¿a salvo? Nunca

Capítulo X

Axa

Estoy agotada, y no por la actividad de la misión sino porque Egan ha estado preguntando muchísimo, le hemos tenido que explicar todo unas diez veces, no exagero.

Llegamos a casa y nos bajamos de la moto. Rezo por que Andi esté dormida, porque como me vea con el vestido tendré que inventarme alguna mentira. 

Cuando entramos al salón están Andrea y Owen dormidos en el gran sofá. Subo corriendo a cambiarme y bajo a los cinco minutos con mi camiseta larga favorita (es una de las que me dio Robin, me gustan sus sudaderas y camisetas anchas, y de vez en cuando me da alguna de las suyas) y unos shorts de pijama, Cuando llego está Egan despertando a su hermano.

– Andi – me acerco a ella para despertarla – Andi – le digo un poco más alto. La muevo. Mi amiga siempre ha tenido un sueño muy profundo, siempre tengo que acabar despertándola a almohadazos. Voy a la cocina y vuelvo con un vaso lleno de agua y grito – ¡Andrea! – inmediatamente después le lanzo el contenido del vaso a la cara empapándola entera.

– ¡Ahhh!, ¿qué narices te pasa? – me pregunta tapándose la cara con un cojín. – El agua estaba helada- se queja

No puedo parar de reír y ella frunce el ceño, es la única que no se está riendo, solo que los demás son más silenciosos. Estoy tirada en el suelo cuando intento hablar.

– Es...es...q...que...t...tu...puajajajaj... – digo riendo como una loca. Sabes cuando te dan esos ataques de risa tan fuertes que acabas en el suelo riéndote a carcajada limpia, bueno, pues eso es lo que me pasa a mí.

Ya era bastante tarde, así que cuando se fueron Andi, Egan y Owen, Adam y yo nos fuimos directamente a dormir.

Y por fin es domingo, no es el mejor día de la semana, pero me conformo con no ir al instituto, y sería un buen día si mi primo no me estuviese despertando a horas prohibidas.

– Axa, Axa – dice moviéndome por los hombros – ¿me haces tortitas otra vez? – pone cara de cachorrito abandonado.

– Adam, ¿Qué haces despierto? ¿Y qué hora es?

– Son la ocho de la mañana, es que no podía dormir más – dice y veo cómo se va alejando poco a poco. Mi mente mañanera empieza a procesar, son las ocho y no pod... ¡Espera! ¡Son las malditas ocho de la mañana! Cuando finalmente empiezo a darme cuenta le tiro todas las almohadas de mi cama y el sale corriendo por la puerta de mi habitación, por eso se ha ido alejando de mí. 

Me vuelvo a recostar en la cama he intento dormir, pero es imposible, salgo a regañadientes de la cama y bajo a la cocina.

– Pfff, las ocho, a quien se le ocurre, todavía me quedaban tres horas de sueños de no ser por el renacuajo este – voy murmurando. Lo justo sería que se quedara sin tortitas, pero es que yo también quiero.

– ¡Adam! – grito por quinta vez – ¡si no vienes en treinta segundos me comeré todas las tortitas y ya no es un aviso es una amenaza! ¡Encima de que me levantas tan temprano y no bajas a comer!

Subo las escleras para ir a buscarlo y empiezo a oír ruidos. Saco el bate de beisbol del armario de mi padre, es un gran aficionado al beisbol, y voy hacia su habitación abro la puerta poco a poco y me encuentro una escena que me descoloca completamente, un hombre, creo, está rebuscando por todas partes, está tan concentrado que no se ha dado cuenta de mi presencia, aprovecho eso y me coloco sigilosa y estratégicamente detrás suya, con rapidez, sin dejarle tiempo a reaccionar paso el bate por delante suya, lo coloco en su cuello y cojo el otro extremo con la mano.

– ¿Quién eres?

– No te importa – dice la persona con la voz distorsionada por el gorro.

– Ohh, yo creo que sí, seré buena y te lo volveré a preguntar. ¿Quién eres?

– Nadie del que necesites saber.

Con un movimiento veloz le bateo una rodilla, cae al suelo y vuelvo a la misma posición que antes.

– Muy bien, i no quieres decir eso, ¿para quién trabajas?

– No lo sé – me río ante la tontería que acaba de decir.

– Repito, por si no me has escuchado bien – digo apretando los dientes –, ¿para quién trabajas?

– Que no lo sé – repite con tono molesto.

– Dulces sueños – le pego un golpe en la cabeza lo suficientemente fuerte para dejarlo inconsciente. Si no me va a responder nada de esta manera tendré que sacárselo de otra. Lo ato de piernas y manos con una cuerda y entonces recuerdo a Adam – ¿Adam? ¿Dónde estás campeón? ya pasó todo.

La puerta del armario se va abriendo lentamente y me encuentro a Adam encogido con los brazos alrededor de sus rodillas y la cabeza escondida entre sus piernas.

– Ey, ya está vale, ya pasó, baja a desayunar y ahora hablamos, vale, corre anda que encima de que me pides tortitas y me levantas tan temprano, a ver si no te las vas a comer- levanta la cabeza y me da una pequeña sonrisa, se levanta y sale sin mirar en ningún momento al hombre amordazado del suelo. – ¿Y ahora que hago yo contigo bella durmiente?

Lo bajo a una de las salas del sótano, lo amarro a la sala y le quito el gorro de una vez. Es un hombre de mediana edad, castaño, los ojos no los puedo ver porque los tiene cerrados.



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En el texto hay: amorodio, espias, vidasecreta

Editado: 29.07.2021

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