A través de la mirada de un asesino

22| Pijamada

big_9a1be68aae17207e10abb2b4be1c0c09.pngCruzo las piernas, quedando sentada en posición de indio, o flor de loto, como prefieran llamarle. Disfrutando de la amena lectura.

Me encontraba leyendo una antología de historias de terror. Y el relato que estaba leyendo justo ahora, parecía estar escrito en imperativo; era como si el autor simplemente hubiera escrito una serie de órdenes que el personaje tenía que seguir. No voy a negarlo, era algo interesante, porque rara vez encontraba escritos así.

Me sumerjo, gracias a mi imaginación, en ese mundo ficticio. El corazón me martillea con fuerza dentro de la caja torácica. Estoy extasiada, sintiendo que soy yo la que está a punto de abrir la puerta y ver qué hay del otro lado.

De la nada, siento un peso ligero sobre mi hombro, es tan repentino que pego una brinco por el susto, y mi respiración pasa de ser tranquila a acelerada por un par de segundos. Hasta que veo quién está detrás de mí.

—¡Ey! —me quejo—. Casi me matas de un susto.

Las carcajadas de Jaeger son tan contagiosas que termino uniéndomele. El pelinegro brinca el sillón de su sala y se sienta a mi lado. Es inevitable, me acurruco en su pecho y la sonrisa dibujada en mi rostro es imposible de borrar, él, por su parte, acaricia mi cabeza con su mano, peinando mi pelo y logrando que me relaje.

—¿A qué hora llegan tus amigos?

Giro la cabeza para un costado y luego hacia el otro, en busca de mi celular, una vez lo localizo en una extremo del sillón, me estiro para tomarlo y así ver la hora. Falta un cuarto para las siete, lo que significa que ya no tardan en llegar.

Ayer, por la tarde, cuando me vi con mi novio, le pregunté si le molestaría si organizaba una pijama en su casa con mis amigos, que no quería que fuera en la mía por si llegaban mis papás a dormir. Él, sin hacer preguntas —aunque seguramente percatándose de que planeaba algo—, aceptó. Por lo que, en cuanto llegué a mi casa por la noche, les mandé un mensaje por el grupo que tenemos para que pidieran permiso.

A todos les encantó la idea de inmediato, así que, en tiempo récord nos organizamos y aquí estábamos, con todo listo para en cuanto lleguen, empezar con la diversión.

El timbre suena por primera vez en la noche. Me paro entusiasmada para ver quién de todos ha llegado primero. Camino hasta la puerta y la abro, encontrándome con un Chris sonriente que carga su guitarra consigo. En la otra mano trae una bolsa repleta de chuchulucos, por lo que alcanzo a ver.

Lo abrazo con fuerza, haciendo que se tambalee para atrás y la guitarra haga un sonido hueco al estrellarse en el piso.

—Uy, lo siento.

Chris me devuelve una mirada de advertencia, pero pronto sustituye su expresión por una más sonriente que la anterior, si eso es posible—. No pasa nada —dice, a la par que me revuelve mi cabello—, claro, mientras no lo hagas seguido.

Sonrío con culpabilidad y me hago a un lado para que pueda pasar.

—¿No ha llegado nadie más?

Niego con la cabeza. Me vuelvo para cerrar la puerta, pero justo antes de que lo logre, algo se interpone en mi camino. Abro la puerta con rapidez, con la intención de asegurarme de que no le he lastimado el pie a quien sea que se le haya ocurrido meterlo.

Los cuatro chicos que faltaban acaban de llegar. Les doy la bienvenida a todos y los invito a pasar. Al parecer, es la primera vez que todos están en la casa del pelinegro.

Llevo las cosas a la cocina con ayuda de Dustin, mientras, las chicas van a la sala junto con Chris y Jaeger.

Desde aquí puedo escuchar las voces de estos dos últimos peleando, y las risas entretenidas de mis amigas.

—¿Cómo lo convenciste?

Dustin pega un brinco para sentarse en la isla de la cocina y balancea las piernas, teniendo siempre la vista fija en mí, a la espera de una respuesta por mi parte. Me encojo de hombros, después de todo no fue la gran cosa, solamente se lo pedí, y eso es lo que le digo.

—Solo se lo pedí.

El moreno arquea una de sus cejas, no me cree, lo cual es normal, teniendo en cuenta que mis amigos todavía no son de mucho agrado para mi novio. Sí, los tolera, y se ha comenzado a llevar mejor con ellos, pero sé que lo hace solo por mí y no porque realmente le guste ser una persona sociable.

—Anda, vamos con los chicos.

Con otro salto, Dustin baja de la isla y, envolviéndome con sus brazos, caminamos hasta la sala torpemente, donde todos ya se han puesto cómodos.

Entre risas acordamos que primero iríamos a ponernos nuestros pijamas, después veríamos una película y comeríamos palomitas, ya más adelante veremos qué queremos hacer a continuación, si ver alguna otra cosa o jugar un juego.

Lo único que tenía seguro es que no sería hasta bien entrada la noche, si no es que hasta mañana, que les contaría el plan que había trazado en mi mente el día de ayer, mientras estaba en el interrogatorio de Daniel y Cole y después cuando mi padre me pidió que le revelara todo lo que había visto.

Nos repartimos en las habitaciones para cambiarnos, entre Jaeger y yo les indicamos a cada uno hacia dónde ir, y una vez todos están cambiándose tomo mi mochila y me encamino hacia otra de las habitaciones para hacer lo mismo.

Cuando estoy por subir las escaleras, un tirón en mi brazo me obliga a ir en otra dirección, y termino encerrada en una especie de almacén, donde hay un par de repisas repletas de comida enlatada, cereales, dulces y galletas.

Dios, para qué necesitan todo eso, solo eran dos personas.

Jaeger lleva una de sus manos a un costado de mi cabeza, repite la misma acción con la otra, dejándome acorralada.

Sonrío en su dirección nerviosamente, sintiendo la sangre caliente subírseme a la cabeza, causando que mis mejillas adquieran un tono rosado.




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