¿a Que Le Tienes Miedo?

Capitulo 14 (Dolor)

En ocasiones aun habiéndolos criado a esos jóvenes dorados, sentía que no los conocía del todo.

¿En qué momento fue que cambiaron todos?

¿En qué punto sus sonrisas inocentes se volvieron aquellos rostros con dolor oculto?

Después de todo Shion, de nuevo en su joven cuerpo como en la guerra santa del siglo XVIII, portaba de nuevo su título de patriarca, sintiendo algo de intriga a su alrededor.

Pero sobre todo… Existe algo que perturba su mente.

Cada vez que regresa a la sala patriarcal al recinto de donde se ocupa de mantener al santuario en orden, aquellos papeles que debe revisar con cuidado, hundido en todas esas responsabilidades.

Posee el mísero tiempo de aun recordar el pasado, aunque sea un poco.

Pensando constantemente en que si hubiera hecho las cosas diferentes, el simple hecho de adelantarse a lo sucedido como debía hacer un patriarca, se habría evitado tanto dolor, la sangre de inocentes derramada y sobre todo esa culpa, odio, desolación que se impregno en los corazones de los dorados.

Son sus niños, todos ellos lo son, y le duele tanto verlos separados unos de los otros.

Es normal que formaran sus pequeños grupos en donde se sentía en confianza, pero aun así en su niñez siempre estaban riendo entre todos, con las bromas pesadas de los mayores, o la protección y regaños de Saga y Aioros.

Las travesuras que hacían los más jóvenes para vengarse de Death y Afrodita.

Esos momentos que se permitía aun con sus responsabilidades.

Recordar en su cansada mente aquellos niños corriendo en ese despacho, las risas, como lograron destruir papeles muy importantes.

Ya era mucho trabajo por ese día, después de ese paseo vespertino para despegar su mente y retomarlo después.

Ver la noche caer por esa ventana que la mantenía cerrada, pues la brisa podría desordena su trabajo.

Pero ahora el tiempo de descanso llega.

Quería contemplar lo único que aún seguía igual, la luna… Cuantas veces en su soledad de siglos, fue lo único que le recordaba que aun el tiempo pasado existía y debía seguir…

No podría dudar de su propia vida, aunque de a poco las personas que conoció en su juventud ya no estuvieran más que un amigo lejano que no podía conversar con el aquel dolor que en su corazón se impregnaba a diario.

Aquello fue el pasado, ahora en su presente… Las cosas para el patriarca mejoraron bastante.

Sonría de manera genuina a ver a esos pequeños, que ahora le ganaban en edad física, porque cronológica competía con Dohko.

Teniendo a ese amigo cerca, a veces más de lo que deseaba, pues cuando el otro quería llegaba y lo mantenía despierto con historias que no sabía si las inventaba o de verdad pasaron, pero aun con su cara de molestia, disfrutaba no estar solo.

Pero nunca comento el dolor profundo… El miedo que lo corrompía de nuevo, porque no supo ser patriarca a sus propias palabras.

-Debo hacer algo… Si hubiera prestado más atención a las señalas que daba Saga… Las palabras que Kanon le decía…- Se tocaba la frente, el dolor de cabeza se estaba intensificando, recordar como uno de sus niños mayores… Lo asesino.

-Saga… No quiero que sigas sufriente…- Dolía, el simple hecho de ver esa culpa en el peli azul, los ojos de odio de Aioria, la vergüenza en Shura.

-Esto fue mi culpa… Era el patriarca y… No hice nada para evitarlo- Las lágrimas salieron e aquellos orbes rosas, apoyado con sus manos en el marco de la ventana.

Deseaba que esta brisa cálida se llevara e dolor del santuario.

-Si pudiera… Quisiera que todo los sentimientos que los dañan… Cayeran en mi- Aunque no fueran en verdad sus hijos, ninguno compartía su sangre, los ama a todos por igual.

La imaginación del peliverde volaba al pasado una y otra vez.

-Mi edad me jugo una muy mala pasada, aun con mi experiencia… No logre prevenirlo…- Apretó sus labios, mirando hacia debajo de aquella ventana, pensando en lo que nunca se cambiara.

-Les prometo que ahora en el futuro, no permitiré que nada malo ocurra…- Golpeo con su puño la pared cercana, si no fuera que se controló en su cosmos pudo haberla destrozado.

Retirándose cabizbajo, cerrando la ventana, retirándose de a poco de la sala patriarcal, para ir a sus aposentos, en el camino en silencio, recibiendo reverencias de los guardias que estarían en turno.

Shion siempre educado aun sin importar su rengo, solo asentía aceptando aquella muesa de respeto.

Al llegar a su habitación, se preparó como cada noche, de manera lenta y monótona.

-No hagas promesas que no puedes cumplir Shion- Esas palabras se las dedica el mismo.

El riesgo de ser un caballero dorado al servicio de Atena, es muy grande, las misiones de su rango son bastante peligrosas, que no garantiza la supervivencia de ninguno.

Pero debía confiar en ellos, en su fuerza, su cosmos, más que nada en que cada uno aprovecha su entrenamiento lo mejor que puede.

Por esa razón aún les sigue exigiendo tanto, prepararlos para lo que sea. Estar alerta en todo momento, aunque los fastidiaba, siempre tienen en mente que debía hacer más por ellos.

Y más con lo que podía ver.

Tal vez sea algo que solo alguien que los conoce de toda su vida, o bueno desde la niñez.

Nota que no son realmente feliz, que están sufriendo en silencio, que cada uno posee una batalla interna que no logra superar, pero ninguno habla, jamás lo hará por que es algo que lamentablemente el mismo les enseño con el ejemplo.

Guardarse lo que sienten, sufrir en silencio, no quejarse y ser fuertes.

La conversación de la noche anterior en donde no durmió y su mejor amigo Libra, le comento lo que podía percibía en Mu y Aioria, pero no se detuvo en ellos dos, comento que Aldebarán se le notaba algo de tristeza.

De a poco menciono a algunos otros y los que faltaron, Shion podía notarlo.

Quiere aliviar su dolor, pero ni siquiera el mismo sabe manejar el propio.




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