Había llegado la hora de concluir con mi plan, el momento de acabar con Xavier Martinez, la última jugada para el jaque mate. Sentía que su turno había llegado demasiado rápido, pero era mucho mejor actuar ahora que todavía no existían pruebas que me incriminaran a hacerlo en un momento en donde mi identidad peligrara aún más.
Tomo el juego de ropa oscura del armario y la aviento en la cama, enseguida busco mi celular y pongo una playlist compuesta por música clásica, coronada por mi canción favorita, Toccata and Fugue In D Minor.
Justo cuando estoy por dejar el celular sobre la mesita de noche, una notificación salta en la pantalla del aparato.
Me preguntaba por mi ubicación, y no solo eso, quería saber qué estaba haciendo. Era la primera vez desde que comencé con esta locura que recibía un mensaje justo antes de salir de cacería. Esto era nuevo y la sensación de peligro me excitaba.
Tecleo lo primero que se me viene a la mente: En casa, viendo una película. Bien podría haber dejado la respuesta ahí, pero en su lugar decido mostrar algo de interés por mi interrogador, así que agrego la simple pregunta ¿Y tú? para no parecer tan cortante.
Dejo el celular a un lado para luego desabrochar el pantalón, lo dejo caer al piso. Me saco la camiseta por arriba y su destino es el mismo que el del jean. Con el pie empujo la minúscula montaña de tela abajo de mi cama y me siento para ponerme los tenis.
Alrededor de 15 minutos más tarde ya estoy listo para partir. Salgo de casa por la puerta trasera, evitando hacer cualquier clase de ruido y camino hasta adentrarme en el bosque.
La escuela está en el límite del pueblo, justo antes del bosque, por lo que fácilmente puedo andar por el bosque hasta llegar a la escuela y adentrarme en ésta sin que nadie me vea.
Avanzo confiado, sé que no voy a perderme, porque he hecho el mismo recorrido durante días, aun sin la luz del sol. Pero no solo eso, tengo las coordenadas de la escuela, y si cualquier cosa llega a suceder puedo cambiar de ruta y usar el GPS para llegar a mi destino sin complicaciones.
Me toma alrededor de media hora llegar hasta la parte trasera de la escuela.
Las ventanas no tienen rejillas, así que me es sencillo filtrarme en el edificio. Una vez dentro sé justo a dónde tengo que ir. Al fondo del primer piso hay un espacio con varias salas de estudio. Xavier Martinez, uno de los profesores de matemáticas de esta escuela, da tutorías los sábados por la mañana. Horario en el que solo él, el conserje y los estudiantes que acudan a sus tutorías están presentes, así que tiene la oportunidad perfecta para abusar de sus estudiantes.
El pueblo debería estar agradecido conmigo, me he desecho de la escoria, de la peor basura del lugar, y hoy me desharía de la última.
Es demasiado temprano, al profesor le gusta llegar una hora antes que todos para repasar los últimos temas para poderles brindar una mejor explicación a sus estudiantes. En eso no voy a mentir, el hombre le dedica mucho tiempo y esfuerzo a su trabajo, o eso es lo que hace creer.
Avanzo por los pasillos sin preocupación alguna y, justo antes de llegar al área de estudio, saco mi celular para reproducir Toccata and Fugue In D Minor. Las notas de la melodía resuenan estridentes dentro de las cuatro paredes, haciendo eco.
Es inevitable, no he entrado todavía en el cubículo en el que Xavier se encuentra cuando sus ojos ya están puestos sobre mí.
—Vaya, pero qué sorpresa —pronuncia, intrigado, apenas pongo un pie en el cubículo. El hombre deja lo que está haciendo y retrocede sobre sus pasos hasta que está a una distancia considerable del escritorio. Por mi parte, simplemente me aseguro de cerrar bien la puerta a mis espaldas—. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
No digo nada, simplemente estiro la comisura de mis labios dándole forma a una sonrisa ladeada y ataco. Una bola de fuego sale expedida de mi mano directa a Xavier, aunque no es tan fácil, el hombre tiene el mismo poder que yo y, aun si no logra esquivarla, tiene el poder para contrarrestar la mayor parte del efecto que tendría el fuego sobre su piel.
—Con que así va a ser esto. —Una sonrisa juguetona se dibuja en su rostro, luce entretenido, extasiado—. Bien, juguemos un poco, aunque solo tengo una hora, eh.
Y será tu última hora con vida, omito decir.
La guerra estalla entre ambos, y el fuego comienza a ir de un extremo del cubículo al otro. Este salón no está adaptado para la utilización de nuestro poder, así que las paredes no tardan en verse afectadas y el aire a tornarse pesado en la estancia.
No importa, nada de esto importa si eres un escorpio. Nuestro cuerpo está adaptado a soportar estas condiciones, hasta cierto punto, somos inmunes.
Entonces podrían estarse preguntando por qué ataco a mi enemigo con algo que nunca va a afectarle, el hecho es que si bien el fuego no le afecta como a cualquier otro signo, sí puede tener repercusiones en tu cuerpo si no dominas tu poder en su totalidad.
Desde que soy completamente consiente de lo que sucede a mi alrededor he entrenado para este momento, tanto, que en un inicio mi padre pensaba que tenía una conducta pirómana y en más de una ocasión resulté herido. Pero ahora, ahora nada me afectaba, podría estar expuesto a todo el fuego del mundo y saldría completamente ileso, a diferencia de Xavier.
Una enorme y densa nube gris ya estaba sobre nosotros, intoxicando el poco oxígeno que queda entre nosotros.
Xavier tose cada tanto y su cuerpo ya comienza a debilitarse. Lo sé porque se nota que le cuesta mantenerse en pie. Y vaya que estoy disfrutando de verlo así.
El tiempo pasa rápidamente, y si no quiero arriesgarme a que alguien me vea en la escena del crimen, debo acabar con esto de una vez por todas.