A través de la mirada de un asesino

17| Cuerpos

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Cuando me despierto noto que ninguna de las chicas está aquí dentro, estoy completamente sola. Aprovecho ésto para cambiarme y, una vez lista, salgo de la casita de campaña.

La imagen que me recibe fuera es la de Payton haciendo yoga. Me acerco a ella y me inclino para poderla ver a la cara cuando digo—: Hola.

—Ey, despertaste.

—Ajá.

Payton cambia de postura, ahora mantiene el equilibrio sobre una de sus piernas a la par que se inclina hacia adelante y estira de su otra pierna hacia arriba ayudándose con uno de los brazos.

—¿Desde qué hora estás despierta?

—Suelo levantarme con el amanecer. —Cambia nuevamente de postura—. Para saludar al Sol.

Asiento con la cabeza—. ¿Y los chicos?

—Están por allá —responde después de unos segundos, irguiéndose y apuntando un punto en particular frente a nosotras—. Y tu novio por aquellas rocas, ya sabes, evitando a todos estos simples mortales.

—Gracias —murmuro, un poco incómoda.

A veces me hago la pregunta de si les molesta que Jaeger no se junte con ellos o, si por el contrario, les resulta indiferente, después de todo Jaeger se ha mantenido alejado del resto desde hace mucho antes de que yo llegara al pueblo.

Dejo de darle vueltas a ese asunto en mi cabeza y me dirijo en dirección a Jaeger.

El chico está de espaldas a mí, por lo que intento caminar haciendo el menor ruido posible, lo que resulta un tanto sencillo gracias a la nieve. Al estar a unos pocos centímetros de él, salto y me aferro a su espalda. Jaeger tiene el tiempo justo para reaccionar, tomarme de los muslos y recuperar el equilibrio para así evitar que ambos caigamos al piso.

Cosa que le agradezco porque, sinceramente, no quiero que mi piel toque la nieve.

Me inclino para darle un beso en el cachete, y antes de separar mis labios de su piel distingo como ésta se tensa por la sonrisa que se dibuja en su rostro.

—Hay que ir con los chicos —digo, bajándome de su espalda—, creo que están preparando el desayuno.

Danna le pidió a sus padres prestada su estufa de camping, y habíamos acordado que el primer día calentaríamos los burritos que Jaeger y yo prometimos traer, en la tarde comeríamos una ensalada y para la noche haríamos una sopa instantánea.

Jaeger entorna los ojos, pero no pone objeción alguna cuando lo arrastro en dirección a mis amigos.

—¡Buenos días, dormilona! —Chris me revuelve el cabello antes de volver su atención a los burritos —¿Qué tal dormiste?

—¿Bien?

—Ah, así que no eres una de esas chicas de ciudad que duermen en el duro piso y despiertan con mil y un dolores en la espalda.

—¿A cuántas chicas de ciudad conoces?

—Solo a una.

—¿Y de dónde sacaste esas ideas absurdas?

Chris no dice nada más, se limita a encogerse de hombros.

Minutos más tarde, Payton se nos une y desayunamos todos juntos manteniendo una amena conversación, en la cual logro que Jaeger —aunque con monosílabos—, participe un par de veces.

Alrededor de media hora más tarde es que la mayoría —si no todos— de los estudiantes ya se encuentran fuera de sus casitas de campaña, caminando de un lado a otro o correteándose entre sí a la espera de alguna indicación de parte de los profesores.

No es hasta que son eso de las 10:00a.m. que un maestro se para sobre la misma roca que el día de ayer hizo la maestra.

—¡Buenos días a todos! ¿Qué tal estamos? —Su entusiasmo es contagioso—. El día de hoy tenemos varias actividades programadas. Primero, nuestra famosa caminata por el Parque. Después les daremos un lapso de media hora antes de que juguemos a Encontrar el tesoro, éste será en binas, tranquilos, ustedes podrán hacerlas. Luego tendrán el resto de la mañana libre y, tras la hora de la comida, podrán escoger entre dos actividades: observación de flora y fauna o hacer comederos para pájaros. Enseguida se irán con sus maestros de dominio para practicar en la naturaleza y de ahí son libres el resto del día. Ya saben, por las noches tenemos la fogata.

Antes siquiera de que el maestro se baje de la roca otro profesor hace sonar un silbato, indicándonos así que lo sigamos.

Tomo a Jaeger de la mano para no perderlo entre el tumulto de estudiantes y camino detrás de Dustin. A mi derecha, Chris y Nenúfar mantienen una amena conversación, por el rastro de rubor en las mejillas de ésta, deduzco que Chris por fin ha logrado superar su miedo a hablarle.

La caminata es tranquila. Esta vez no corremos la suerte de encontrarnos con animales grandes, aunque a lo lejos se escuchan los aullidos de los lobos, el gruñir de los osos y el ululato de los búhos.

El tiempo se pasa rápido, al igual que lo hace cuando regresamos al campamento, antes de la siguiente actividad.

No es una sorpresa para nadie que Jaeger y yo seamos un equipo en el juego. Para el que nos darán una tarjeta con un acertijo, el cual tenemos que resolver para encontrar la siguiente pista y así hasta que encontremos el tesoro.

Tomo el papelito que me entrega la maestra y en cuanto nos dicen que podemos empezar, leo su contenido en voz alta:

—Mi luz tarda 8 minutos y 20 segundos en llegar hasta donde estás tú, ardo y no me quemo y mayor que la Tierra yo soy.

Está claro que habla del Sol, pero es obvio que la siguiente pista no está ahí.

—¿Tienes idea de qué está hablando? Tal vez sea algún lugar del Parque.

—Tengo tres cosas en mente, vamos.

No conocer el lugar ahora me resulta frustrante, dado que ni siquiera sé a dónde nos estamos dirigiendo, de modo que me dejo guiar por Jaeger.

Tras algunos minutos llegamos hasta una zona repleta de asadores, Jaeger me dice que busque algún papel por los alrededores, pero por más que reviso debajo de las mesas y las bancas, entre las piezas de los asadores y aún en los botes de basura. No encuentro absolutamente nada.



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En el texto hay: misterio, poderes, suspeno

Editado: 21.09.2024

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