A través de la mirada de un asesino

04| Dolor

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El timbre suena, pero no me muevo, a diferencia de mis compañeros que salen despavoridos del salón sin esperar a las indicaciones del profesor Martinez.

Tiro de mi cabello con ambas manos, sintiéndome inútil por no poder resolver el estúpido ejercicio. ¿El profesor me creería si le digo que no le he entendido nada y que necesito que me lo vuelva a explicar, con peras y manzanas si es posible?

Leo una vez más el ejercicio, esperando que eso sea suficiente para que algo haga clic en mi cabeza y poder resolverlo de una buena vez.

y= 2x-3 delimitado por: x= 3, x= 7, eje x

Nada, sigo completamente en blanco. Bufo exasperada. No puedo creer que apenas ha pasado un mes desde que comenzó el semestre y no entiendo nada.

Trazo un par de números y letras, además del signo ∫, que se me figura a una “S” rara, recordando el ejemplo que puso en el pintaron. Intento resolver el ejercicio por al menos vigésima vez, pero cada vez que lo hago o me atoro, u obtengo un resultado diferente a los anteriores.

Borro todo lo que llevaba y empiezo de nuevo.

—Ya puedes irte.

Levanto la cabeza rápidamente, sorprendida al escuchar la voz de mi maestro. Creía que ya se había ido, que estaba sola en el salón, ahogándome en la agonía que es la ignorancia e incomprensión. Okey, ya, debo bajarle al drama.

—Si, escuché el timbre, pero no entiendo el ejercicio.

El profesor camina hasta estar a mi lado y se inclina para explicarme el procedimiento. Cuando termina, borra lo que ha hecho y me pide que ahora lo haga yo. Llego hasta el tercer paso, porque de ahí en más no sé cómo seguir.

Me explica todo de nuevo. Y cuando llega al resultado me vuelvo consciente del tiempo que le estoy quitando en vano, porque sigo sin entender. De modo que cuando ha borrado lo que ha hecho para que yo lo haga, trazo cosas con el lápiz que no entiendo, pero sé que están bien al ver la sonrisa satisfactoria que se forma en su rostro.

—Ahí lo tienes. —Sonrío fingiendo alegría, y justo cuando he aventado todo en la mochila para salir del salón, agrega— ¿Podrías darle esto a tus compañeros? —Asiento con la cabeza, tomando las hojas cuadriculadas que me extiende. Son los ejercicios.

Me despido de él y ahora sí, salgo del salón, pensando que será todo un milagro si logro aprobar la materia.

Antes amaba las matemáticas, era mi materia favorita, pero cuando empezaron a cambiar los números por las letras, se volvieron mi talón de Aquiles, y bastó con una sola clase para que nuestra relación pasara del amor al odio. Desde ese momento mi media ha bajado del 10 a una nota apenas aprobatoria y con mucho esfuerzo.

Niego con la cabeza al sentirme mareada por tantos números y letras, deseando deshacerme de esas imágenes mentales que lo único que hacen es atormentarme.

Le hecho una ojeada a los papeles en mis manos justo cuando voy entrando a la cafetería, pensado que si no quiero guardarlos hasta mañana, tendré que dárselos ahora mismo, dado que después del receso tenemos la clase de dominio, lo que significa que cada quien va por su lado.

Checo el nombre en la parte inferior de cada hoja y escaneo el comedor en busca de mi compañero. Repito el proceso hasta concluir con mi tarea, o casi. Me queda una hoja, pero al leer el nombre me descoloco. Cole Nelson.

Hago una mueca. He estado evitándolo desde nuestro pequeño altercado. Vuelvo a escanear el lugar, pero no lo encuentro por ningún lado, y no me da oportunidad de hacer nada más porque suena el timbre.

Todos los estudiantes se ponen de pie y caminan en dirección a las escaleras que llevan al piso subterráneo. Voy tras ellos. Descendemos por las escaleras y me mantengo estática al final de éstas, viendo como los otros salones se llenan de estudiantes mientras que al mío apenas y entran cinco personas.

Los maestros son los últimos en hacer acto de presencia, y cuando veo a la mía adentrarse a nuestro salón, la sigo, casi pisándole los talones, para no quedarme fuera. Apenas cierra la puerta comienza a hablar de lo inferiores que somos en comparación con los demás y de lo horrible que es ser libra.

Aprieto los labios para no contradecirla por más que no comparta la misma opinión que ella. Y cuando por fin llegamos a la parte que debería ser divertida, me siento tan agobiada por lo mal que ha ido el día que solo pienso en irme a casa.

—Quiero que formen parejas —indica con tono aburrido—. Van a usar sus poderes para saber lo que está sintiendo su compañero, también quiero que encuentren la razón por la que está experimentando esos sentimientos, y me lo dirán conforme me vaya acercando a ustedes.

Miro a mi alrededor, más específicamente a las escasas personas que conforman el grupo. No he interactuado realmente con ninguno de ellos, y hasta el momento había sido la profesora Meyer quien hacía los equipos, así que no sé con quién juntarme. Pero no tengo que pensarlo mucho, no cuando la otra chica de mi edad, Nenúfar, se me acerca dubitativa.

—¿Quieres ser mi pareja?

—Claro.

Una vez todos estamos en pareja la profesora se acerca a cada equipo. No presto atención a lo que van diciendo, solo espero a que sea mi turno mientras divago en mis pensamientos.

Como es de suponerse no me percato del momento en que la profesora llega hasta nosotras, al menos es así hasta que siento el ligero codazo que me propina Nenúfar en las costillas.

—Te escucho Nenúfar.

No es necesario que nos estemos mirando para usar nuestros poderes, aun así, volteo en su dirección y mantengo el contacto visual con ella. La miro con curiosidad, preguntándome qué tanto logrará ahondar en mi mente.

La mayoría solía confundir nuestro poder con leer la mente, pero eso fue cuando recién hicieron aparición nuestras habilidades. En ese momento a la gente no le importaba tanto ser libra, no obstante, cuando descubrieron que nuestro poder iba más que nada enfocado a los sentimientos y que no teníamos ninguna clase de control mental, empezaron a subestimarnos y despreciarnos.



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En el texto hay: misterio, poderes, suspeno

Editado: 21.09.2024

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