Chris se paralizo ante las palabras de James.
— No le diré a nadie — le dijo James como para calmarlo — pero quiero saber la respuesta a esa pregunta y a muchas otras; Me da mucha curiosidad el futuro y el por que están aquí.
— ¿Alguien más lo sabe? — dijo Chris y con esa respuesta tranquilizo a James que solo por fuera.
— Solo Mary y yo, jamás me atrevería a comentar algo como esto.
— En efecto — confeso Chris — no somos de esta época.
— ¿Por qué eligieron esta época? Supongo que tenían mejores opciones.
— No fue tanto una elección, Emily estaba aquí y ella es mi hermana menor y no podía dejarla sola; y Mishka y yo necesitábamos un lugar a donde ir.
— ¿A que épocas han viajado?
— Solo a esta, los viajes en el tiempo siguen siendo teóricamente imposibles.
— ¿Quién invento la maquina?
— Yo lo hice, aunque no podría decir que la invente, solo logre hacerlo realidad.
Ante esta Chris le explico a James muchas cosas, lo que considero que era importante o que él podía saber.
La parte de la remodelación de la propiedad termino y “la gran la familia” quería hacer algunos ajustes, pero antes de eso tenían que mudarse y organizarse.
Luego de que por fin terminaran todo el trabajo y las familias se mudaran a la nueva propiedad comenzaron a establecerse y mientras el proceso de acomodarse en su nuevo hogar tomaba lugar ellos no estaban trabajando en ningún proyecto. En realidad, tenían planes de hacer sus propias remodelaciones y adaptarle un par de modernidades a la propiedad, pero no era algo que pudieran hacer cuando aún quedaban trabajadores rondando.
Elizabeth había salido al patio con nada más que una manta, un libro y el celular en un bolsillo (audífonos incluidos).
Había un árbol enorme cerca de una pequeña construcción que aparentemente jamás fue terminada y yacía abandonada y cubierta de maleza, allí ella tendió la menta y se acostó a leer un rato, pero la tarde estaba tan tranquila que ella simplemente cerro los ojos un rato, pero su sueño se interrumpió al sentir a alguien acercarse a ella, abrió los ojos y cuando su vista se ajustó, distinguió al señor Andersen.
— ¿¡Señor Andersen!? — le dijo sentándose de golpe y mirándolo con cara de incredulidad — ¿Qué hace usted aquí?
— Estaba hablando con el señor Richardson sobre algo; ya voy de retirada.
— Ya veo
Un breve silencio incomodo tuvo lugar, y ellos solo se miraban uno al otro sin decir nada.
— Puede tomar asiento si gusta — le dijo Elizabeth extendiendo su mano — no pienso ponerme en pie.
Ante eso el señor Andersen la miro unos segundos y se sentó sobre la manta junto a ella.
— ¿Ya consiguió adaptarse a su nuevo hogar?
— No, aún no.
— Puedo preguntar porque está sola aquí.
— Últimamente todos están muy ocupados con sus vidas, y yo tengo un pequeño vacío existencial.
— En pocas palabras está usted aburrida.
— Exactamente, acabamos de mudarnos y yo no tengo nada que hacer.
— ¿Y los demás?
— Ellos tienen sus vidas, mi hermano y Emily tuvieron a Nathan y Chris y Mishka… están muy ocupados.
— Ya veo.
— Señor Andersen.
— Dígame.
— ¿Qué era eso? — le dijo señalando las ruinas.
— Quisieron hacer un comedor para los trabajadores — respondió él — pero la señora callo enferma y jamás lo terminaron; aun cuando la señora se recuperó.
— ¿Cómo fue trabajar aquí? — le preguntó Elizabeth.
— No fue fácil, siempre tenía mucho trabajo que hacer — respondió él — Yo también era muy inteligente y si quería hacer algo o investigarlo siempre tenía que escaparme.
Elizabeth sonrió por la naturalidad con la que Artur dijo eso.
— Seguro que usted era el único aquí que se escapaba de trabajar para estudiar y no para divertirse.
— ¿Quién dijo que no me divertía?
Arthur se levantó y extendió su mano hacia Elizabeth.
— Sé que dijo que no quería levantarse — le dijo — pero hay algo que me gustaría mostrarle.
Elizabeth lo miro uno segundos y se agarró de su mano y él tiro de ella para ayudarle a levantarse.
Caminaron por hasta llegar a una parte apartada de la propiedad en donde se habrá el campo.
— ¿No pensara en secuestrarme o sí?
— No — respondió él con un poco de malicia — Ya habrá tiempo para eso.
Ante el comentario Elizabeth sonrió.
— Aquí es — dijo El señor Andersen parándose a la sombra de unos árboles que entrelazaban sus ramas, en el lugar había mucha maleza y el prado estaba cubierto por pequeñas florecillas moradas que emanaban un ligero perfume.
— ¿Qué paso aquí? — le pregunto Elizabeth.
— Infarte a una vaca.
Elizabeth lo miro y era como si tratara de procesar la información
— ¿Qué?
Arthur la miro y sonrió ante la expectación de que provocaría en ella la anécdota que estaba a punto de contarle.
— Yo tenía unos 15 años cuando esto paso estaba haciendo mi aparato en secreto en el corral porque de ese modo no me llamarían a trabajar y tendría algo de tiempo para terminar mi invento...
Pero mientras lo armaba exploto.
No tenía la más mínima idea de que las vacas podían correr tan rápido... la encontraron como a media milla... creo que le dio un infarto.
Elizabeth comenzó a reírse por que se imaginaba la escena de la vaca corriendo a toda velocidad.
El señor Andersen miraba a Elizabeth y se reía de su risa y ella se avergonzó.
— No me imagine que usted pudiera ser graciosos — le dijo.
Hubo un silencio de unos breves segundos en lo que Elizabeth se reponía y Arthur pensaba.
— Ya que esta aburrida que le parecería ir conmigo a mi laboratorio, podría ayudarme con mis cálculos o mis experimentos.
— Sí — respondió ella, aunque después lo pensó.
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Editado: 25.11.2021