A través de la Segunda Estrella

Continuación...

CONTINUACIÓN...

–¿Acaso… me tienes miedo? –preguntó con una sonrisa felina mientras deslizaba su mano bajo mi mentón, forzándome a alzar la vista hacia él. Su proximidad era sofocante, y el brillo de sus ojos verdes parecía perforar mi fachada de seguridad.

–¿Miedo?... –reí con un deje de sarcasmo, aunque mi voz apenas fue un murmullo que temblaba bajo su mirada depredadora–. No te tengo miedo.

Sabía que los villanos se alimentan del temor. Les da poder. Les da control. Pero esta vez, no iba a ceder.

–¿Qué haces aquí?

–Hace días que no te veo... –Su voz, baja y aterciopelada, tenía un toque de peligro que me erizaba la piel–. ¿No crees que me extrañaste? Solo vine a recordarte lo que soy capaz de hacer. Si no cedes, tú y tus guardianes pagarán el precio.

Se inclinó más cerca, sus palabras impregnadas de amenaza y una promesa oscura.

–Déjame dejarte algo claro –dije, enfrentándolo con una valentía que apenas creía mía–: primero, no eres nadie para mí. Y segundo, no eres ni la sombra del poder que tengo.

–Oh, Bri... –susurró con una mezcla de exasperación y deseo mientras acariciaba mi mejilla con la punta de los dedos–. Sabes que no quisiera hacerte daño. Podríamos ser algo… extraordinario.

Su cercanía era peligrosa, intoxicante. Su aliento cálido rozaba mi piel. Pero no iba a caer. No con él.

–En tus sueños –repliqué, con un filo en la voz que intentaba compensar el tumulto dentro de mí–. Ni siquiera en tus fantasías más absurdas estaríamos juntos.

Jack Jey siempre había sido una constante en mi vida: peligroso, imponente, atractivo… y completamente prohibido. Su cabello oscuro, con las puntas aclaradas, caía de manera descuidada sobre su frente, y sus ojos verde esmeralda destilaban un magnetismo feroz. Su chaleco abierto dejaba al descubierto un pecho marcado, con la cicatriz distintiva del alfa de su tribu: una huella de lobo.

Era la definición viviente del caos envuelto en belleza. Pero no dejaba de ser malo.

Además, aunque su poder pudiera intimidar a muchos, no era príncipe. Y según las leyes de Nunca Jamás, mi futuro esposo debía ser un príncipe, alguien de la realeza.

–Como quieras –dijo con frialdad, y su voz se convirtió en un susurro que prometía tormentas–. Pero tarde o temprano no podrás resistirte.

Sujetó mi quijada con firmeza, forzándome a mirarlo de nuevo antes de soltarla con una suavidad que me desarmó. Se dirigió hacia la ventana, lanzándome una última mirada que ardía de desafío.

–Nos veremos pronto, Bri.

Y con eso, saltó al vacío. Lo vi desaparecer en la noche, transformándose en su forma de lobo mientras corría hacia el bosque, dejando en el aire el eco de su presencia.

Mi mente era un caos. ¿Por qué venía? ¿Qué buscaba realmente?

Me asomo a la ventana y observo cómo el desquiciado se aleja. Solo alcanzo a verlo transformarse en su forma lobuna antes de perderse en el profundo bosque.

¿Por qué vino? ¿Acaso no entiende que no es bienvenido aquí?

Me encierro en mi cuarto, tratando de olvidarlo, aunque las preguntas no me dejan en paz: ¿Por qué busca tanto poder? Pero esas respuestas solo él las tiene. Me dejo caer en la cama cuando, de repente, un grito rompe el silencio:

–¡Ya llegué! –Es Edward. ¡Regresó de trabajar!

Bajo rápidamente para saludarlo y noto que todos están felices de verlo.

–Ya llegué, familia. ¿Me extrañaron? –pregunta Edward con su habitual tono sarcástico.

–¿Y cómo no te iba a extrañar, amor? Si eres lo más hermoso de esta casa… después de mí, claro –responde Eduardo con su clásico aire egocéntrico mientras se acomoda el cabello.

–Buen punto –admite Edward, quitándose la corbata mientras se sienta en el sofá para descansar–. ¿Y dónde está la cosita más hermosa de esta casa?

–¿Me llamaste? –pregunta Eduardo con una sonrisa.

–No, tú no. La otra cosita más hermosa –dice Edward mientras mira a los chicos presentes.

–Aquí estoy –responde Alex, acercándose ansioso, esperando que Edward le entregue la caja que lleva.

–¡Ya díganme dónde está Bri! –exclama Edward, ahora con un tono más preocupado.

–Ahhh, ¿hablaban de Bri? –preguntan todos al unísono.

–Está en las escaleras, riéndose de ti –dice Emmet, señalándome con una sonrisa burlona.

Edward camina hacia mí con rapidez vampírica y me abraza con fuerza, entregándome la caja. La abro con cuidado y, para mi sorpresa –aunque ya lo sospechaba–, es mi batido de chocolate. Le agradezco con una sonrisa mientras subo a mi cuarto para disfrutarlo tranquilamente.

Protocolo está en la cocina preparando la cena. Más tarde, me la lleva a mi habitación. Después de cenar, me pongo mi traje de dormir y me recuesto, lista para soñar. Pero justo cuando estoy a punto de quedarme dormida, un grito de Edward me despierta:

–¡Buenas noches, Bri! Sueña conmigo, preciosa.

Ese Edward… siempre igual. Sonrío y me acomodo para finalmente dormir.

Pero… ¿qué me está pasando? ¿Qué es esto que veo?

Una visión me envuelve como un torbellino, borrosa al principio, pero luego nítida y poderosa: Jack Jey, al frente de su tribu, marchando con determinación hacia un campo de batalla. Este lugar, distante y envuelto en bruma mágica, se encuentra en NJ, un espacio reservado para los enfrentamientos más épicos entre guardianes. La energía en el aire es electrizante, el suelo parece temblar bajo sus pasos, y todo a su alrededor grita peligro y gloria.

Todo sucede tan rápido, como un destello que apenas alcanzo a comprender. Pero hay algo claro: habrá pelea. Sin embargo, el cuándo sigue siendo un misterio que no puedo descifrar.

Esto es extraño. Mi magia nunca me ha mostrado el futuro, jamás ha funcionado de esta manera. Las supuestas "visiones" que he tenido antes no han sido confiables: a veces son fragmentos de algo irrelevante, otras son solo ilusiones que jamás se materializan. Esta incertidumbre es frustrante, como tratar de atrapar humo con las manos.




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