Narra Briatny
Contemplé con esfuerzo la onda guardiana a través del vidrio de la ventana del auto. Mis ojos se resistían a permanecer abiertos, mi cuerpo parecía pesar toneladas y cada rincón de mi ser pulsaba de dolor.
*Voy a solicitar que Cristian revise mis condiciones.*
Llegamos a casa cuando la penumbra casi se apoderaba del entorno. Con las últimas reservas de energía, ingresé y me dirigí a mi habitación. Me dejé caer en la cama y, sin poder soportarlo más, me sumí en un profundo sueño.
En mi agotamiento, percibí la puerta ceder y apenas vislumbré quién entraba.
–Lamento la hora –murmuró Cristian al adentrarse en mi habitación–, pero solo quiero verificar tus niveles de magia. –Colocó el maletín en el borde de la cama y extrajo el Datrónico para medir mis niveles. Después de una breve espera, obtuvimos los resultados–. Tus niveles están estables. –Guardó el diminuto aparato.
–Cristian, ¿cómo se relaciona el entrenamiento "sorpresivo" de hoy con todo esto? Pensé que realizarías un hechizo para controlar mi magia negra. –Cristian mantuvo el silencio, lanzó un suspiro desalentador antes de responder.
–De hecho, tiene relación. Durante el entrenamiento sin preparación, forcé a tu magia a protegerte, de ahí la estela que aniquiló a mis réplicas. –Dudé
–Pero, ¿cómo se vincula con el control de mi magia negra?–Persistí con la pregunta ya que aún no entendía.
–¿Sabes por qué tu magia negra te domina?–
*Típico de Cristian, respondiendo preguntas con otras preguntas*
–Lo que sucede–Continuó–es que te concentras demasiado en "no liberar tu magia negra" y no te das cuenta de que tú misma puedes retenerla. Te hice practicar magia de manera espontánea para que olvidaras que llevas magia negra en tu interior. ¿Cuándo peleaste contra mis réplicas, pensaste en la magia negra? –Sus argumentos me dejaron reflexionando–. No estoy diciendo que "si olvidas tu magia negra, no surgirá", sino que, al concentrarte solo en tu magia pura, esta tendrá más facilidad para retener a la otra. –Dijo mientras guardaba sus utensilios–. Descansa, te hará bien. Buenas noches, Princesa. –Con eso, se retiró.
Cristian siempre se ha distinguido por su habilidad para simplificar conceptos y hacer que las cosas resulten más comprensibles. Siempre cuenta con una solución para este tipo de situaciones y, aunque en ocasiones sus propuestas parezcan extravagantes, al final demuestran ser las más efectivas para brindarte ayuda.
Pasaron algunas horas antes de que pudiera abandonar la residencia de Edward. Tras darme una ducha y cambiarme de ropa, finalmente salí del baño. Estaba a punto de retirarme cuando una sombra se delineó tras las cortinas de mi ventana. Con cierto temor, me dirigí hacia ella para descubrir quién o qué se ocultaba. Al abrir las cortinas, me llevé una sorpresa al encontrarme con alguien sentado allí; una escena inesperada, considerando que mi ventana tiene espacio a los dos lados (adentro y afuera) para sentarse cómodamente.
Abrí la ventana y, con cierta confusión, observé que la persona sentada era Jack. La perplejidad se apoderó de mí, ya que era bastante tarde para que él estuviera en Nueva Jersey.
–¿Qué estás haciendo en mi ventana? –inquirí, sobresaltándolo y provocando que yo también me sobresaltara.
–Casi me provocas un infarto –se excusó, llevándose la mano al pecho–. Perdona por estar en tu ventana, ya me voy. –Intenté retenerlo sujetándolo de la manga de su suéter.
–¡Espera! No respondiste mi pregunta. –Se detuvo y giró hacia mí.
–Es que... supuse que estarías mal después del entrenamiento, así que vine a verte y, bueno, ya vi que estás bien, así que me voy. –De nuevo, inició su retirada.
*¿Por qué estás evitándome?*–Pensé, comenzando a reír.
–Está bien, pero... ¿no crees que es demasiado tarde para venir a verme? –Le esbocé una sonrisa burlona mientras cruzaba los brazos.
–Antes no parecía molestarte. –Es cierto, Jack solía aparecer en mi ventana cuando era pequeña, pero lo hacía porque con él... todo era diversión. Ahora todo es diferente; ambos crecimos y ya no es lo mismo.
–Sí, es verdad, pero ahora las cosas son distintas. –Bajé la cabeza.
Narra Jack Frost
*¿Qué quiso decir con "diferente"? ¿Será que ella percibe mi compañía de una forma más cálida, tal vez de manera única? ¿O quizás ya no interpreta mi presencia como simple amistad, sino como algo más?*
–¿Diferente? ¿Por qué diferente? ¿Acaso ahora crees que me atrae tu carisma y belleza y por eso vengo a verte? –¡Oh no, por favor!, ¡pensé en voz alta!.
Su mirada cambió a una de sorpresa.
–¿Belleza? –Mi corazón latió rápidamente ante su pregunta desconcertada. No podía articular ni una sola palabra, mis manos temblaban.
–Ehhh, no digo... bueno, sí, eres hermosa. ¡Digo no!, no es por eso que vengo a tu ventana. ¡Solo me preocupo por ti! –¡Maldición!, mi voz delató mi nerviosismo–.
Evité su mirada después de darle esa respuesta tan vaga y, por mis nervios, oculté mi rostro con mi sudadera. Bajé hasta sentarme en la ventana con la cabeza gacha, tratando de desvanecerme en la oscuridad, pero en ese momento incómodo, sentí cómo ella me quitaba la gorra de mi suéter y revolvía mi cabello de manera torpe.
–Sé que soy carismática, pero hasta ahora solo escucho decir de ti que soy hermosa. Gracias por el halago, caballero– Tomó las puntas de un vestido imaginario mientras hacía una reverencia de princesa–.
*¡Uf!, casi arruino todo.*
Mi sonrisa forzada intentaba desviar la atención de lo que acababa de pasar; mi corazón seguía latiendo fuertemente. Sentir su mano sobre mi cabeza fue la mejor sensación que he experimentado; una sonrisa se formó solo con la idea de que pudiera volver a suceder.