A través de la mirada de un asesino

26| Suicidio

big_f25bb202f2595a835b50d446a3247950.pngCamino tomada de la mano de Jaeger entre los pasillos del instituto. Todo está calmado, demasiado, probablemente porque falta media hora para que comiencen las clases.

Hay un par de estudiantes en sus taquillas, tomando lo que necesitarán durante el día y dejando aquello que solo hace peso muerto en sus mochilas.

Después de habernos detenido en la taquilla de Jaeger para que él hiciese lo mismo, me acompaña hasta la mía.

Justo cuando estoy cerrando la puerta de metal, el movimiento de una figura llama mi atención. Voy hasta donde está parado en posición de firmes, sintiendo los pasos de Jaeger detrás de mí, siguiéndome.

—Creí que habías dicho que no trabajabas como guardia, que eras detective.

—Ey, Leisha —me saluda Álvaro una vez estoy parada frente a él. Con un movimiento de cabeza saluda también a mi acompañante y Jaeger le devuelve el saludo de la misma forma. Al chico se le dibuja una diminuta sonrisa en el rostro y adopta una postura un tanto más relajada—. Y había trabajado solamente como detective hasta el momento, pero ayer las autoridades del pueblo tuvieron una junta y decidieron que dadas las circunstancias, sería mejor que hubiese un par de policías haciendo guardia en la escuela, ya sabes, por si algo sucede. —Hace una pequeña pausa. Suspira exageradamente—. En fin, estamos cortos de personal en la estación de policías, y han decidido mandarme a mí a vigilar la escuela.

Sabía que las cosas estaban fuera de control, y que eso seguramente también afectaría el ambiente en la escuela, pero no creía que se preocuparían al grado de pensar en tener seguridad.

Siempre se les notaba a todos tan campantes, confiando en sus vecinos como si del ser más cercano se tratase. Pero todo eso estaba quedando rápidamente en el olvido con los recientes acontecimientos. Era como si las personas hubieran hecho borrón y cuenta nueva para ahora ser demasiado paranoicos con lo que les rodeaba.

—¿Por cuánto tiempo?

—¿Disculpa?

—¿Por cuánto tiempo habrá un guardia de seguridad en la escuela? —reformulo mi pregunta. Paso el peso de mi cuerpo de una pierna a la otra.

Álvaro se encoge de hombros—. No lo sé, supongo que hasta que las cosas se calmen y la gente vuelva a sentirse segura fuera de sus casas.

Ya, dudaba que eso fuera a suceder, mucho menos pronto.

Hago a un lado mi curiosidad y entablo una conversación con el chico en lo que llega el momento de dirigirnos a nuestro salón de clases.

Somos el centro de atención para la mayoría de los estudiantes. Cada vez que alguien pasa por nuestro lado nos miran de reojo con sus ceños fruncidos, otros nos dedican miradas mucho más indiscretas, incluso hay algunos que comienzan a esparcir nuevos rumores.

Pero hay algo claro, la presencia de policías aquí no hace más que inquietar aún más a casi todos los estudiantes.

Hago acopio de todas mis fuerzas para ignorar a todos los que se nos quedan mirando en lugar de soltarles algún comentario y continúo hablando con Álvaro. Intento incluir al pelinegro en nuestra conversación para no hacerlo sentir olvidado, pero no obtengo resultados. Debí suponer que se sentía más cómodo así, de modo que dejo de intentarlo.

De un momento a otro distingo a varios grupitos de estudiantes caminar en la misma dirección. No me parecería extraño si todos ellos fueran de la misma edad, puesto que para subir a los otros dos pisos hay que dirigirse hacia el fondo del edificio, donde están dispuestas las escaleras.

Me inclino a un costado para tener un mayor panorama de lo que sucede.

Un par de estudiantes bajan las escaleras corriendo y van a cuchichear con otros, provocando que cada vez sean más los que se encuentran corriendo en dirección a las escaleras, como si en alguno de los pisos superiores hubiera algo.

Tengo un mal presentimiento.

Le hago una seña a Álvaro para que deje de hablar. Me alejo una par de pasos de él y de Jaeger, tal vez así alcance a escuchar algo de lo que dicen.

—Ey, chicos, tienen que venir a ver esto.

—¿Leisha? —cuestiona Álvaro, confundido—. ¿Qué sucede?

—Shhh.

No alcanzo a escuchar nada más, tras esa única frase veo a otro grupito más correr hasta las escaleras y subirlas.

Medito algunos segundos sobre si ir a ver por mi cuenta qué sucede, quizás y no sea nada; o si lo mejor es decirle a Álvaro para que él mismo vaya a supervisar, después de todo es para eso que está aquí.

Antes de que logre tomar una decisión siento algo posarse sobre mi hombro, al girarme es la mano de Jaeger lo que encuentro. El chico luce confundido con mi forma de actuar, y la interrogante es clara en su mirada.

—Todos están subiendo las escaleras —explico—, no sé a qué piso. Pero algo está sucediendo.

Álvaro frunce el entrecejo y se abre paso entre Jaeger y yo para seguir a los estudiantes que continúan subiendo las escaleras.

No lo pienso ni por un segundo, voy detrás de él y, en consecuencia, Jaeger también.

Subimos al segundo piso, pero éste se encuentra completamente vacío, por lo que subimos al tercero, es lo mismo, salvo que aquí el escándalo es ligeramente más audible.

Un chico viene bajando por las escaleras corriendo, casi tropieza con nosotros. Así que continuamos nuestro recorrido hasta llegar al techo del edificio. La puerta que da paso a éste está abierta y desde aquí se puede ver a la multitud formando una media luna.

Subo corriendo el par de escalones que quedan, atravesándome entre Álvaro y la puerta para lograrlo.

Me abro paso entre la multitud y cuando llego hasta el frente me sorprendo.

—¿Cole?

Mi voz es apenas un murmullo. El chico, hasta donde recuerdo, estaba perdido, pero el hecho de que se encuentre aquí vistiendo su uniforme no es lo más peculiar de la imagen, sino el estado en el que el pelirrojo se encuentra.




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