A través de la mirada de un asesino

25| Juego

big_94f2696d568bb1631ed1629ae3b93422.pngDesciendo por las escaleras al piso subterráneo. La habitación está completamente a oscuras, de manera que cuando saco el celular de mi bolsillo para poner Toccata and Fugue in D Minor, también enciendo la linterna.

Ese halo de luz es suficiente para dar vida a la habitación entera, aun cuando mucho de lo que se ve todavía no son más que sombras.

Llevo mi vista al centro de la habitación, más específicamente a una silla de madera. Una carcajada me ataca cuando veo que mi presa se ha vuelto invisible, alguien tiene ganas de jugar.

Camino despacio hasta la silla y le atesto un puñetazo a donde se supone debe encontrarse la mejilla de mi víctima. El golpe es tan fuerte que el chico termina escupiendo sangre, y su cuerpo se vuelve visible de a ratos, hasta que finalmente su visibilidad es completa.

—¿Qué tan tonto me crees como para pensar que te habías escapado? —Río nuevamente antes de inclinarme y apoyar mi peso en el respaldo de la silla—. ¿Crees que no sabía ya de tu invisibilidad? Sería estúpido atacar sin antes saber todo respecto a tu presa, ¿no crees?

Cole niega con la cabeza, danzando entre la consciencia y la inconsciencia. Palmeo su rostro ligeramente, con la única intención de hacerlo reaccionar.

—Pero si ya puedes volverte invisible eso significa que la droga a perdido su efecto. —Doy vueltas alrededor de la silla, disfrutando y regodeándome al notar lo ansioso y asustado que está. Su rostro está pálido, salpicado por unas cuantas gotas de sangre, al igual que su camisa—. ¿Qué te parece si jugamos un juego? Te haré una pregunta, si aciertas, simplemente pasaremos a la siguiente, pero si erras, te daré una paliza, y así hasta que vuelvas a desmayarte.¿No es divertido?

Espero pacientemente por una respuesta de su parte, pero ésta nunca llega. La única señal que tengo para saber que me ha escuchado es la mirada llena de odio que me dedica.

—Eres la penúltima parte para que mi plan esté completo, la penúltima jugada antes del jaque mate. —Las comisuras de mis labios se estiran hacia arriba, dándole paso a una sonrisa cínica—. Deberías sentirte honrado. Además, serás el único que volverá a ver la luz del día antes de morir. Hice muchas excepciones contigo Cole, deberías agradecérmelo. Para el día de mañana habré jugado tanto con tu mente que rogarás por que todo acabe, pero tendrás la oportunidad de despedirte de tus seres amados, aprovéchala.

Saco el cuchillo de caza y repaso el contorno de su rostro con éste. Cole, atemorizado, sigue con la mirada la cuchilla raspando ligeramente su piel, volviéndola de un tono rojizo.

—No sabes las ganas que tengo de mandar todo al carajo y solo acuchillarte hasta que tu cuerpo tenga tantos hoyos como un colador y drene toda la sangre fuera de tu cuerpo.

Presiono con más fuerza la cuchilla en su piel, logrando hacer un diminuto corte. Me inclino sobre él y lamo la sangre, disfrutando así de ese sabor metálico. Cole aprovecha la cercanía para chocar su cabeza con la mía en un golpe fuerte. Doy un par de pasos en reversa por la sorpresa, pero no tardo en volver a reír.

—¡Así me gusta! —exclamo, ahora disfrutando el sabor de mi propia sangre.

—Estás loco.

—Cole, mi amigo, o mejor dicho mi némesis —corrijo—, si estuviera cuerdo de la cabeza no estarías aquí, atado a una silla esperando a tu sentencia de muerte. —Camino hasta la mesa que está detrás de mí para dejar sobre ésta el cuchillo de caza. Me coloco mi guantes negros, a juego con la vestimenta completa que llevo, antes de volverme hacia Cole. El chico no puede verme, así que, tratando de hacer el menor ruido posible, me acerco hasta donde está para susurrar en su oído, sorprendiéndolo—: Bien, esto comienza a aburrirme —digo, colocando las palmas de las manos sobre sus hombros, sintiendo sus músculos tensarse bajo mi tacto—. Comencemos con las preguntas. Dime Cole, ¿por qué crees que estás aquí?

El silencio se expande en la habitación. Espero pacientemente a que responda, pero cuando pasan varios minutos sin una respuesta de su parte me impaciento. Hago un puño con mi mano y amedrento contra él, logrando así que abra su boca.

—N-no sé.

Titubea, encogiéndose en la silla como si con ello pudiera desaparecer.

—¿No sabes? —me mofo—. ¿No será, mejor dicho, que no quieres decirlo? ¿Por qué no admites de una vez por todas que no has sido un buen chico, Cole?

—¿De qué hablas? —Se envalentona. En su rostro se dibuja una expresión dura, y noto que tiene ambas manos apretadas en puños, seguramente por la impotencia de no poder hacer nada—. Yo no te he hecho nada.

Me dejo llevar por la ira y le atesto un puñetazo. El chico, limitado por las ataduras en sus muñecas y tobillos, se dobla ligeramente hacia adelante por el dolor que siente, y ese dolor físico no tiene comparación a todos los malditos demonios que yo enfrenté por su culpa.

—¿Qué tienen en común tú, Daniel y Anna? —cuestiono—. ¿Por qué ellos dos están muertos y tú eres el siguiente?

Continúo con mi juego más tiempo del que me gustaría admitir, pero hay que aceptarlo, el chico es duro, pero me deleito en sobremanera cuando doy un último golpe que no solo lo lleva a caer en el suelo, sino también en la inconsciencia.

La piel del chico está completamente rojiza, no solo por los golpes que ha recibido, sino por la sangre que le ha manchado por completo. Creo que incluso le he roto un par de huesos.

Me acerco hasta donde está la silla caída para alzarla y asegurarme de que el chico no se muera ahogado con su sangre.

Si quiero seguir con mi plan, no puedo dejar que la sangre se seque, así que aprovecho que no está consciente para desatarlo. Con una toalla húmeda limpio la sangre y una vez termino con ello, le pongo el uniforme, dejándolo así listo para el día de mañana.




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