Maratón 2/2
Egan
Me despierto con un dolor de cabeza terrible. Ayer la cosa se desmadró más de lo habitual y me quedé en casa de Chris (él acabó celebrando una fiesta) enciendo el móvil, miro la hora y son las nueve de la noche, ¡mierda! ¿He dormido todo el día? Parece que sí. Me empiezan a entrar notificaciones. Axa me ha estado llamando todo el día, ¿qué narices querría? Espera ¡Mierda, mierda, mierda! Mi hermano. Se quedó a dormir en su casa y dije que iría a por él después de la hora de la comida.
Bueno ya no puedo hacer nada, además se oye mucha gente hablando, creo que Chris me dijo que iban a celebrar algo o no sé qué. Así que decido ducharme, cambiarme e irme sin que nadie se dé cuenta de que estaba aquí. Tardo una media ahora en la ducha porque, 1 no es mi casa así que el que pague no seré yo y nadie más que Chris sabrá que fui yo y, 2 porque intentaba recordar todo lo que pasó en la fiesta. Cuando termino de ducharme y voy a la habitación que creo que es de Christian. Abro el vestidor y hostia puta, este chaval sí que tiene ropa, yo tengo bastante, pero esto es como si tuviese un centro comercial entero ahí entro. Cojo unos jeans negros y una camiseta blanca. Cuando estoy por salir oigo como entran a la habitación. Me tengo que esconder ¡rápido! Y lo primero que se me ocurre: el armario. cierro la puerta con cuidado de que no me oigan y me escondo a esperar a que salgan.
– Pero señor Lander, pueden enterarse – oigo como dice una chica.
– Amanda, te he dicho que me llames Chris – este es Christian. ¿Qué mierdas hace? Es el más mujeriego de los cuatro – y, tranquila, están en la fiesta de mi madre, nadie se va a enterar. Te quiero Amanda.
Me acerco a las rejillas y veo como mi amigo tiene a una chica, que parece ser del servicio por su uniforme, cogida por la cintura. De repente empiezan a besarse. Me quedo atónito, osea que el pequeño Chris está enamorado y una relación que ni de coña aceptaría su familia uhh.
– Venga, salgamos de aquí- dice Chris cogiendo a la tal Amanda de la mano.
Cuando creo que ya se han alejado lo suficiente salgo de la habitación y bajo las escaleras. Iba a salir por la puerta cuando una chica con un vestido rosa llama mi atención. Me acerco un poco. Tiene el pelo castaño. Me recuerda a alguien, espera....
– ¿Axa? – pregunto acercándome sorprendido. Se para en seco y poco a poco se gira.
– Hola – dice rascándose la nuca.
Axa
– ¿Qué haces aquí? – pregunta Egan sorprendido. Cuando voy a contestar oigo una voz que me pregunta.
– Señorita Di Piere, ¿le está molestando este hombre? – es uno de los guardias de la salida. Egan me mira aún más confundido.
– Oh, no no, tranquilo – intento recordar su nombre, creo que empezaba por R, ¿Ruben?, no – Robert, nos conocemos, no es ninguna molestia.
Me sonríe amablemente, creo que he acertado con su nombre.
– Entonces me voy – dice, y se aleja.
– Pero que narices... – empieza Egan.
– No tengo tiempo para explicártelo, pero ¿qué narices haces tú aquí?, ¡se suponía que tenías que recoger a tu hermano! – le digo mientras camino hacia la puerta del sótano. Al ver que no me sigue me giro – ¡¿Es que te vas a quedar ahí parado?! Ven aquí narices, cuando todos estén a salvo te lo explico. Ahora no preguntes, no te voy a contestar – le digo sabiendo lo que iba a decir. Intento abrir la puerta, pero está con cerrojo. Cojo una horquilla de mi cabello y abro la puerta, antes de entrar limpio el pomo para no dejar huellas y bajamos. Se supone que en la agencia están poniendo en bucle imágenes para que no salgamos en las grabaciones.
Bajamos las escaleras y ahí está la familia Sullivan. Están todos en la esquina más alejada a las escaleras los padres tapando con su cuerpo a sus hijos.
– Por favor – solloza Amelia – no nos haga daño.
– Amelia, no vengo a aceros daño, vengo a sacaros de aquí – le digo acercándome.
– ¿Cómo sabes su nombre? – pregunta un Liam muy asustado.
– Porque, como acabo de decir, Liam, vengo a salvaros, me sé todos vuestros nombres, Lisa tienes 10 años, los ojos de tu madre y el pelo de tu padre, Liam, tú tienes 14, y los mismos rasgos que tu hermana, Amelia y Arthur, ustedes tienen 40 años y han trabajado muy duro toda su vida, déjenme ayudarlos, por favor- les digo mientras me voy acercando poco a poco.
Amelia salta y me abraza.
– Gracias, gracias – dice mientras llora. La separo un poco y la miro a los ojos.
– Agradéceme cuando estemos todos lejos y a salvo – dicho esto empezamos a subir las escaleras, saco mi arma y un cuchillo, nunca sabes lo que puede pasar.
Me siguen hasta una salida para las personas del servicio y salimos todos. Cuando creo que nos vamos a salir con la nuestra aparecen dos guardias.
– ¡Ehh! ¡Alto ahí! – grita uno. Les susurro que corran hasta la camioneta negra aparcada a unas casas de allí.
– ¿Y tú? – pregunta Lisa con miedo.
– Tranquila pequeña, me sé defender salen todos corriendo y veo como los guardias se acercan poco a poco, aunque todavía están a unos veinte metros.