El de cabellos aguamarinos camino con paso firme y semblante serio como es su costumbre, mientras sostenía entre sus manos una bolsa de papel, que su contenido es comprado de aquella librería.
No tardo mucho para llegar hasta su templo, después de todo, había terminado el castigo que el patriarca le doy, quería olvidarse de todo por ese día.
Mas antes debía comprar aquel objetó.
Quedo un momento parado, sosteniendo aquello con mucho cuidado, incluso sonrojándose un poco, porque usualmente no hacia este tipo de regalos o más bien hace mucho que no.
Pensaba colocarle algún adorno, pero se limitaba a dejarlo en la bolsa, cada que la idea se cruzaba y a la misma vez se esfumaba.
Suspiro derrotado, cabizbajo, con una pequeña lucha interna por lo que contenía la bolsa -¿Por qué hago esto? Yo no debería interesarme en esta cosas, pero…- Apretó sus labios, cerrando los ojos y colocando sus brazos a los laterales.
-¿Desde cuándo doy regalos?- Se interrogo a sí mismo, sintiéndose algo confundido –Si, cuando eran más pequeños, se los daba… Eran unos niños, pero ahora… Hyoga creció y… Sigo tratándolo como uno, no debería- Suspiro, avergonzado por su comportamiento.
Es capaz de actuar de una forma bastante sensible cuando está en la privacidad de su templo.
¿Para quién no es cansado tener que guardar una fachada todo el tiempo?
Y sobre todo cuando resultas ser más cálido de lo que todos piensan.
Dentro de un lugar seguro y confortable, podemos ser nosotros mismos, aun así Camus debe estar calmado, pues su cosmos, si llegara a demostrar sus emociones espontáneamente, lograría congelar Acuario, o incluso el santuario entero.
No lo pensó más, el pequeño regalo que le daría a su alumno, que pronto cumpliría años de vida, de seguro es que, lo entregaría de una manera discreta, como algo anónimo.
Lo que se le llegara a ocurrir.
Temiendo emocionarse más de la cuenta, provocando que así la temperatura bajara.
Sin embargo ahora es un adulto, sabe controlarse, sería difícil que eso pasara, al menos que estuviera expuesto a emociones muy traumáticas en un solo lapso de tiempo, podría pasar.
Pero dar un regalo, no podría aunque se quiera, la posibilidad es sumamente baja que ocurriera.
Deicidio ir a su habitación, quería descansar un momento, solo recostarse un breve momento, cerrar sus ojos y pensar en cualquier otra cosa.
Sería imposible, a teniendo la idea antepuesta, solo es cuestión de dejarla germinar.
Sus pensamientos lo regresaron a la época que solo era un pequeño niño de no más de tres años, comportándose como un niño, un poco am serio que los demás, pero integrándose a los juegos como quisiera.
Pero varias veces, más de lo que pudieron contar, su emoción, lograba que el aire alrededor de él se volviera gélido, provocando que congelara a quienes o que estuviera cerca.
Todo esto, a veces molestaba a sus compañeros, sobre todo a los que eran tres años mayores, molestándolo y poniéndole alguno que otro apodo, que solo intensificaba sus emociones de tristeza e irritación.
Obviamente teniendo amigos que lo defendían y que las peleas por ese hecho se volvían en pequeños golpes entre Death y Milo.
Todos esos recuerdos venían asaltando su mente, pero los dejo seguir, no le causaba conflicto interno, estando acostumbrado a guardar su compostura y sus emociones, sabe cómo manejarse ahora.
Pero todo es un proceso de reforzamientos, estímulos, ensayo y error.
Como condicionar a alguien de que si te comportas de tal manera, obtener alguna recompensar favorable, pero si no logras hacerlo, habrá una consecuencia.
Otro recuerdo vino a su mente, estando en la sala patriarcal, junto con aquel hombre de cabellos en ese tiempo grises, esponjados aun, ojos rosas, una piel ya marcada por los años.
Aunque fuera la máxima autoridad en todo el santuario a todos los pequeños les demostraba ese lado paternal y cariñoso, pero igual que todos, obligado a guardar las apariencias estando rodeado de otros.
-Camus- Su voz cansada.
-Sí, pa…Triar…Ca…- Algo temeroso, se impresionaba cuando el pontífice portaba su máscara.
Este lo noto, así que se la fue quitando, para mostrar aquel rostro sonriente, y dándole unas caricias en el cabello del menor.
-Lo siento, olvido que a veces puedo asustar cuando la uso- La sonrisa dedicada para trasmitir un poco de paz a cualquiera de los infantes.
-Está bien…- Bajo su mirada, angustiado, sabia porque estaba en ese lugar –Perdón…-
Le enternecía que el mayor de los más pequeños, se disculpara, sin duda un pequeño muy listo, sabiendo la diferencia entre el bien y mal, que muy pocos tienen ese capacidad a dicha edad.
-Camus, no te preocupes… Entiendo lo que hiciste- Con dificultad tratando de estar al mismo nivel que el niño –Pero, te he dicho muchas veces, que debes aprender a controlar tus emociones- Suspiro, ya era una carga muy grande para un niño tan pequeño, pero debía aprender lo antes posible.
Bajo su mirada, se encontraba más apenado ahora, incluso amenazando con derramar sus pequeñas lágrimas, esperando un regaño más fuerte, como el patriarca solía darles a los mayores.
-Lo se…- Su vocecita infantil se fue casi ahogada, aspirando con fuerza por la nariz.
Volvió a acariciarle el cabello aguamarinos, para reconfortarlo.
-¿A ti no te gusta congelar a tus amigos verdad?- Esa sonrisa de nuevo para darle confianza.
Negó con su cabeza, sin mirarlo.
-Tampoco que las flores que te gustan se marchiten ¿Verdad?- Estaba utilizando un método algo cruel, pero no tenia de otra.
-No…- Limpiaba sus lágrimas, con un ligero puchero.
-Entonces, trata pequeño de controlarte, sonríe de manera tranquila, si te molestan ignora lo que te dicen, no debes caer en eso, si te sientes triste cálmate y manteen la temple siempre- Al final estos son metidos del pasado, que aplicaba con el pequeño.