Estando en Nunca Jamás, me adentré en la casa y, como era de esperarse, no había ni rastro de nadie. Subí las escaleras y entré en mi habitación. Al cerrar la puerta, me recosté en ella y me dejé caer, permitiendo que la frustración y la tristeza inundaran mi ser. Comencé a llorar en silencio.
*¿Por qué tengo que complicarlo todo?*– Susurró una voz angustiada en mi cabeza.
Cubrí mi rostro con las manos, tratando desesperadamente de ahogar mis lágrimas, cuando de repente, un golpeteo suave resonó en la puerta, haciendo que mi corazón se acelerara.
–¿Quién es?–dije, mi voz apenas un susurro tembloroso.
–Soy… yo, Bri–murmuró Edward al otro lado–¿Todo está bien?–preguntó con una preocupación palpable en su tono. Se quedó parado tras la puerta, mostrando una inusual contención, como si temiera entrar en un mundo de dolor.
Pasé mis manos por mi rostro, intentando despejar la tormenta emocional, y di un suspiro antes de contestarle.
–S… sí, estoy bien, Edward. Solo… el instituto me tiene agobiada, eso es todo–mordí mi labio inferior, observando la sombra de Edward tras la puerta y deseando que comprendiera sin necesidad de más preguntas.
–¿El instituto te tiene así? ¿Solo eso? ¿Podrías salir del cuarto, por favor?
*Ay, Edward, ¿cuándo aprenderás a dejar de preocuparte tanto por los demás?..*
–Preferiría no hacerlo–respondí con sinceridad.
–¿Puedo entrar entonces?–preguntó tras un silencio cargado de empatía.
–Preferiría que no lo hicieras–
–Escucha, ¿quieres salir? ¿Podemos salir, tal vez? Ir a algún parque o algún restaurante, ¡lo que sea!, solo no te ocultes–Las intenciones de Edward eran buenas, pero sus palabras resonaban en la habitación como un eco de comprensión y tristeza.
Me acerqué a la puerta, finalmente abriéndola. Edward estaba allí, mirándome con ojos llenos de empatía, como si pudiera sentir mi dolor antes de que yo misma pudiera expresarlo.
–De hecho… sí, hmm, podría salir un rato–Sinceramente no quería salir, pero no deseaba que Edward se preocupara más por mí.
–¿En serio?–Vi alegría en sus ojos. Teníamos tiempo sin salir, salvo la vez en la que compramos las cosas para nuestra cita, pero no habíamos tenido un momento solo para disfrutar sin preocupaciones.
Asentí con la cabeza, y Edward puso su mano sobre mi cabeza. Pensé que me daría un abrazo o algo así, pero agitó mi cabeza diciendo "Fuera espíritus de aburrimiento". Después de reírnos de su espontaneidad, se marchó a su cuarto para cambiarse de ropa.
Yo también me cambié, opté por un vestido azul marino no muy ajustado y una pequeña cartera para meter mi celular. La falda del vestido tenía pliegues y el diseño en el cuello incluía cuerdas para atar. Me puse mis zapatillas negras y salí del cuarto, amarrando mi cabello.
Al bajar las escaleras y llegar a la sala, encontré a Edward hablando por teléfono con una expresión más seria. Se despidió abruptamente con un "Llegaré de inmediato".
Me miró con cierta decepción y se acercó, entregándome unas llaves.
–Tengo que irme, me... llamaron del trabajo, te dejo mi camioneta, sal sin mí–dijo mientras se dirigía hacia las escaleras.
–No sé conducir, Edward–Sabía que él quería acompañarme y que se sentía mal por dejarme.
–Mierda, es cierto, bueno, ¿quién quiere llevar de paseo a la princesa?–Dijo sonoramente Edward, esperando respuesta de sus hermanos y algunos Guardianes que estaban presentes.
No quería salir con nadie más, así que sujeté la correa de la cartera y bajé la cabeza cuando escuché la voz de Jack.
–Yo la llevaré de paseo, Edward–Dijo Jack, que estaba detrás de todos los presentes.
Colocando su bastón en su hombro, caminó hasta llegar a mi lado y me miró durante unos segundos con una sonrisa tenue.
–¡PERFECTO!–Exclamó–Sé que te dejo en muy buenas manos–Dijo colocando una mano sobre mi hombro y sonriendo gratificante.
Edward subió a su habitación para traer su portafolios y antes de irse, dejó algunas cosas claras para Jack.
–¡NI SE TE OCURRA DEJARLA SOLA! Si ella quiere algo, se lo compras y yo te repongo el dinero después. Vigila todos sus lados y TODO a su alrededor. Que nadie se le acerque. Que no hable con extraños. Mantén tu comunicador Guardian activo por si se complica la magia. Lleva una bola de teletransportación rápida (que usamos en casos de suma importancia). No dejes de estarla viendo. Y llámame después de llegar al lugar, ¿entendido?–Y estas solo son algunas de todas las que enumeró.
Me daba ternura cómo se preocupó Edward por no estar él conmigo, pero como dijo él, estoy en buenas manos.
Edward salió de Nunca Jamás, llevándose su otra camioneta ya que le gustan los carros cerrados. Le dejó las llaves de su otra camioneta a Jack para que no tuviéramos que caminar. Aunque no lo crean, Jack sabe manejar muy bien. Por precaución y por solicitud de Protocolo, nos empacó algunas cosas para el viaje, como botellas de agua, frutas, panitas térmicas para mantener caliente la comida en caso de emergencia y un botiquín de primeros auxilios que Cristian nos obligó a llevar.
Cristian revisó mis niveles de magia con precaución para que no pasara nada estando lejos de casa. Jack esperaba impaciente en la entrada de mi cuarto por irnos.
Después de estar totalmente bien, Jack y yo salimos de la casa despidiéndonos de los chicos. Jack se acomodó en el asiento del conductor, y yo ocupé el asiento del copiloto. Antes de arrancar, Alex apareció de la nada en mi ventana.
–¡Chicos!, ¡Sáquenme de aquí!, llévenme con ustedes. Si no me llevan, significa que van a tener una cita–Nos miró pícaramente, y Jack, algo molesto, le contestó.
–¡Por última vez, no es una cita!–El motor del auto rugió, arrancó tan rápido que mi espalda se pegó al respaldo del asiento.
*¡Ay!, ¿por qué se molestaría por el comentario de Alex?*