Aun son jóvenes deben tener problemas, para eso estoy aquí ahora, no es justo cargar con todo para Shion-
Ahora que tenía la impunidad, el tiempo y hasta el permiso de alejarse de aquella responsabilidad encomendada hace más de doscientos años, podía empezar ayudar a la nueva generación más de lo que pudo hacer antes.
Y eso lo llenaba de tanta alegría, quería volverse alguien necesario, que pudiera comprende los problemas de todos y ayudar a solucionarlos.
Una actitud bastante paternal, no solo con los dorados, después de todo tuvo esos inicios cuando la pequeña Shunrei y Shiryu llegaron con él, por diferentes medios pero los crio, cuido y en el hecho del Dragón lo entreno lo mejor que pudo.
Estando orgullos de todos, sentía mucha felicidad de esta nueva oportunidad de vivir a lado de una generación nueva, que si bien extrañaba a sus viejos amigos con los que creció, aprendió, reto, recibiendo regaños y jaladas de orejas.
Pero se volvieron sus memorias más preciadas al final.
Además que en esta ocasión no estaría solo, el patriarca es de su generación y lo logra comprender siempre o casi.
Las sonrisas vuelven a ocultar a lo que tememos.
Dicen por allí que una persona que siempre está feliz, sonriendo, preocupándose por los demás, ayudándolos a solucionar sus problemas, son los que más sentimientos de tristeza ocultan y como no quieren que otros las experimenten, prefiere ocuparse al estar pendiente de quienes lo rodean estén bien.
Creyendo que con su felicidad vendrá la propia.
Es una linda forma de pensar, bastante noble, pero… Debemos recordar que la felicidad propia solo depende de uno, no de los demás, las cosas que poseemos o lo que nos rodean, si no de uno mismo.
Seguía sin conciliar su sueño, moviéndose en la cama, tratando de cerrar sus ojos y dormir, pero no se lo permitía.
Su cuerpo estaba acostumbrado a dormir a cierta hora y despertar temprano, pero se carga una energía de más, así que es difícil lograrlo.
-Aaaaagggg… Que molesto- Se incorporó de golpe apoyándose en sus brazos –No me gusta…- Bajo su mirada.
Decidió levantarse para gastar algo de energía en caminar, la noche poseía esa sensación cálida que llegara ser reconfortable para muchos, y más para alguien que paso tanto sin una compañía para hablar, el calor humano se puede extrañar en más de una ocasión.
El caballero de Libra de dos generaciones una del siglo XVIII y otra del actual.
Ha vivido mucho y por eso podría ser peligroso, no solo para los demás porque su cosmos es bastante poderoso, si no para ellos.
Los recuerdos del pasado a veces te ayudan a mejorar, pero en otras ocasiones, te retrasan o no te dejan avanzar.
Mirar hacia el horizonte que tenía la vista de su templo, recordando aquella época que fue joven, donde sus compañeros los predecesores de los muchachos dorados, como suele llamarles, reían, se enojaban o demostraban su forma de ser tan abiertamente.
Tantos recuerdos que solo es eso ahora.
Siempre ha sido impulsivo, risueño y a veces burlón, pero un corazón tan puro.
Recordar todo lo que ha pasado en su longeva vida, puede llegar a volverse una tortura.