Las vacaciones pasan con una rapidez impresionante y el regreso a clases estaba a la vuelta de la esquina.
Me encontraba sentada en el alféizar de la ventana, viendo hacia el exterior. Mis pies colgaban en el aire pero no me sentía cohibida aun cuando cualquier movimiento en falso podría hacerme caer.
El sol acababa de salir por el este y yo había batallado tanto en conciliar el sueño que decidí simplemente dejar de intentarlo. Me puse de pie y tomé el primer libro que llamó mi atención. La historia era perfecta, desde su narrativa hasta la evolución de los personajes, y lo mejor de todo, estaba libre de cualquier atisbo de toxicidad, justo lo que necesitaba en este momento para despejarme, un buen libro de romance.
Dejo el libro sobre mi regazo, no sin antes haber colocado el separador en la última página que leí. Me dedico por unos segundos a mirar el horizonte. El cielo se encuentra pintado en una combinación de tonos rosados, anaranjados y celestes.
El día tenía una pinta preciosa, a diferencia de este nuevo año que comenzaba.
Suspiro derrotada y me sostengo del borde de la ventana. Desde que empezamos a analizar los casos no he obtenido más que incógnitas. Así como los policías, seguimos sin encontrar absolutamente nada. Y no quedaba casi nada del supuestamente pacífico pueblo.
Las autoridades tienen su ojo puesto en Cole, quien parece ser el mayor sospechoso en toda la investigación, dado cómo fue su relación los últimos días con Anna y Daniel. La primera murió gracias a una droga que le fue administrada y, el segundo, fue acuchillado incontables veces, sobre todo en el pecho.
Tras los funerales de ambos, la gente comenzó a desesperarse por una respuesta, querían justicia, y hasta el momento no se les había dado, ya que no había pruebas suficientes como para inculpar a alguien. Y eso no hacía más que poner ansioso al pueblo.
Todos los días era lo mismo, al menos el veinte por ciento de las personas que viven aquí, se despertaban temprano para juntarse fuera de la estación de policías exigiendo que se resolviesen ambos casos.
Esta pequeña sociedad estaba mucho más violenta, pero así como su enojo incrementaba, también disminuía el sentimiento de seguridad. Algunas personas incluso ya estaban planeando su mudanza a la ciudad más cercana, otros permanecían encerrados en su casas siempre que podían y no salían más que lo necesario.
No podía siquiera imaginar el regreso a clases en estas circunstancias. Todo apuntaba a que sería un completo desastre. Ya sea porque la mayoría de los estudiantes faltarían a clases por decisión de sus padres, o que la violencia también incrementaría en el instituto gracias a la desconfianza.
Me pongo de pie y vuelvo al interior de mi habitación, cerrando la ventana tras de mí. Camino hasta el escritorio y tomo los cuatro juegos de hojas entre mis manos, solo para avanzar hasta mi cama y sentarme en una esquina de ésta.
Llevo el pulgar hacia mi boca y muerdo mi uña al concentrarme en lo que voy leyendo.
Paso algunas horas analizando palabra por palabra, aun así, nada nuevo viene a mi mente, el único que podía tener una razón para atacarlos es Cole, pero eso no explica qué con Asier Leclercq ni con Aimée Duval.
Tras un par de minutos más me doy por vencida, me pongo de pie y camino hasta el escritorio para guardar los expedientes en uno de los cajones, asegurándome de que no sean la primera cosa que se vea al abrirlos.
Me visto con algo más abrigado y, una vez lista, le escribo un mensaje a Jaeger.
Leisha: Nos vemos a las 5:00, voy a salir
Tomo mi celular y las llaves y los guardo en una mochila pequeña antes de salir de la casa en dirección a la estación de policías. Al llegar, tengo que ingeniármelas para poder entrar, gracias al tumulto de personas que hay fuera, otra vez.
Le doy la vuelta al edificio procurando no ser vista por la multitud, cuando me encuentro en la parte trasera de éste vislumbro una puerta. Pruebo mi suerte, quizás y esté abierta, y para mi fortuna así es.
Ingreso a la estación de policías, pero ya no creo tanto que la suerte esté de mi lado, ya que lo primero que veo son las sombrías celdas. Todas están vacías, aun así, no me parece que lo más conveniente sea mantener esa puerta abierta, ni siquiera debería existir una puerta aquí.
Atravieso el camino entre ambas filas de celdas, implorando que la puerta que está frente a mí también se encuentre abierta y que no haya ningún guardia del otro lado, así no tendría que dar explicaciones innecesarias.
Giro la perilla la cual sorprendentemente da la vuelta por completo y me permite abrir la puerta. Avanzo por el solitario pasillo, el cual se encuentra mucho más silencioso de lo usual.
Al llegar, tenía la intención de atravesar la estación completa, pero cuando encuentro a Álvaro en uno de los cubículos a mi derecha, me detengo. Dudo por algunos segundos si entrar o no, pero termino abriendo la puerta, llamando la atención de mi amigo.
Álvaro alza ligeramente la cabeza, solo lo suficiente como para poder verme, antes de volver su vista a las hojas que hay en el escritorio.
—Ey, ¿qué tienes ahí? —cuestiono, animándome a romper con el silencio.
—Son los expedientes de los últimos dos casos.
No me ve cuando responde, así que prefiero no interrumpirlo. En su lugar, me adentro aún más en el pequeño cubículo mientras lo escudriño. Las paredes son de un color crema claro, y no hay más que un escritorio sencillo y una silla de madera.
Pasan varios minutos en los que simplemente doy vueltas. Termino soltando un suspiro de aburrimiento y me decanto por que será mejor que deje solo a Álvaro con su investigación. Me doy la vuelta para salir del cubículo, pero justo cuando estoy por abrir la puerta su voz me detiene.