A través de la mirada de un asesino

19| Engaño

big_f5a64439476d500a249642f28b65d7e1.pngHoy era lunes, y las cosas ya estaban más calmadas. Eran pocos en el pueblo los que seguían cuchicheando sobre la inesperada muerte de Asier Leclercq y la misteriosa jueza. Una de las más prestigiosas, cabe aclarar, además, era francesa y estaba casada con un hombre igual de importante. Así es, nada fuera de lo normal.

Aunque ahora la mayor novedad era la independencia de Jaeger a sus 17 años.

Aquí en el pueblo lo normal era independizarse después de los 20 o, en su defecto, aquellos que querían hacer la universidad, se iban un poco antes si la escuela que elegían se encontraba muy lejos del pueblo y su horario de clases no se prestaba para ir y venir a diario.

Las autoridades del pueblo –el director Roy, el señor Robinson, la señora Stewart, el pastor Matthews y la señora Klassen— se reunieron para exponer el caso de Jaeger. Al final decidieron que entre todo el pueblo se encargarían de él, para así no tener que llamar a servicios infantiles de la ciudad más cercana.

Desde que nos enteramos de la muerte de su padre, ahora era él quien pasaba más tiempo en mi casa, técnicamente solo iba a la suya para dormir, que era lo que yo hacía antes.

Es indiscutible que las cosas no han vuelto a la normalidad, sobre todo entre nosotros. Jaeger continúa con una actitud extraña, está más ensimismado en sí mismo. A veces tanto que incluso me hace sentir que mi presencia le incomoda, o que si desapareciera él no lo notaría, pero luego me recuerdo que si ese fuese el caso, él no vendría a mi casa por iniciativa propia, y termino atribuyendo todo eso a que es sus forma de lidiar con lo que ha pasado, así que le doy su espacio.

Cierro la casilla y me giro abrazando un par de libros al pecho antes de avanzar en dirección a nuestro salón de clases. Jaeger va a mi lado izquierdo, interponiendo ligeramente la distancia entre los dos al caminar más despacio de lo usual. Nenúfar va a mi derecha.

La chica mantiene una bonita sonrisa pintada en su rostro mientras me cuenta su fin de semana en casa de su tía.

Los pasillos del instituto están más vacíos que de costumbre, al igual que silenciosos, o al menos así es por un par de segundos, porque conforme avanzamos no tardo en notar el bullicio al frente.

Hay varios estudiantes amontonados, formando un círculo alrededor de lo que parecen ser dos personas moliéndose a golpes.

—Creí que no eran normales las peleas aquí en Closwell.

—Y no lo eran —responde Nenúfar, frunciendo el ceño en señal de confusión.

Aprieta la correa de su mochila. Es notorio lo mucho que le incomoda presenciar la escena, pero a mí me llena de intriga. Siempre necesito saber más. Adjudico eso al trabajo de mis padres.

Busco la mirada de Jaeger y, discretamente, le hago una seña para que acompañe a Nenúfar a su salón. La chica es tan menuda y luce tan frágil que me preocupa que, sin querer, alguien la lastime en medio de todo este desastre.

Jaeger se niega—. Tus padres se volverán locos si te metes en problemas.

—No voy a meterme en problemas, solo voy a investigar —prometo—. Por favor.

Sacude la cabeza de un costado a otro en una negativa, pero no dice más. En un completo silencio se echa a andar. Nenúfar se me queda mirando, sin estar segura cómo proceder, asiento en dirección a Jaeger, indicándole que le siga, y así hace.

Me adentro en la masa de personas y codeo a unas cuantas para poder llegar hasta lo que sería la primera fila.

No me sorprende ver que Cole es uno de los protagonistas de este teatro. Un chico, que si no me equivoco se llama Daniel, le atesta un golpe en la boca del estómago, provocando que el primero se doble en dos.

Mi ceño se frunce con extrañeza, creía que ese par eran mejores amigos, junto con la chica que está a un costado presenciando el espectáculo. No sé si luce más preocupada que encantada con la pelea de ese par, o si es al revés.

Unos cuantos vitorean a Daniel, y otros hacen lo mismo con Cole cuando éste se recupera y le devuelve el golpe.

Cole logra tumbar a Daniel sobre su espalda. Se sube encima de él y presiona ambas de sus manos sobre el cuello del segundo.

Al principio, mientras el chico patalea, todo es risas, pero cuando es notorio que comienza a faltarle el aire, el silencio se asienta a nuestro alrededor, y el ambiente se siente cada vez más y más pesado.

Ahora sí, el rostro de Anna luce preocupado y corre a socorrer a Daniel, pero es en vano, pues es tan delicada que sus intentos no sirven de nada para mover a Cole.

Nadie más se mueve de su lugar, y sé que tengo que ir para evitar que Cole lo mate, pero dudo. Me muerdo el labio inferior. No puedo meterme en problemas una vez más.

Los segundos pasan con lentitud. Ya se nota lánguido el cuerpo de Daniel.

No lo soporto más. Salgo de mi lugar y corro hacia el trío de chicos. Empujo a Anna, porque así lo único que hace es estorbarme.

Envuelvo mis brazos entorno a Cole y le hago una llave para lograr tumbarlo al piso. Lo sostengo así hasta que lo noto más calmado. Es entonces que otro chico que he visto a menudo con ellos tres se acerca.

Mientras él y Anna se quedan aquí para contener a Cole, yo me apresuro a llevar a Daniel a la enfermería.

Es una suerte que el director no haya llegado esta vez.

Me inclino para ayudarlo a ponerse de pie. Enseguida paso su brazo por sobre mis hombros y con lentitud recorremos la distancia que nos separa del pequeño cubículo pintado de blanco que hace de consultorio.

La enfermera se espanta al ver la apariencia moribunda del muchacho y corre a ayudarme a colocarlo sobre la camilla.

Él danza entre la consciencia y la inconsciencia.

Me siento en una de las sillitas color gris mientras espero a que la mujer lo revise. Al terminar centra toda su atención en mí.




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