06| Problemas

Hago garabatos sin sentido en la última hoja de mi libreta. Apenas son las nueve, y ya estoy más perdida que una ardilla en el polo norte. Tuvimos matemáticas las primeras dos horas y, otra vez, no he entendido nada. Como siga así, voy a reprobar.

Hay demasiado ruido, todos están hablando, casi gritando, sin parar. La mayoría sobre el campamento que está organizando la escuela para antes de salir de vacaciones, otros, de los juegos que se llevarán a cabo en un par de semanas y, unos cuantos, de cualquier trivialidad.

Así que no es de extrañar que nadie —incluyéndome—, se percate de que la profesora Murray ha entrado. No es hasta que suena un silbato, provocando que la mayoría pegue un brinquito del susto, que nos volvemos consientes de su presencia.

—Como veo que tienen ganas de platicar, vamos a hacer algo distinto—. Deja sus cosas sobre el escritorio sin prisa—. Dustin, ven al frente —dice a la par que se sienta en la esquina del escritorio.

El susodicho acata la orden de inmediato. Ahora el salón está en completo silencio, y todos tienen su atención puesta en la maestra, o como ella prefiere que la llamen, Maya, su nombre de pila.

Sigue sorprendiéndome el respeto que le tienen, es la única a la que todos le presentan atención, de la que nunca se burlan y siempre cumplen con todo a tiempo. Me pregunto si es porque cuando se enoja da miedo y quieren seguir disfrutando de las libertades que nos da o hay algo más.

Siempre buscando algo más.

No sé por qué lo hago, es algo inconsciente, pero de algún modo es como si siempre necesitara una explicación para que las personas fuesen de una forma en particular.

—Dustin, ¿qué es el amor propio?

—Lo que siento por mí —responde a la par que se abraza a sí mismo con una sonrisa en el rostro, causando que la mayoría de nuestros compañeros se rían. Deja caer los brazos a los costados de su cuerpo antes de añadir—: Es cuando nos aceptamos a nosotros tal cual somos, y aprendemos a valorarnos.

Dustin es un chico genial y muy seguro de sí mismo, pero suena como si realmente hubiera tenido problemas para aceptarse. Recuerdo entonces que el chico es gay y, aunque casi todos los países del mundo ya han aceptado a la comunidad LGTB como sus iguales, los lugares aislados como Closwell suelen ser más conservadores con esos temas.

Maya asiente de acuerdo y le hace una seña para que vaya a sentarse. Enseguida le indica a una chica, Mitchell, que pase al frente.

—¿Qué es el crecimiento personal?

—¿Lo que nos permite desarrollarnos como individuos?

—¿En qué sentido?

—Mmmm. —Su ceño se frunce ligeramente y medita un momento en su próxima respuesta antes de esbozar una expresión de confianza—. Es lo que nos impulsa a ser la mejor versión de nosotros mismos y esforzarnos por lograr lo que nos proponemos.

Mitchell voltea a ver a Maya y, cuando ella asiente, la chica va de regreso a su lugar. Maya se pone de pie y camina hasta quedar parada justo en el centro del salón, haciendo sonar sus tacones contra las baldosas del piso.

—Bueno, el tema que vamos a ver hoy es la trascendencia, pero ¿qué es trascender? —Guarda silencio un momento, esperando a que alguno de nosotros decida participar, mas cuando se da cuenta de que ninguno va a decir nada, continúa—. Trascender tiene que ver con ser superior o sobresalir entre otras personas. Tener un impacto en los demás, sea éste bueno o malo. —Otra pausa—. Les hice las preguntas anteriores porque muchas veces ese querer sobresalir está ligado a algunas metas que nos hacemos, las cuales, por más que intentemos, no siempre logramos.

Apoyo el codo sobre la mesa del pupitre y recargo la cabeza en mi mano. Miro de reojo a mi alrededor y me sorprendo al ver el interés de todos por lo que está hablando la profesora.

—En ocasiones esos fracasos —dice la última palabra haciendo comillas—, debilitan nuestra autoestima, ya sea porque nosotros mismos desacreditamos nuestro esfuerzo, o porque las personas a nuestro alrededor lo hacen. Y ahí es cuando empezamos a autodestruinos al sentirnos insuficientes. Y no nos percatamos de que podemos trascender en la vida de los demás con solo tener un acto de gentileza, interesándonos por su vida, escuchándolos. —En su rostro se forma una dulce sonrisa que a la vez parece irónica—. A veces los actos más insignifcativos son los que más significan.

No le da oportunidad de agregar nada más, dado que suena el timbre para salir a receso.

—Quiero que se junten en equipos de dos y compartan sus opiniones respecto al tema. Me entregarán una reflexión de mínimo una cuartilla para la próxima clase.

Me giro hacia Jaeger—. Lo haremos juntos, ¿no?

Jaeger alza la vista por un momento antes de volver a guardar las cosas en su mochila—. Como quieras.

—Perfecto, pero que sea en tu casa.

No me espero a obtener una respuesta de su parte, me pongo de pie y salgo corriendo del salón para que no pueda alcanzarme, si es que ha venido tras de mí.

Camino en dirección a los baños, cuando llego todos están ocupados, por lo que espero a que alguna chica desocupe uno de los cubículos. Cuando uno de éstos queda libre ni siquiera me fijo en la persona que va saliendo, solo me meto murmurando una disculpa por haberla chocado en el proceso.

Al salir veo a una chica de espaldas que se me figura familiar secándose la manos. Me petrifico al reconocerla—. ¡Nenúfar! Cielos, ¿choqué contigo? —Asiente torpemente con la cabeza, sus mejillas se encienden haciéndola lucir adorable—. ¡Perdón, no te vi!

—No pasa nada. —Se encoge de hombros restándole importancia.

—Oye, ¿quieres almorzar conmigo? —La mirada que me dedica no me gusta nada, y es entonces cuando recuerdo lo que pasó hace unos días en la clase de dominio—. Te juro que no es por eso. Mira, no me gustan los cambios, y estoy molesta con mis padres porque se la viven trabajando, así que si logro librarme de Chris, un compañero, suelo pasármela encerrada en la biblioteca platicando con mi mejor amiga por mensaje hasta que suena el timbre. Así que, como imaginarás, no he socializado mucho.