A segunda vista

Capítulo 1; Primera vista ¿Ironía? - Vll

Me paseo por tercera vez de la mesa de entrega a los comedores, hoy es un día de esos que parece eterno, uno donde debes limpiar el desastre que dejan una bola de aficionados del fútbol a cambio de una propina de dos dólares. No suena bien y es peor de lo que parece.

Tal vez he limpiado al menos cinco veces cada una de las mesas en lo que va del turno, ya ni hablar de los extraños líquidos esparcidos por el suelo que he implorado en más de una ocasión que sea gaseosa.

Saco las pajillas y entrego las charolas con las tres hamburguesas especiales cuando el teléfono suena al fondo detrás del viejo mostrador de madera. De camino saco la libreta para tomar la última orden antes del cambio de turno, pero mi siguiente paso es pegajoso, entonces veo una mancha de queso derretido del tamaño de mi calzado en el suelo.

—No me baja.

Escucho con desconcierto desde la otra línea telefónica del restaurante de comida rápida en el que trabajo medio tiempo después de la universidad.

—¿De qué demonios hablas? Eres hombre, es obvio que no te debe bajar —susurro intentando no enfadarme al reconocer la voz de Daen. Es claro que es él.

Resoplo con fastidio acostumbrada a las bobas bromas telefónicas que recibo casi a diario de mi mejor amigo.

—Dos hamburguesas especiales, señorita Hasson.

—¿Misma dirección, Weller?

—Y compañía si se puede.

Sonrío divertida, estoy a minutos de volver a ser dueña de mi vida, ojalá eso fuese libertad, pero en mi departamento me esperan quehaceres y cerros de tareas escolares en mi ordenador.

Preparo el pedido de Daen diez minutos antes de salir, muestro el comprobante del depósito en el sistema y le explico a mi adorable jefa que haré yo misma la entrega de paso como casi a diario.

Casi veinte minutos después me encuentro tocando el timbre frente al enorme portón de la residencia que no me trae tan gratos recuerdos.

Los padres de Daen tienen una casa exageradamente grande y elegante, tal vez una de muchas, especialmente en esta he estado en demasiadas ocasiones, mucho más tiempo de lo que hubiese querido. Él es un gran chico, es listo, disciplinado, inteligente, con las mejores notas entre la generación y... Abre frente a mí pillandome distraída.

—¿Pasas? —Pregunta preocupado hacia mi perdida de la realidad.

—En otra ocasión, ahora necesito una ducha, empezar mis tareas y si es posible renacer.

Se carcajea fuerte y me esfuerzo por sonreír. Él tiene ese tipo de sonrisas que podrían aclarar la oscuridad de cualquier tormenta en segundos.

—Y una cosa más —Me vuelvo con fingido enfado—. Deja de dar propinas más altas que lo que encargas.

—Es por el buen servicio —se queja afable.

Finalmente caminé hasta mi departamento, una vez aquí me dí un baño buscándome en este cansado cuerpo adolorido y lleno de ojeras. Veo la foto de mis padres y mi hermana Lili en uno de los portaretratos sobre el pequeño buró.

Quisiera dormir mil horas consecutivas si eso fuese posible. Pero no, ser uno de los quince alumnos con una beca del ochenta por ciento no es sencillo, debo mantener mis notas arriba de noventa y cinco.

Los extraño tanto y la distancia debe valer la pena.

Mi madre es una gran cocinera en la provincia, mi padre es amante de la apicultura, animales de crianza, y agricultura, con base en sus enseñanzas estoy segura que Lilian será una gran veterinario, y poco a poco se podrá cambiar la mentalidad de aquellos lugares aledaños a Loreto, mi hermoso hogar.

Regresando a mi propio lío, envuelvo mi cabello en una toalla y prosigo a sacar de la mini nevera lo que preparé en el desayuno para calentar un poco.

Quizá Daen tiene razón y debo buscar un empleo mejor remunerado o con menos horas laborales. Aunque no puedo darme el lujo de renunciar al actual hasta tenerlo en las manos. Y ninguno cae por sorpresa.

Al día siguiente, tras terminar la última clase, Daen tomó mi mochila y salió corriendo conmigo tras él.

Es increíble tener a ese tipo de personas en la vida, esos que te hacen sentir un niño todo el tiempo, pero a la vez te mantienen en el presente motivándote a mejorar tu futuro.

Así es mi querido Daen.

Por favor, él es un excelente atleta mientras que yo camino por obligación, ni en mi momento más alto de disociación de la realidad alcanzaría al capitán del equipo de fútbol de la reconocida universidad de San Sebastián. Pero no, Jolie Hasson no se da por vencida tan fácil, tomo impulso para correr cuanto mis piernas me lo permiten.

—¡Jo cuidado! —me advierte Eguia, uno de nuestros compañeros al vernos atravesar.

No hay tiempo, choco de frente con dos hombres encaminados a la dirección. El mayor de quizás unos sesenta años, su cabello es casi completamente cano, su tez es muy blanca, se ve bronceado, tal vez viene de algunas vacaciones tropicales recientes, el más joven comparte rasgos similares, delgado sí, pero no de complexión trabajada, apenas unos rasgos atléticos debido a su altura, su cabello es castaño demasiado claro con destellos rubios, sus labios son rosas y lentes oscuros cubren sus ojos.

Oh, oh.

No es cierto, ¡Él está aquí! ¿Será el mismo? Y si lo es... ¿Me recordará aunque sea un poco? ¿Aunque cómo recordarme si tal vez ni siquiera se enteró de mi existencia?

Por distraerme con recuerdos que quizá ni le importan casi lo derribo, pero el mayor vestido de traje lo alcanza a sujetar con fuerza al él si esquivarme.

—Lo siento, lo siento en verdad —me disculpo muerta de vergüenza un sin fin de veces.

Daen ríe a carcajadas a un par de metros, lo cual se borra bruscamente cuando los ve de cerca.

—¿Estás bien hijo? —le pregunta el canoso.

—Eso creo —responde aturdido agachándose a palpar el suelo. Mis ojos se abren enormes cuando noto el bastón guía. ¡Pero claro que es él!




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