¿a Que Le Tienes Miedo?

Capitulo 13 (Juzgar)

Cabellos celestes, mirada azulada clara, sonrisa encantadora, un lunar que daba el toque perfecto al caballero más hermoso de los ochenta y ocho que conforman el ejercito de la Diosa Atena.

Gran carisma, personalidad despampanante que donde sea que va, la gente puede mirarlo, admirándolo o envidiándolo.

Cualquiera que sea el caso Afrodita de piscis, siempre le agradaba esa atención.

Sin contar cuando demostraba que no solo es una cara bonita.

Quienes pensaran que portaba el título de Piscis, solo por el hecho de ser hermoso como se tenía acostumbrado del ultimo guardián dorado.

Su cosmos estando a la par de su belleza, demostró que se lo gano por su poder y no por otra cosa.

A decir verdad, es un tema que aún le molesta… Varias veces tanto en el pasado como en esta nueva vida, escucho como la gente murmuraba.

-Afrodita es realmente hermoso-

-Sí, pero no es tan fuerte como sus demás compañeros-

-¿Qué dices? ¿Cómo sabes algo así?-

-Los rumores dicen que si es poderoso, pero que por andar siempre pensando en sus vanidades, no presta tanta atención a los entrenamientos y es muy débil a comparación con los otros dorados-

-Eso no lo sabía…-

-Un soldado raso, que está custodiando la entrada del patriarca me lo dijo-

-Deberían mejor estar trabajando y no juzgar a los demás-

-¿Por qué te enojas?-

Aunque esas dos personas tuvieran punto de vista diferentes y se alejaban del lugar en donde chismeaban.

Justamente de quien estaban hablando, los escuchó.

En otra vida, posiblemente los hubiera perforado con sus rosas piraña, pero decidió solo callarse, aguatarse ese coraje, apretando sus puños.

Demostraría que no importa la apariencia, que uno puede ser hermoso y tener una fuerza extraordinaria.

Pero a veces pensaba… En sus momentos en que se contenía, si era correcto hacer esto.

No es como si se pasara la vida entera, cuidando su cabello, y su piel… Al contrario poseía una rutina, que le ayudaba a darle tiempo todo.

Entrenando a más no poder cuando se le requería.

Incluso sus compañeros veían esto como una exageración en ocasiones.

Otras solo lo necesario y prefería dar un paseo.

Tratando de equilibrar ambos aspectos de su vida, el entrenamiento como caballero y seguir viéndose bien.

Su templo el lugar donde puede relajarse, sin escuchar tonterías, pero resuenen en su cabeza a veces.

Recostado en uno de sus sillones, con una mascarilla de un color rojizo, mientras había recogido sus cabellos que caen en la cara con unos pasadores, tranquilo, como si los chismes no llegaran hacia él.

Pero en su mente estaban un poco.

No frunció el ceño, sabía que debía estar en calma total, por posibles arrugas.

-¿Y que si soy algo vanidoso? No tiene nada de malo- No quería enojarse, solo hablaba para sí mismo.

-Cumplo con mi deber de caballero dorado, y debo cuidar mi título como el más hermoso- Cerro sus ojos.

-Pero… Me juzgan sin siquiera conocerme- Suspiro.

Es verdad… Nadie conocía a ciencia cierta el verdadero Afrodita.

Su forma de ser va más allá de la apariencia de frivolidad y vanidad que proyecta a los demás.

Tiene su orgullo, como cualquiera, el hecho que radica en su apariencia y su cosmos.

Pero solo ven la superficie, lo que les conviene y juzgan sin piedad.

Por las cosa que has hecho en el pasado, por aquello que no puedes remediar y tratas de superarlas. Es fácil cuando tú mismo te lo propones, pero al existir persona que aunque sean ajenas a ti, se la viven riendo a tus espaldas, murmurando tus errores.

Y si, quisieras acabar con ellas, teniendo el poder de un dorado ¿Quién no?

Pero eso solo afirmaría lo que se dice por ahí.

Enumeran tus errores, los riegan como veneno peor que de aquellas rosas que utiliza Afrodita para defender la decimosegunda casa.

Y las cosas buenas que has hecho, se ven opacadas por todo lo malo.

Paso el tiempo para que aquella mascarilla secara y tuviera que limpiarla.

Así lo hizo, yendo hasta su baño, lavándola con agua fría, sabia como hacerlo no es su primera vez, seco su rostro y al retirar la toalla, miró fijamente el espejo.

Su propio reflejo, le gusta verse, no es un pecado admirarte, a veces es hasta sano a cierto punto amarse a uno mismo.

Pero en un mundo en donde, si te dices cumplidos a ti mismo, mencionas que eres muy feliz con tu apariencia que te consideras alguien bastante atractivo, ya es algo que las personas catalogan como narcisismo, soberbia, arrogancia.

No dejaría que los demás lo hicieran sentirse mal por ser como es, se gusta a sí mismo, se quiere, y eso debería ser un gran logro, muchos de los dorados no pueden verse a un espejo sin enumerar sus defectos físicos con respeto a lo atractivo o no le toman importancia.

Afrodita en cambio tiene un equilibrio extraordinario que no cualquiera puede lograr.

Aun así lo juzgan por tratar de estar a la par en todo.

-Por verme bien… Los demás creen que no soy tan fuerte- Suspiro, pero su sonrisa no se iría tan fácilmente –No me importa del todo, puedo demostrar siempre que doy lo mejor de mí, si los demás solo ven lo que les conviene, no es mi problema-

Son palabras muy sabias, que demuestran la fuerza de una persona y su amor propio.

Lo malo es que todo cansa, que te lo digan una y otra vez o que no sean capaces de decirlo a la cara, escondidos detrás de los rumores que inundan el santuario.

Se puede incluso sentir mal… Pero no se deja vencer, al día siguiente seguirá entrenando y siendo el mismo para aumentar su cosmos.

Tendrá misiones en donde saldrá vencedor y regresara sonriendo, con deseos inmensos de darse un baño y quitarse la sangre del cabello.

¿Lo hace por sí mismo? O ¿Por los demás?

Puede que también sea por ambos lados, quiere que lo vean como un hombre hermosamente fuerte.

Es necesario tener una motivación, la cual es demostrar a todos que esas habladurías no sin ciertas y no lo definen.




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