A través de la Segunda Estrella

¿Amor y celos?

Narra Jack Frost:

Desde la misma rama del árbol donde aguardé pacientemente a Bri, fui testigo de cada momento, desde que ella se montó en ese animal hasta que se alejó aferrada a Hipo.

Dejé de seguirlos con la vista hasta que, en la lejanía, ingresaron en un portal.

*¡Esto es absurdo! ¿Por qué atormento mi corazón con sentimientos tan complicados?* –frunzo el ceño, dejando en evidencia la tristeza que se refleja en mi rostro.

Me impulso desde la rama del árbol para escapar de ese entorno melancólico. Permito que el viento me lleve a algún lugar donde reine la calma, con la esperanza de despejar mi mente al borde del colapso. Volando sobre densos bosques y entre matorrales, diviso aquella roca donde se encuentra una promesa que parece haberse desvanecido.

Al llegar, la roca está algo sucia y cubierta de pequeñas plantas. No puedo evitar sonreír al recordar ese antiguo lugar donde Bri y yo dejamos nuestras marcas cuando ella era apenas una niña.

*Si tan solo pudieras hablar, roquita…* –Me siento sobre la roca, acariciándola como si fuera una mascota.

–¿Qué me dirías, roca?– Pongo mis codos en mis piernas.

–Te diría, querido amigo, que dejes de atormentarte– Fingía que la roca conversaba conmigo.

–¿Ah, sí? ¿Y por qué querríamos hacer eso?– Le pregunto a la roca–. ¿Quieres que la olvide de una vez?

–Aunque lo intentaras, sabes que no puedes– Afirma mi amiga roca.

–Concuerdo contigo, pero entonces, ¿qué hacemos?– Le consulto.

–¿Crees que ella podría cambiarte?–.

–¡Claro que no! ¡Estamos hablando de nuestra amiga Bri! ¡Ella no podría cambiarnos!– Digo intentando convencerme de esa idea–.

–Exacto, pero si crees en eso, ¿por qué sigues triste? Dime qué te entristece si crees firmemente que ella no puede cambiarte– Me recuesto sobre la roca.

–No lo sé... pero es que solo sé que me siento triste. Solo pasa cuando ella ni siquiera nos presta atención o cuando ¡ESTÁ CON ESE CHICO INEPTO!– Mi voz habla con mucha frustración.

–¡Ahí está! Es ese chico el que te molesta– Sus argumentos me hacen levantarme del lugar.

–¿¡Pero qué es lo que siento!?– Grito esa pregunta.

–No lo sé, yo solo soy una roca–.

*Necesito un psicólogo… espera, ¡sí conozco uno! ¡Cristian puede ayudarme y decirme qué me sucede!*

–Gracias, roca, eres muy sabia– Digo finalizando esa conversación y dirigiéndome a la casa nuevamente.

Al llegar, veo a los hermanos de Edward que están por marcharse de la casa, se dirigen al lugar de la fiesta para comenzar a acomodar las cosas para esta noche. Cristian es el único que no se involucra en esas cosas; él solo colabora siendo el DJ de la fiesta, por lo que su presencia permanece en la casa. Subo a la segunda planta, donde está su habitación, pero al tocar de manera constante la puerta y no ser abierta por él, supongo que no se encuentra ahí.

*Si yo fuera Cristian... ¿Dónde estaría?* –Pienso y luego chasqueo los dedos cuando descubro dónde se encuentra–.

Subo hasta llegar a la planta central de la casa. Ahí se encuentra la misteriosa biblioteca que contiene muchas escrituras y mensajes secretos de NJ; toda investigación y conocimiento están bajo Cristian, por eso él pasa la mayor parte de su tiempo aquí.

Al empujar con todas mis fuerzas las enormes puertas de roble que custodian los grandes misterios de NJ, veo a Cristian rodeado de miles de libros flotantes, leyendo rápidamente cada libro que pasa frente a él.

Al verme entrar, desciende y acomoda los libros en sus respectivos lugares. Camina hacia mí con las manos en la espalda.

–Dudo mucho que vengas por un libro, así que, ¿qué se te ofrece? – Sonrió, acercándose y extendiendo su mano para saludarme.

–Necesito cierta información… – Liberé el firme apretón de su mano.

–¡Excelente! – Su entusiasmo se reflejaba en su voz y expresión. Movió la mano, haciendo que algunos libros salieran de los estantes– ¿Qué tipo de información? Tenemos magia, química, física cuántica, astronomía, astrología, anatomía, física elemental, ecología, medicina, física nuclear, analítica, sociología, contabilidad, finanzas, psicología...

–¡Esa! – Interrumpí– ¡Es esa!

–¿La ciencia psicológica? Bien, si puedo con eso. Dime, ¿qué quieres saber de esta rama tan profunda de pensamientos? – Me condujo hacia una silla y se sentó a mi lado, sacando un pequeño cuadernillo, anunciando que me haría una serie de preguntas durante unos minutos.

*Pensé que esto solo sucedía en las películas.*

–Dime –habló, sacándome de mis pensamientos–, ¿qué estás experimentando?

*Hablaré hipotéticamente, para que no deduzca que estoy involucrado sentimentalmente con Bri.*

–He estado atravesando momentos en los que me siento muy… ¿cómo decirlo? Muy enojado o triste. Ambos sentimientos me afectan profundamente –recordar esas emociones nuevamente me ponía de mal humor.

–Ya veo –garabateó en la libreta–. ¿Y cuál es su origen, a qué se debe? –Acomodó sus lentes.

–Supongamos que… existe alguien cuya amistad ha sido un lazo inquebrantable, pero con el paso de los años ese lazo se ha vuelto más delgado o tal vez distinto, a tal grado que cualquier discusión lo rompería fácilmente –me dolía pronunciar esas palabras.

–Creo que ese lazo del que hablas no está siendo afectado por los años. ¿Hay algo que crees que lo hace sentir diferente? –Agachó la cabeza para anotar–. ¿Crees tener sentimientos diferentes, Jack?

–No –aseguré–. No hay nada de por medio que afecte esa amistad.

–¿Entonces alguien? –dijo después de que terminé de hablar.

–¿Qué te hace pensar que hay "alguien" afectando esa amistad? –Enderecé mi postura y crucé los brazos, dudando de su pregunta. Él sonrió.

–Sabes… –dijo levantándose y caminando con su típica postura de manos en la espalda–, cuando las personas tienen miedo de aceptar o declarar sus problemas, tienden a adoptar la postura de "cruzarse de brazos". Con esta postura, se cierran ante cualquier pregunta relacionada con su problema. Así es como nosotros, los psicólogos, sabemos que realmente saben la causa de su problema. Así que, tú, joven Jack, sabes perfectamente que hay alguien que te hace sentir todo lo que acabas de explicarme –me miró esperando que asumiera que tenía razón, pero mi orgullo es mayor.




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