A través de la mirada de un asesino

07| Atracción

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Estoy parada tras la moto de Jaeger, en cambio, él ya se ha sentado y espera pacientemente a que haga lo mismo. Pero no quiero hacerlo, me siento impotente y fuera de control, lo cual no me gusta nada. Encima, tengo la sensación de que si me sujeto de su hombro —como hago siempre—, terminaré haciéndole daño, y si solo me sostengo de la moto, seguro que me caigo en algún descuido.

—Eres demasiado sentimental —masculla, mirándome sobre su hombro—. Al menos cuando se trata de tus padres.

Finalmente me subo a la moto, haciendo todo lo posible para controlar las emociones bullendo en mi interior—. Cállate. —Aprieto mi mano en un puño y dubitativa la coloco en su hombro. Apenas lo rozo siento la imperiosa necesidad de alejarla de él.

Jaeger se ríe de mi actitud. Su risa es burlona, y con una sonrisa maliciosa me obliga a envolver uno de mis brazos entorno a su cintura, dejando la palma de mi mano extendida sobre su duro abdomen.

Trago duro.

Intento apartar mi mano. Estoy tensa, y la única forma que tengo de apaciguar mis sentimientos justo ahora, es abrir y cerrar mis manos en puños. Sin embargo, el pelinegro no me permite hacerlo.

Arranca la moto tan rápido que por impulso me aferro más a él para estabilizarme, provocando que una ronca carcajada salga expedida de su garganta nuevamente. Creo que me volveré adicta a ese sonido. Una vez recupero el equilibrio, llevo mi mano a su hombro y con la otra me aseguro de mantener la falda en su lugar.

No tardo en notar que estamos haciendo el mismo recorrido de cada día. Frunzo el ceño extrañada.

—Estoy harta de sermones, ¿podemos hacer el trabajo en otro lado?

—Padre no está en casa.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Tengo casi 17 años viviendo con él, creo que ya conozco su rutina.

—Bien —cedo—. Pero como llegue y comience a regañarnos, nos largamos.

Jaeger no dice más y yo no hago nada por seguir hablando con él. Regularmente hacemos los viajes de casa a la escuela, y viceversa, en completo silencio, así que ya estoy acostumbrada a su falta de comunicación.

En menos de lo que canta un gallo estaciona la moto en el garaje de su casa. Con la misma rapidez se baja. Voy tras él, que me espera en el marco de la puerta, manteniéndola abierta para que entre.

Es la primera vez que estoy en su casa. Escucho el sonido de la puerta cerrándose a mis espaldas. Jaeger pasa a mi lado, rozando mi brazo con el suyo, y comienza a caminar en dirección a lo que imagino, debe ser la sala de estar.

—Vamos, no hay nada interesante que ver.

Me gustaría decir que se equivoca, que solo es que él ya está habituado a la decoración de la casa porque vive aquí. Pero no es así, y esa sí que es toda una sorpresa.

Todo es una combinación de tonos tierra, mas no es el colorido de la casa lo que la hace sentir tan sola y deprimente. La casa está casi vacía, solo cuenta con lo indispensable. Las paredes completamente desnudas, no hay un solo adorno, recuerdo, cualquier cosa que diga algo sobre el dueño del lugar, vistiéndolas. Apenas y entra la luz natural a la casa, todo se ve tan sombrío hasta que Jaeger enciende las luces.

—Deja de buscar, ya te dije que no hay nada —repite—. Vamos a la sala.

—Pero no creí que hablaras tan literalmente. —No puedo evitar seguir observando la casa de pies a cabeza, buscando cualquier cosa que la haga sentir más cálida. Pero hasta hay cajas que desempacar—. ¿Cuánto tienen viviendo aquí?

—Ocho años —responde, para mi sorpresa.

Es imposible que tengan tanto tiempo viviendo aquí y que siga pareciendo que acaban de comprar la casa, y obviamente no lo digo porque esté en tan buenas condiciones que parece nueva, sino porque no tiene esencia propia.

—Bueno, al menos nadie tendrá motivos para meterse a robar a tu casa, claro, a menos que tengan una mina de oro escondida por ahí y alguien lo sepa —suelto, dándole un último repaso a la sala de estar. Cuando mis ojos conectan con los de Jaeger frunzo el ceño. Está apretando los labios en una línea, como si estuviera aguantando la risa—. ¿Qué?

—¿Por qué cojones siempre le buscas el lado delictivo a todo?

Me encojo de hombros restándole importancia—. Soy hija de policías, recuérdalo.

Niega con la cabeza poco convencido—. No, no es por eso –asegura—, hay algo más.

Claro que hay algo más, pero no pienso decírselo

—No, eso es todo.

—¿En serio? —Asiento con la cabeza—. No te creo, y eso solo hace que le dé más vueltas a mi teoría.

Enarco una ceja divertida y confundida a partes iguales—. ¿Tu teoría?

—Lo de tus padres siendo policías es solo una fachada, en realidad tú eres toda una mente maestra criminal y ellos solo se aseguran de mantenerte fuera de las rejas.

Mi ceño se frunce todavía más si eso es posible, incrédula. ¿De dónde sacó semejante cuento? Antes de que pueda decir cualquier cosa, una sonora y ronca carcajada llama mi atención.

—Estás demasiado risueño, ¿te sientes bien? —Inclino la cabeza hacia la izquierda en signo de curiosidad.

No sé en qué momento nos hemos acercado tanto al otro, si ha sido cosa de él o mía. Pero eso no importa, no cuando la sonrisa en sus labios se ensancha. ¿Cómo puede estar tan alegre cuando hace menos de una hora no paraban de regañarnos? Este comportamiento es tan atípico en él que estoy confundida, pero me gusta esta faceta suya.

Enderezo la cabeza, provocando que nuestros rostros estén aún más cerca, tanto que siento su respiración chocar contra mi cara cuando exhala.

Jaeger toma un mechón de mi cabello y juguetea un par de segundos con él antes de llevarlo tras mi oreja. Deja su mano alrededor de mi cuello y acaricia suavemente mi mejilla con el pulgar. Siento una corriente eléctrica recorrerme entera. Mis labios se entreabren y suspiro débilmente.



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En el texto hay: misterio, poderes, suspeno

Editado: 05.05.2024

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